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Laberintos humanos. La resaca

Miércoles, 13 de enero de 2016 00:30
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Laberintos humanos. La resaca

Así bajamos con Armando para el lado del Matadero, cuando nos chistó un borrachito sentado ante una puerta. Sus ojos rojos no hablaban sólo del vino sino de algo más, de lo que nos fue hablando en cuanto le prestamos atención. Hay algo que se repite tanto que me aterra, nos dijo. Se repite siempre en la mañana al despertar.

Sé que me responderán que les hablo de la resaca, nos dijo. ¿O qué otra cosa es la que se repite siempre en la mañana de los borrachos? Un malestar que marea, que nace descompuesto en la digestión para enturbiar la conciencia, y una sensación de culpa porque el borracho siempre sabe que algo hizo mal durante la borrachera.

El recuerdo del primer vino, cuando aún nos sentimos mal, ese vino que nos alegra porque, mágicamente, nos borra el malestar de la resaca. Pero es una mentira, lo sabemos. Esa cura no es sino el llamado al segundo vaso, que sigue en la euforia del tercero, en certezas que no son más que pavadas, y al fin en lo de siempre.

Y eso de siempre, nos dijo el borrachito, es lo que me atormenta. Tengo la sensación de que algo, en algún momento de la ebriedad, se repite con precisión cada vez para impedirme la salvación, que es algo más que la cura, nos dijo. La cura, para mi enfermedad, es dejar de beber, pero la salvación es que esa cura tenga algún sentido.

Comprendimos con Armando que ese borrachito tenía algo importante para decirnos, y que debíamos escucharlo antes de que cayera nuevamente en las tinieblas de la borrachera, cuando ya no podría hablar sino en balbuceos.

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