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De por sí la hipertensión arterial (HTA) es una enfermedad “silenciosa” que no ofrece síntomas, lo cual la hace más compleja de diagnosticar. Además, hay una serie de falsas creencias que circulan en torno de ella y que complican todavía más su adecuada prevención, control y tratamiento. La HTA se presenta cuando los valores del control superan los 140/ 90 mmHg.
Tanto la presión sistólica como la diastólica (máxima y mínima, respectivamente) deben estar por debajo de ese límite considerado como normal.
Si tenemos en cuenta que en la Argentina 1 de cada 3 personas mayores de 18 años es hipertensa, queda claro que estamos ante una dolencia muy difundida que potencia el riesgo de padecer un infarto o accidente cerebrovascular (ACV).
A fin de prevenir esta enfermedad, la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA) destaca que es necesario erradicar siete falsos mitos que la rodean. El primero es que la HTA recién se presenta a partir de la mediana edad. Si bien es cierto que el aumento de la presión sistólica (o máxima) tiende a ser mayor luego de los 40 años, los datos indican que aproximadamente el 4% de los jóvenes padece HTA. La presión sistólica suele permanecer equilibrada entre los 20 y los 40 años, para aumentar posteriormente de manera progresiva. Por su parte la diastólica aumenta gradualmente desde los 40 hasta los 55 años, y luego se equilibra o se reduce.
El segundo es que lo esencial es controlar la presión mínima cuando la realidad es que el incremento de ambos valores -presión mínima y máxima- aumenta el riesgo cardiovascular. De hecho, luego de los 50 años la presión sistólica (máxima) es la que suele tener mayor incidencia. Con lo cual resulta fundamental que el control se haga sobre los dos valores.
El tercer mito, muy difundido también, indica que con limitar la sal en las comidas es suficiente para la prevención. Abandonar o reducir el consumo de sal es una buena medida para equilibrar la presión arterial, pero obviamente no basta. Las personas con HTA tendrán que seguir un tratamiento. Lo que sí es cierto es que la medicación suele tener mayor impacto cuando el consumo de sal es reducido.
Hay un cuarto principio erróneo que indica que el dolor de cabeza es una señal inequívoca de presión alta, cuando la HTA no suele presentar síntomas claros y el dolor de cabeza puede deberse a múltiples causas. El único modo de saber si la presión supera el límite normal, es efectuarse un control periódico.
Asimismo, es un mito popular que la hipertensión se debe a los nervios, cuando puede reconocer varias causas: estrés, antecedentes hereditarios, consumo desmedido de sal, vida demasiado sedentaria, etc. Los nervios no son un causal de HTA y la prueba es que muchas personas nerviosas no padecen esta enfermedad. Lo que sí existe es el factor conocido como “hipertensión de la bata blanca”: hay personas que experimentan aumentos de la presión debido a los nervios que les ocasiona el control. Por ello se sugiere realizar más de una medición.
Los hipertensos pueden consumir moderadamente café (entre 1 y 3 tazas por día). Y por último, tal vez el mito más peligroso es que si las mediciones dan bien no es necesario continuar con el tratamiento.
Riesgo de muerte cardiovascular
En buena parte de los casos la hipertensión arterial es una dolencia crónica. Si el paciente tratado abandona la medicación su nivel de presión arterial volverá a elevarse. Por lo tanto no se debe interrumpir la toma de la medicación ni reducir las dosis, a menos de que el médico así lo indique. Hacer a un lado los mitos en relación con la enfermedad es necesario ya que ayudará a aclarar un poco el panorama en torno de la prevención y el tratamiento de la HTA. Como es sabido, el adecuado control reduce el riesgo de contraer otros males y padecer muerte cardiovascular. Las medidas de prevención reales y que sí funcionan son reducir el consumo de sal, mantener un peso adecuado y realizar ejercicio físico regular. La prevalencia en la Argentina es del 36,7%. Esto equivale a decir que 1 de cada 3 argentinos es hipertenso.