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Una pesadilla de barro y agua que no termina

Sabado, 04 de abril de 2015 00:30
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Desde hace unas semanas que el norte de Orán viene siendo noticia por las graves inundaciones en una amplia zona, entre los ríos Pescado y Blanco.
Incomunicadas y desabastecidas estuvieron varias poblaciones campesinas y aborígenes; entre ellas Iguopeigenda.
El Tribuno llegó hasta el lugar a conocer el verdadero cuadro de la situación en el lugar.
Iguopeigenda es una comunidad desconocida para la gran mayoría en Orán. Sin embargo, queda a no más de 5 km al norte, por la ruta nacional 50.
Allí desarrollan su vida 47 cabezas de familia, como lo denomina Gregoria López, quien explica: "Cada cabeza incluye hasta los nietos y quizás bisnietos". Es una forma que tienen los pueblos originarios para desarrollar su forma de vida de manera comunitaria.
Ellos pertenecen a los ava guaraní y el nombre de su comunidad significa en castellano algarrobal.
El problema que tuvieron es que desde hace tres semanas están inmersos en una pesadilla de barro y agua.
El terreno donde tienen sus bananales, su mandioca, las paltas, limones, limas y papaya ocupa una lonja de este a oeste, de unas 220 hectáreas, que bordean por el sur el río Blanco.
Hermenegildo tiene la sabiduría que dan los años y dijo que "el problema viene desde cuando se privatizó Agas (la vieja Administración General de Aguas de Salta). Antes nos pagaban para ir a hacer defensas y preparar el cauce anticipando las crecidas. Eso ya no se hace desde hace años", dijo el hombre, en la reunión realizada el viernes pasado.
"Es evidente que el intendente de Orán (Marcelo Lara Gros) tiene algún vínculo con la empresa de áridos por eso no controla absolutamente nada. Entonces ellos destruyen el cauce y nadie dice nada; ni la Dirección de Recursos Hídricos", concluyó Gregoria.
Así las cosas, la comunidad está al borde de todo, hasta de la crisis financiera. Es una tierra que no tiene la más mínima presencia del Estado.
No tienen servicios de energía eléctrica ni agua corriente. No tienen cloacas ni muchos menos gas natural, por más que vivan debajo de él. No hay recolección de residuos y los agentes sanitarios van "salteado salteado".
El río les forma el límite norte y cada año avanza más debido a la desidia pública de no controlar la acción de los privados.
Hasta el mismo secretario de Recursos Hídricos de la Provincia admitió que la encargada de controlar los permisos para la explotación de los áridos es la Municipalidad.

Un bastión agrícola
Se debe tener en cuenta, y lo asegura la gente del INTA, que lugares como Iguopeigenda son los últimos bastiones de esa zona que se dedican a producir alimentos y comercializarlos en Orán y sus ciudades satélites.
Los campesinos del lugar ven con mucha desazón la poca y nula valoración que le dan a la comunidad las autoridades municipales.
Es como si quisieran que esa lonja de territorio desapareciera para tener a más emigrados forzados a la ciudad de Orán viviendo en las condiciones irremediables de los aborígenes que llegan a la ciudad.

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