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Un ejemplo de aquellos emprendedores fue Nelsún Ardaya, carpintero proveniente de Yacuiba (Bolivia), quien marcó camino en esta actividad y que hoy continúa uno de sus hijos, del mismo nombre. Propietario del único aserradero y carpintería de Aguaray, recuerda que su padre "vino al país en 1947 y trabajaba en la fabricación de casillas para la Comisión Mixta, conformada para la construcción del ferrocarril que unió ambas naciones. Por su oficio fue contratado para fabricar muebles de una unidad básica en Aguaray y después vinieron otros. Cuando yo tenía 24 años me incorporé a la carpintería y sumamos un aserradero, el único que queda".
Madera desaprovechada
Como sucedió en los pueblos vecinos de Salvador Mazza, General Mosconi y Tartagal, en Aguaray este tipo de establecimientos prácticamente desaparecieron por la escasez de materia prima. "Hoy, para conseguir madera aprovechamos los desmontes y de esa manera tenemos palo amarillo o cebil para fabricar las varillas. También se utiliza para hacer muebles porque ese valor agregado se da fuera de la zona", explica Ardaya.
Y agrega: "Para nosotros, que hemos trabajado la madera por años, es una tristeza ver de qué manera las fincas queman miles de hectáreas cuando desmontan. Está prohibido, pero es una práctica que se sigue haciendo por una cuestión de economía, ya que a estos establecimientos les resulta más barato quemar la madera que darle otro uso".
De aquellas épocas cuando valiosas maderas como el cedro o el roble abundaban en los montes solo queda el recuerdo. "Actualmente, en la carpintería solo trabajamos con aberturas porque la gente prefiere comprar muebles laminados, que no son finos pero sí vistosos y los venden en muchas cuotas. Por supuesto, no se compara con uno de madera noble que dura para siempre", concluye.