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Una verdadera heroína, sin monumentos ni recuerdos

Miércoles, 05 de agosto de 2015 00:00
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En el afán de reinvención de la historia para acomodarla al "relato k" lleva a la instalación de nuevos arquetipos que "supuestamente" se encontraban relegados. La muestra más elocuente fue el reemplazo de la estatua de Cristóbal Colón por la de Juana Azurduy de Padilla. Todo lo reivindicable debe acreditar su funcionalidad al Imperio Británico.
Hay otros héroes olvidados e ignorados: María Remedios del Valle, la Capitana, designada por el general Manuel Belgrano con ese grado por sus servicios en combate.
Patriota de origen africano, ya había participado en la defensa de la ciudad de Buenos Aires durante las invasiones inglesas. Se incorporó al ejército de Belgrano con su marido y sus hijos. Sólo ella sobrevivió. Descolló en la Batalla de Tucumán donde atendía a los heridos y ante el valor desplegado, los soldados la llamaban: La Madre de la Patria.
En noviembre de 1813 la encontramos en la Batalla de Ayohuma donde fue herida y tomada prisionera por el general Joaquín de Pezuela; intentó fugarse, la descubrieron y azotaron. Pero luego se fugó, esta vez con éxito y llega a jurar la bandera en Jujuy.
La Capitana es una ignorada de la historia de quien Carlos Ibarguren en "En la penumbra de la Historia Argentina" nos dice: "En la recova de la plaza de la Victoria o en el atrio de San Francisco, de San Ignacio o de Santo Domingo, veíase arrebujada en un manto de bayetón oscuro a una vieja mendiga, conocida en el barrio con el apodo de "La Capitana".
Su figura era familiar a los vecinos: encorvada y magra, diríase la imagen mísera de la senectud con su tez terrosa y arrugada, su boca hundida sin dientes y sus ojos empañados. Con voz débil ofrecía en venta a los transeúntes pasteles, tortas fritas o fruta que llevaba en una batea; a veces imploraba, por el amor de Dios una limosna... aterida de frío en invierno, chapaleando barro bajo la lluvia o sofocada por el sol en enero, recorría el mismo trayecto cotidiano en procura de pan. Era cliente de los conventos donde comía la sobra y los desperdicios que le daban.
Mario César Giordan y Jorge Repiso nos cuentan que en su diario caminar en busca del sustento diario, un día fue reconocida por el general Juan José Viamonte, compañero en la Campaña del Alto Perú. Conmovido, decidió darle protección.
Como diputado en la Junta de Representantes de la provincia de Buenos Aires presentó el 11 de octubre de 1827 un proyecto para reparar el injusto abandono en que se encontraba y otorgarle una pensión por los servicios prestados en la causa de la independencia. Recién en julio de 1828 se debatió el tema.
Sin embargo los años pasaron y nada ocurrió, la "Madre de la Patria", "La Capitana del Ejército del Norte", jamás tuvo pensión, ni biografía, ni monumento, ni nada.
La pobre mendiga que fuera enaltecida con tan honrosas resoluciones, no pudo obtener la pensión acordada por la Legislatura. Gestionó su cumplimiento ante el Poder Ejecutivo; pero el Gobierno estaba muy ocupado por asuntos muy importantes. El expediente no cumplido fue sepultado sin despacharse en las oficinas de la gobernación...
"Después de un siglo de su muerte debemos sacar su memoria de la oscuridad y grabar su nombre, ignorado hasta hoy, en una escuela, una calle o en un monumento que simbolice la pasión generosa, el altruismo y el valor de las mujeres que contribuyeron a darnos patria..." proponía Ibarguren en 1932.
Murió mendigando, en la indigencia, en el olvido.
Quizá su condición de negra sea motivo que hasta ni el INADI la mencione.
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