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Laberintos humanos. Zamba de Vargas
Jacinto Cruz nos contó que ya mandaba Varela cuando Mitre mandó destruir el Paraguay, y Varela llamó a defenderlo, en vano porque Urquiza, que sin embargo era de los suyos, se hizo el desentendido. Así nos fueron corriendo hasta Salta y luego a Jujuy, y de nosotros se cantaban zambas infames, dijo.
Nos dijo: yo supe convertirme en tigre capiango bajo la voz de mando de Facundo Quiroga, y en rugido deshacía los pechos unitarios hasta terminar con sus despojos enrojeciendo la tierra, pero con Peñaloza ya no pude, dicen que acaso porque se había juntado con Lavalle y Lamadrid, y ese otro bando no admitía brujerías viejas entre sus artes de guerra.
Ellos querían para este suelo lo que llamaban civilización, cosa que consistía en matar a gente como Peñaloza, que sin embargo les sirviera, pero no en combate sino en artera traición. Antes de su muerte fuimos al exilio, nos dijo, hasta que Urquiza se alzó contra Rosas, lo venció y pudimos regresar.
Entonces fue que nuestra fidelidad la heredó Varela. Con él combatimos hasta que nuestra causa fue imposible, también por las armas superiores de los otros y por la traición de Urquiza, que sin embargo era de los nuestros, y al llegar a Jujuy sentí que el cuero de fiera que llevaba en el recado volvía a despedir su hedor repugnante.
Sentí el júbilo inexplicable de la fiera, me oculté tras algún churqui que regaba el río Grande y me revolqué en el cuero como hacía cuando Quiroga llamaba a las armas, como quise hacerlo también cuando mandaba Peñaloza pero no pude.