¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
16°
10 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Laberintos humanos. Mujer imposible

Miércoles, 06 de enero de 2016 01:30
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Laberintos humanos. Mujer imposible

Después escuchar a la mujer del pesebre y saber que era la misma Virgen, el Varela nos confesó a Carla Cruz y a mí ese deseo profundo, imposible, de que la moza que había amado en la niñez no hubiera muerto. Lo dijo como una confesión, no como algo que pudiera suceder, pero sucedió.

Por la misma calle subía esa moza lejana, la mujer ya muerta en el recuerdo, y cuando le dijo al Varela que si él lo quería, ella se iba, él le dijo que no, porque de irse era que había muerto, como había muerto de no ser por el milagro que la regresaba. Y cuando bajábamos al pueblo, el corazón del Varela se quebraba de dolor.

Uno era su primer amor, el imborrable, pero el de Carla Cruz era ese otro sentimiento que se vuelve definitivo. El primero está teñido de la inocencia, el otro se trama ya con la experiencia. Con Perla de un lado y Carla Cruz del otro, el Varela estaba condenado a tener todo lo que deseaba, pero todo es imposible de tenerse.

Pero al llegar a la esquina de la calle Sorpresa, Perla se desvaneció en el aire ante nuestros propios ojos. Escuchamos el quejido seco de un llanto y ya no la vimos, y cuando Carla Cruz gritó que no, que regresara, el mismo Varela fue quien tuvo que decirle que era lo mejor. Carla Cruz lo miró espantada.

¿Estás seguro?, le preguntó Carla Cruz persignándose, y el Varela afirmó sólo con un gesto, porque las lágrimas le anudaban la garganta. Le tomó la mano, la apretó muy fuerte, y seguimos caminando en silencio. Acaso el mismo Varela supiera que en esa cicatriz se le abría una herida imborrable.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD