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13 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Laberintos humanos. En la sala | Laberintos Humanos

Domingo, 14 de junio de 2015 00:00
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Laberintos humanos. En la sala

Tras andar por el largo pasillo de paredes lisas, dieron a una sala amplia que no se diferenciaba más que por su anchura. Allí Carla Cruz y el Varela se detuvieron. La sala estaba iluminada por una luz que brotaba de las paredes de hierro, y escucharon una voz metálica pero no vieron a nadie.

Al fin nos vemos, niña, dijo la voz y ella supo de quién se trataba. La voz era calma y parecía sonreír. Le dio seguridad, era como la voz de un abuelo de la infancia perdida, y tomó la mano del Varela para transmitirle su confianza. Por fin se sintió segura tras tanto andar desde que sus padres la dejaran como ofrenda en las ruinas de Huichaira.

Con eso le bastaba para saber que habían llegado, aunque ignoraba adonde ni le interesaba saberlo. El Varela la abrazó y ella se dejó caer en sus brazos. El sitio era tibio y acogedor, se sentían seguros y creyeron que podían quererse tras tanto andar por los caminos extraños de la vida.

El Varela besó los cabellos de Carla Cruz cuando sintieron una sombra que atravesaba la pared. Era una sombra pequeña que avanzaba transformándose en silueta. Daba cada paso en forma lenta pero segura, atravesó la pared y les sonrió con dulzura. No era como ella lo había imaginado pero no importaba.

Era bajo y algo cómico, cojeaba y tenía los cabellos muy cortos y muy blancos parados como brotes en la tierra. Llevaba pantalón de trabajo y una camisa de mangas cortas de colores ocres. Se adelantó, la tomó por los hombros, y le dijo que al fin nos vemos, niña. Carla Cruz no podía dejar de llorar.

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