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Laberintos humanos. En la noche
Ya lejos del combate del toro con el gaucho, Carla Cruz siguió adentrándose en la noche. Más atrás quedaba otra pelea, en las ruinas de Huichaira, donde Pablo, Pedro y Esteban Franco se enfrentaban a los Varela. Cuando las sombras cerraron el camino, se sentó junto a un molle para descansar.
Como siempre que necesitaba compañía o explicaciones, levantó la tapa de su teléfono celular, en cuya pantalla se configuró el rostro del Abuelo Virtual. No te duermas bajo un molle, le dijo el Abuelo con su voz metalizada, que allí hay mal sueño y susto. Y si te quedás dormida bajo un molle, al despertar debés insultarlo a los gritos.
Carla Cruz se rió del consejo, no porque no le creyera sino porque se imaginaba gritándole a un árbol. La imagen de una muchacha insultando a un molle, para el que la viera, debía ser algo muy cómico, pensó Carla y buscó entre las opciones que se abrían en la pantalla de su teléfono debajo del rostro del Abuelo Virtual.
La de los cuentos era la que más le gustaba, y la tocó con el dedo para que se abriera un abanico de temas a elegir. Le gustó el tema del naranjo y presionó allí para escuchar la voz del Abuelo Virtual diciéndole que de camino hacia los valles, por los senderos donde ella estaba transitando, sabía aparecerse algún naranjo a media peña.
Sus ramas cargan naranjas tan dulces que parecen querer caerse por su propio peso, pero no las debes agarrar porque te pierden. Siempre lo dulce y lo rico pierden, pensó Carla Cruz debajo del molle donde se había sentado para descansar.