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Laberintos humanos. La gresca

Sabado, 26 de marzo de 2016 21:31
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Laberintos humanos. La gresca

Cuando el mayor de los García arrojó la bolsa de hojas de coca contra el pecho de Toronjil, todos sospecharon que aquello podía terminar en una desgracia. No llegó, sin embargo, la sangre al río sino apenas algunas gotas sobre la tierra, porque cuando la gresca ya estaba en lo mejor, los cinco hombres escucharon que la nube con forma de mujer desnuda se reía a carcajadas.

Se reía de ellos, de Natanael Cúspide y Toronjil tanto como de los tres hermanos, cuando quien sabe si fue el viento, pero la nube deshizo el dibujo tan perfecto de una mujer desnuda y opulenta que se reía. Ya no era más que trozos de vapor disperso sobre el cielo de la puna.

Los cinco hombres aguardaron a que retornara el milagro, pero fue en vano. Días enteros sucumbieron a esa melancolía que nos repite que nada tiene sentido, hasta que primero fueron los hermanos García los que se marcharon dejando a Toronjil y a su cuñado darle una chance más a la nube.

Finalmente Toronjil alzó los hombros y le tendió la mano a Natanael Cúspide, diciéndole que regresaría a lo de su novia, donde era lo más seguro que lo aguardaba su hermana, para decirle que ya no existía motivo para la discordia y podía regresar a su hogar. Y así lo hizo, sólo que al cabalgar de regreso, sin ver lo que sucedía a sus espaldas, la nube en el cielo parecía ser una mujer que lloraba al ver que Toronjil se alejaba.

Pero eso ya no lo vio nadie, ni su cuñado ni los García, porque habían aprendido a no mirar hacia lo alto para no volver a caer en el embrujo de esa sirena celestial.

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