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Laberintos humanos. Música tropical

Viernes, 26 de febrero de 2016 17:16
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Laberintos humanos. Música tropical

Luis se enamoró de Luisa en ese quince de Anaclara, quien no cumplía sino catorce pero quería aparentar más. Juntó su mano izquierda a la diestra de ella, le puso la derecha en la cintura del vestido floreado y comenzaron a bailar dando giros que no concordaban con el ritmo que sonaba.

Pronto llamaron la atención de los otros asistentes a la fiesta, pero como todos estaban acostumbrados a mentir, dijeron que no eran malos bailarines sino que fingían un vals en medio de lo tropical. Después de la pieza, Luisa y Luis fueron por unos refrescos junto a la mesa, donde Esteban, el primo de Anaclara, les elogió el baile.

Luisa, ofendida por lo que sabía que no era ironía sino falsía, le pidió que no mintiera, que ella era pésima bailando y que su compañero de baile era tan malo como ella. Esteban se sorprendió de sus palabras porque no entendía la necesidad de semejante franqueza, y prefirió buscar otras conversaciones más accesibles.

Luisa le sonrió a Luis, que le sonreía. Decir que era malo bailando no era un insulto sino una verdad, y Luis adoraba la verdad por sobre todas las cosas, aún por sobre su vanidad y por sobre los ojos profundos de Luisa, y le devolvió la gentileza asegurando que tampoco aportaban al baile los kilitos de más de su compañera.

Dijo esto y se quedó mirando los ojos profundos de Luisa quien, amante de la sinceridad, aseguró que lo que decía era cierto, y el resto de los asistentes al quince de Anaclara, incluyendo el primo Esteban, murmuraron sorprendidos por los extraños gestos de Luisa y Luis.

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