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Laberintos humanos. Tropilla canina

Sabado, 05 de marzo de 2016 01:30
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Laberintos humanos. Tropilla canina

Pero el caso del Émulo Benítez no fue el único que divulgaron Luisa y Luis en su campaña por decir a todos las verdades. Otro, entre tantos, fue el de Cáspiro Gutiérrez, hacendado de una tropilla de perros que se reproducía generosa sin darle con ello ninguna utilidad.

Tantos perros tuvo el Cáspiro que pronto tuvo que mendigar para alimentarlos, pero todos sabían que separaba de lo juntado un diezmo para la bebida. Ante semejante situación, la Luisa y el Luis se creyeron en la obligación militante de ir puerta por puerta desenmascarando la hipocresía, con lo que los ingresos del Cáspiro mermaron considerablemente.

Primero les sacó la verdura, que total los perros se las llevan bien con los huesos, pero finalmente evitó el puchero. Lo que nunca dejó de comprarse fue el vinito, porque el vicio es ciego y egoísta, y las denuncias de Luisa y de Luis continuaron hasta que tampoco le alcanzó para el beberaje, con lo que el Cáspiro se la pasaba de mal humor entre perros muertos de hambre.

Así fue que los canes comenzaron a morder las patas de la mesa, las puertas del placar y el resorte del catre, con lo que la Luisa y el Luis se sintieron impelidos a avisarle al dueño de la casa, porque el Cáspiro Gutiérrez contaba en el gremio de los inquilinos, quien terminó por desalojarlo con lo que el pobre hombre terminó durmiendo en la calle junto a su jauría.

Hasta que un día los perros se cansaron, conchabándose unos como ovejeros y otros como meros ochadores de transeúntes, y el Cáspiro se alejó solitario por los cerros.
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