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Cerca de la estación de peaje que dejó de operar en junio de 2014, cuando le rescindieron la concesión a la empresa Aunor, los viajeros fueron sorprendidos por el temporal de lluvia y granizo que provocó destrozos, inconvenientes y caos vehicular en distintas localidades del Valle de Lerma.
En medio del vendaval de piedras, Tévez buscó resguardo bajo una arboleda ubicada a pocos metros del puesto que hoy está ocupado por la Dirección Provincial de Vialidad. El alivio poco duró, ya que un empleado vial se acercó al jefe de familia, con cara de pocos amigos, y lo conminó a abandonar inmediatamente el sitio donde él y su grupo se protegían de las inclemencias climáticas. "Por qué te metés ahí. ¿No ves que este es un terreno de Vialidad?", le recriminó al conductor. Este, sorprendido por la reacción, le hizo notar que no tenía otra opción que ese árbol, al que no consideraba de propiedad de ningún organismo, para evitar que el granizo deje su auto en ruinas. "Yo soy dueño de sacar cagando a cualquiera", insistió el vial quien, ante la negativa de su interlocutor a abandonar el circunstancial refugio, no tuvo mejor idea que correrlo de ahí con su propio vehículo. Con el paragolpes delantero de su Renault Fluence desprendido por el "autazo" que recibió, Tévez bajó de su vehículo y recibió otra lluvia de insultos y amenazas de parte de otra decena de empleados viales que aparentemente también había bebido más de la cuenta.
Ante tamaña situación, el conductor agredido recurrió a los policías viales que estaban apostados en ese sector de la autopista y pidió su intervención. Los agentes se acercaron al lugar de los incidentes, donde supuestamente constataron los excesos alcohólicos, pero le dijeron al conductor que había pedido su intervención que no podían hacer nada porque estaban sin sistema y porque, además, ocupaban el mismo espacio de Vialidad para resguardar sus vehículos.
Así lo expuso Tévez en una denuncia que radicó, poco después, en la subcomisaría del barrio Autódromo. Tras esa presentación, la angustiada familia se dispuso a retomar su viaje a Anta, pero en la estación de peajes les esperaba la segunda parte de su pesadilla, esta vez con los propios policías viales que ya estaban enterados del contenido de la denuncia.