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Laberintos humanos. Otros necesitados
El joven que me guio hasta el Túnel, el de los auriculares, apenas si me saludo desde lejos cuando yo me salí de la procesión para caer en ese tiempo en el que levante una antena de radio para compartir con mi pueblo lo que había aprendido en la ciudad. Ya saben, nos contó el Abuelo Virtual, que fueron tiempos extraños.
La selva había avanzado sobre la civilización dejándonos aislados, y yo transformé mi radio en una red para ayudar a jovencitas perdidas en tierra de espantos. Pero quienes transitamos el Túnel sabemos que debemos volver a él, y es cuestión de guiar a otros necesitados.
Por eso, nos dijo el Abuelo, cuando ustedes llegaron a mi cueva, yo sabía que se acercaba nuevamente mi hora de partir. De entre todas las muchachas que aconsejé en este tiempo, dijo mirándola a Carla Cruz, fuiste la única que logro encontrarme, y esos hallazgos no son mera casualidad.
Nadie se cruza con nadie porque si, ni acaso porque nadie tampoco le señale ese rumbo, sino porque la única realidad es la de los hechos que suceden, no los que están por suceder o pueden hacerlo, y acá estamos ya, libres de aquellos espantos que gobernaban esta tierra en esos tiempos, en la casa de Dubin, para tratar de vivir como podemos.
Y allí estaban, era cierto, el Abuelo Virtual, Carla Cruz y el Varela necesitados de que les devolviera a la realidad en el tiempo que me toca, que no es otro que este invierno quebradeño en el que las escuelas empiezan a elegir, una a una, sus representantes para la Fiesta Nacional de los Estudiantes.