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Laberintos Humanos. Vendiendo el alma

Sabado, 13 de febrero de 2016 01:30
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Laberintos Humanos. Vendiendo el alma

Tecú pensó que sólo vendiéndole su alma lograría que el Diablo le permitiera vivir un Carnaval, por lo que ya en octubre empezó con pequeños pecados que debían llamar su maligna atención. En febrero sintió olor a azufre, sonrió victorioso y vio que un humo colorado tomaba cuerpo junto a su cama.

Se materializó a su lado un demonio panzón con un tridente, cola larga y barba en punta. Yo compraría tu alma, le dijo, que total no es tan cara, pero para ser sincero no soy quien te impide carnavalear, que a mí me va muy poco en ello. Pero eso es lo que me dijo una curandera, le dijo el quinceañero Tristán Quispe.

Deberías pedirle que te devuelva el dinero de la consulta, le dijo el Malo. Pero si quieres darme tu alma..., intentó de todos modos y Tecú dijo que no, que sólo la ofrecía para cumplir su deseo de carnavalear. Entonces te volveré a buscar en algunos años, le dijo el Diablo y se esfumó como el aliento vaporoso de un cigarrillo.

Pero ese año, de entre los pecados que cometiera adrede, estaba el de no haber estudiado y llevarse muchas materias, por lo que sus padres lo encerraron bajo llave todo el Carnaval como castigo, y así debió esperar hasta los dieciséis, cuando acaso se cumpliera su deseo.

Ese fue un año económicamente duro, y sus padres lo mandaron de golondrina a cosechar naranjas al Tucumán y luego aceitunas a la Rioja, y en ello Tecú consumió el verano hasta comenzar nuevamente el ciclo lectivo, y a los dieciocho, como sucedía entonces, debió pasar el Carnaval en los cuarteles y esperar otro año más.

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