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Laberintos humanos. Milanesas y ensaladas

Lunes, 21 de diciembre de 2015 01:30
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Laberintos humanos. Milanesas y ensaladas

Es que don Ponciano tiene dos familias, nos dijo la mujer. Una para el desayuno y otra para el almuerzo, agregó. Es que con la jubilación apenas le alcanza para el bollo y el café de la mañana, para la comida debe seducir a esta mujer que siempre barre la vereda esperándolo. Hay que sortear la pobreza, dijo Carla Cruz.

Además de la pobreza, dijo la mujer, es que la esposa de don Ponciano es un desastre cocinando, que hasta el café le sale mal, pero el hombre la quiere tanto que se la aguanta. Pero al mediodía se va con otra, dijo el Varela. Es que algo tiene que comer el pobre, tampoco va a vivir del amor el pobre.

No hay nada que un hombre no haga por unas buenas milanesas con ensalada, y eso de la ensalada, dijo la mujer, no lo digo por decir, porque las de mi vecina son famosas en varios kilómetros a la redonda. Dicen las malas lenguas, agregó, que su esposo no se iba de la casa porque sabía que nadie haría ensaladas como las de su mujer.

Pero al final las terminó perdiendo, medio que preguntó Carla Cruz. Ni tanto, dijo la mujer, porque para sacárselo de encima, mi vecina aceptó mandárselas en una vianda cada mediodía. Le manda lo suficiente para él, para su nueva mujer y sus nietos, dijo. ¿Y también le manda milanesas?, quiso saber el Varela.

No, dijo la mujer que nos contaba la historia. En eso de las milanesas no hay como su segunda esposa, que no sé qué le pondrá al pan rallado que le salen tan deliciosas. Así son las cosas de mi barrio, nos dijo, pero esto que les cuento es sólo la mitad del asunto.

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