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30 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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La industria maderera que quedó trunca en Tartagal

Sabado, 10 de septiembre de 2016 01:30
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Un monte cerrado, difícil de penetrar y, en ciertos lugares, un vergel de árboles frutales, plantas y flores multicolores. Así debió ser esta geografía que hoy se muestra mucho más empobrecida por múltiples razones.
En el norte de Salta la explotación maderera fue anterior a otras industrias y un siglo atrás le dio lugar a la conformación de los pueblos de frontera. Unos 100 años atrás a los obrajes madereros llegaban ejemplares de hasta un metro de diámetro. Lapacho, cebil, quina, roble, conformaban esos montes que se ofrecían generosos a la mano de aquellos hacheros que a fuerza de golpe derribaban esos inmensos árboles.
A las cuadrillas de los fornidos hacheros le seguían otros obreros, encargados de apilarlos en un limpio del monte. Allí hacía su incursión el diablo, o zorrero, que se acercaba con las yuntas de bueyes para mover los rollos hasta donde los camiones podían ingresar.
Por increíble que parezca, los controles en la explotación forestal eran más eficientes que en la actualidad y estaban a cargo de la Dirección Provincial de Bosques. Cuando los inspectores sorprendían a algún maderero con rollos de menos del diámetro o largo permitido aplicaban multas muy severas.
Tan pujante se volvió esta industria, que en Tartagal se inauguró la primera fábrica del país de madera terciada en la que trabajaban unos 300 hombres y mujeres. Era el establecimiento de los hermanos Luis y Alberto Langou, dos muchachos tucumanos hijos de un inmigrante de nacionalidad francesa que fue cónsul y que murió cuando viajaba de regreso a su patria.
Los hermanos Langou
Cuando se quedaron sin su padre, siendo aún adolescentes, los muchachos llegaron a Salta. Alberto fue intendente de la capital durante el mandato del entonces gobernador de la provincia, Adolfo Gemes. Eran tiempos en los que a los dirigentes políticos no se les ocurría vivir de la política, por lo que Alberto Langou trabajaba como comerciante representando importantes firmas y con el tiempo se transformó en el proveedor de durmientes de quebracho de aquella empresa encargada de construír las líneas del ferrocarril Belgrano en el tramo norte de la provincia.
Su aserradero estuvo primero en el paraje Campichuelo, 12 kilómetros al norte de Embarcación. Hasta allí ingresaba el tren balasto llevándose los rollos que quebracho que habrían de sustentar los rieles que con los años se extendieron hasta la frontera con Bolivia.
También instaló otro gran aserradero en Tartagal, al frente del cual estuvo otro de los pioneros que llegaron a fundar el pueblo de Tartagal: don Zenobio Villaflor, el primer maquinista que llegó conduciendo el primer tren que ingresó a la estación Manuela Pedraza, como se identificaba en aquellos años al pueblo de Tartagal. En 1940 los hermanos Langou inauguraron la primera fábrica de terciados de todo el país. La mayor parte del personal eran mujeres, ya que el trabajo requería mano delicada.
Pero la inexperiencia cobró un alto precio porque el producto final no resultó como pretendían. Algunos errores en la preparación del pegamento hizo que la calidad no resultara la que demandaba el mercado, no obstante lo cual perduró por al menos una década.

Trabajo y desarrollo en área de frontera
El emprendimiento fabril finalizó, pero continuaron con la explotación forestal. Adquirieron las 40.000 hectáreas que hoy comprenden el municipio de General Ballivián, para lo que conformaron otra sociedad con dos fuertes empresarios salteños. La finca comenzaba en el pie de las cumbres del oeste y llegaba hasta 15 kilómetros más al este de donde hoy se extiende la ruta nacional N´ 34.
Trabajo para los pobladores de aquel entonces, desarrollo para los pueblos de frontera. Eso implicó la explotación maderera por más de 10 décadas en la región.
Pero hoy, las consecuencias de una mala política, la falta de controles y seguramente la falta de conocimiento y conciencia ambiental de cientos de los madereros, han diezmado los montes.
Pero nunca será tarde para encarar un plan de recuperación de aquellas especies autóctonas valiosísimas que caracterizaron al norte de Salta y que le dieron una riqueza impensada en estos tiempos.
Ese es el desafío que deberán enfrentar quienes, como los hermanos Langou, no escatimaron esfuerzos para desarrollar esta industria casi desaparecida en la actualidad.
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