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Gestión de emociones para sobrevivir a las fiestas de fin de año

Según especialistas, el consumismo se apodera de la Navidad y el Año Nuevo. Recomiendan poner el foco en la espiritualidad y hacer primar el interés colectivo. 
Sabado, 23 de diciembre de 2017 23:21
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Josefina se peleó con su marido porque él quiere pasar la Nochebuena con su núcleo familiar primario y ella perderá la tradicional reunión con sus padres y las familias de sus dos hermanas. 
Marcela se pregunta por qué la compra de insumos para las cenas y almuerzos posteriores a Navidad y Año Nuevo -que estuvo a cargo de su madre y su hermana- arrojó una factura de seis mil pesos a repartir en partes iguales con esta última, si los comensales son solo tres personas. 
José trabajará hoy hasta las 17 y viene con el cansancio acumulado de una semana de balance contable. Adoraría dormir temprano esta noche y recuperarse para celebrar con mejor ánimo al día siguiente. 
Como ellos, muchos sienten que no están donde deberían o que fuerzan situaciones en contra de sus deseos durante las fiestas. 
Sobre ello El Tribuno dialogó con la Lic. Carina Salas, especialista en Psicología Clínica, terapeuta, supervisora y facilitadora EMDR. “A pesar de las situaciones y la vida misma las fiestas llegan y habrá encuentros inevitables que van a resultar en una fuente de generación de conflictos en las familias”, definió. Añadió que es importante la conciencia de que se puede elegir el modo como se afrontarán esas situaciones, sobre todo las emocionales que, según Salas, se empiezan a ver bajo una lupa. 
“Todo se potencia, tanto las emociones y sentimientos positivos como las emociones y sentimientos difíciles. Lo que nosotros tenemos que generar es una mayor conciencia emocional, una mayor idea acerca de cómo reconocer nuestros estados emocionales y así poder regular y tener una apropiada gestión emocional de nuestros estados de ánimo”, definió.
Agregó que durante las fiestas se genera un mensaje mediante el cual la gente se ve obligados a estar feliz, contagiada por el denominado “espíritu navideño”. 
“Todos vivimos situaciones difíciles en la vida, adversidades, pérdidas, duelos y muchas veces vamos a experimentar momentos en los que vamos a extrañar a quienes no están, vamos a continuar haciendo el duelo por algunas pérdidas de trabajo o de personas significativas en nuestras vidas y esto también va a formar parte de las fiestas”, enunció. 


La idealización

Otro aspecto que debe ser tenido en cuenta es no idealizar a la familia. “Todo aquello que sucedió durante el año va a suceder probablemente durante la noche de Navidad: los estilos y modos personales de cada uno se replicarán, por lo que conviene manejarse frente a la realidad”, aconsejó Salas. 
Asimismo, cabe la reflexión interna de con qué familia se va a pasar la Navidad, si con parientes reales, con fortalezas y debilidades, o con parientes idealizados. “Si optamos por esto último vamos a sentir frustración porque no vamos a encontrar esa realidad”, sintetizó Salas. Luego, en relación con la definición del plan para pasar las fiestas aconsejó que cada uno se proponga ser flexible a nivel emocional para adaptarse a los diversos programas familiares. “Es necesario aprender a ceder para hacer prevalecer el bienestar colectivo sobre el individual”, dijo. 
Y con este ítem guarda relación el poner el acento en los conflictos y las diferencias individuales o en aquellos otros factores que van a ayudar a consolidar la familia. 
“Debemos rescatar valores importantes y si no pasamos con la familia lo hagamos con algún vecino, algún amigo o una persona a la que podamos elegir para sentirnos emocionalmente bien”, manifestó. 
Por último, señaló que otra cuestión primordial es dilucidar qué propósito personal se va a plasmar en las fiestas y cómo se resignificarán las situaciones. 
“Lo importante no son en sí las fechas, sino lo que significan para cada una de las personas, las vivencias que cada una de las personas tienen en relación con estos acontecimientos. Se deben recordar los verdaderos valores de estas fiestas, que pasan a ser emocionales, y estos son los importantes. Lo importante no es el consumo, el regalo y las cartas a Papá Noel, el verdadero valor tiene que ver con lo emocional, con poder rescatar valores como la gratitud, la generosidad, la responsabilidad del cuidado para nosotros mismos y el cuidado de quienes queremos. Y es importante recordar estos valores y ponerlos en práctica, no solo en las fiestas, sino como estilo personal de vida”, acotó. 
Coincidió con ella la facilitadora gestáltica Carolina Fernández, para quien todo parte de tomar conciencia de qué se está festejando. “Si no somos conscientes del ritual que vamos a hacer o de lo que se festeja, la pregunta queda abierta: ¿para qué estoy haciendo lo que estoy haciendo?”, señaló. 
Además, indicó que resulta crucial darse el tiempo y el espacio para una preparación previa relacionada con la conciencia de qué se hará. Sobre todo para no “caer en la vorágine de las masas de que hago eso porque mis abuelos lo hacían y mis padres lo hacen, y terminamos no teniendo idea de qué es lo que estamos haciendo y para qué”. 
Así advirtió contra los llamados mandatos familiares, a decir del psicólogo Miguel Espeche, “aquel sistema de traspaso de una generación a otra de algunas ideas, conocimientos, valores, imperativos, criterios y horizontes, forman parte de la evolución no solo mental, sino también cultural y social de nuestra especie”. 
Es sabido que los mandatos conllevan el castigo de la pérdida del amor si no se cumplen, por ello resultan tan delicados. 
“El mandato lo tomo de la familia y se llama intrayecto, y siempre desde que soy chiquita cada vez que se festejan Navidad y Año Nuevo, hay que festejarlo en familia. Es un mandato familiar, cultural, también religioso. Ahora si yo me pongo a ver si ese mandato a mí me sirve realmente, yo ahí adquiero libertad. Porque puedo elegir, si realmente me sirve o no, tengo la capacidad de decir a mí no me sirve y no lo voy a llevar a cabo”, detalló.
Agregó que con todo mandato se cuela la parte manipuladora del sistema familiar, el mecanismo de venganza y recompensa. “Estamos acostumbrados y recibimos el mandato de que a Navidad hay que pasarla en familia. Pero, ¿me sirve ese mandato? ¿Realmente lo quiero? Y no, no quiero. Este año quiero pasarla con amigos o ir de viaje sola con mi pareja. ¿Puedo? Y entonces veo si el mandato es más fuerte a lo que yo quiero y necesito o no”, describió. 
También para Carolina Fernández es sustancial apartarse de prácticas relativistas y de consumo excesivo. 
“El para qué me permite salir del consumismo de esta época, en la que todo el mundo se pone loco por comprar regalos o armar un árbol divino, cuando en realidad el festejo tiene que ver con el nacimiento de algo espiritual, que se conecta con el mundo espiritual y son poquitas las épocas del año en las que hacemos alusión a lo espiritual. Una de ellas es la época de Pascuas y la otra el nacimiento de Cristo”, afirmó. De acuerdo con ella más allá de que crea o no en la venida del Salvador de los hombres y del fervor o la práctica religiosa, por un egregor energético el juntarse y el llevar a cabo rituales específicos afecta a todo el mundo. 
“La Navidad es un ejemplo de sincretismos. Muchos buscan tener el más grande, con más adornos o luces y le cuelgan objetos que no saben qué simbolizan, así como tampoco conocen qué simboliza el árbol de Navidad, que tiene que ver más con rituales paganos. Y el consumismo del regalo de Papá Noel, que tiene que ver con un ritual turco”, destacó.
 

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