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Laberintos humanos. El tapado de Neonadio

Domingo, 06 de marzo de 2016 01:30
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Laberintos humanos. El tapado de Neonadio

El Cáspiro Gutiérrez vagó solitario gracias a la necesidad de verdad de la Luisa y el Luis, y se lo vio por meses caminando por el cerro acaso buscando un zorro al que acariciarle la cabeza, pero peor le fue a Neonadio Muerez, pero de su mala suerte no pudo echarle la culpa a nadie. Neonadio había dado con un tapado, y en él con cantidad de quintos de plata que habría enterrado algún arriero.

Con el tesoro en la mochila subió al tren en la estación de Tilcara, porque cerca de la estación ferroviaria de San Salvador, le habían dicho, había una joyería que les compraba esas monedas viejas de plata pura a los valientes que se animaban a ser cazadores de tesoros.

No eran pocos los que en la noche agustina de San Bartolo veían una luminaria en el cerro, la desenterraban acuchillando a las fieras que salían de abajo de la laja y tomaban el tren para vender los quintos de plata en esa joyería.

Pero no va que esos quintos no eran de plata pura como solían serlo, sino de plástico, acaso de algún juego del Estanciero que alguien enterrara por error, o por travesura, y el dueño de la joyería, creyéndose estafado en su buena fe, denunció al Neonadio a la policía, que lo detuvo sin requerir más pruebas que el liviano tesoro que había cargado, inocente, desde Tilcara.

Pero, ¿qué le pasa, Dubin? Hace días que viene contando cuentos con semejantes tristes finales, me preguntó Armando, y Carla Cruz y el Varela me intimaron a que dejara esta etapa de mal humor para que los Laberintos Humanos sean, al menos por unos días, más gratos.
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