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Con un cuerpo de 9 docentes, la escuela especial rosarina Santa Lucía acompaña el aprendizaje de 22 niños que tienen síndromes que no les permiten integrarse a la educación común. El objetivo principal es mejorar su sistema comunicativo, una de las principales falencias en la educación.
Adheridos al programa de Abordaje Pedagógico Complejo, las maestras luchan a diario para que aquellos niños que han nacido con más de una discapacidad tengan una mejor calidad de vida. Para ello, trabajan bajo los lineamientos de la fundación Perkins, institución internacional que tiene su sede central en Córdoba.
En diálogo con El Tribuno, la coordinadora en Rosario de la Frontera, Eleonora Moya, brindó algunos detalles sobre el trabajo diario que se hace con los chicos, sus familias y un equipo interdisciplinario formado por docentes, psicólogos, asistente social, entre otros.
"Desde 2013 realizamos un trabajo sostenido y planificado para este tipo de chicos. Tenemos casos de parálisis cerebral y autismo o retraso madurativo y ceguera, entre muchos más. Son niños que tienen más de una problemática y nos dedicamos sobre todo en lo comunicacional, que es una de las principales barreras. Para eso se emplean calendarios diarios, mensuales y anuales con imágenes y momentos de cada actividad, así ellos saben que cada cosa lleva su tiempo", comentó.
Perkins tiene como objetivo principal romper el aislamiento y la negligencia que afectan a estos niños y transformarles su futuro a través del poder del aprendizaje. Según los grandes especialistas, todos pueden aprender y desarrollarse a pesar del grado de discapacidad que posean. Perkins School for de Blind fue creada en 1829 como la primera escuela para ciegos en Estados Unidos y hoy se ha convertido en una institución líder a nivel mundial.
Por su parte, la directora de la institución, María Elena González, hizo hincapié en que los profesionales que trabajan con los alumnos reciben periódicamente capacitaciones y se organizan encuentros provinciales para padres. "Ellos están separados por edades, como una escuela común. Se trata de respetar la edad y que comparta las mismas actividades que sus pares. Se debe dejar de tratarlos como bebés. Por ejemplo, a un niño de 10 años no se le puede seguir poniendo babero o hacerlo escuchar la canción del Sapo Pepe. Hay que respetar sus tiempos y edad", recalcó.
Dentro del programa se trabaja con niños desde los 4 hasta los 14 años. Los docentes saben que es imprescindible el apoyo de la familia y por eso interactúan constantemente. "Las mamás son las que más aportan porque perciben cuando su hijo tiene hambre, frío, molestia. Ellos siempre expresan algo, pero tienen que desarrollar mejor su capacidad de comunicación para desenvolverse de mejor manera en su vida. Se realiza una planificación de trabajo para cada chico teniendo en cuenta el diseño curricular para ver qué contenidos se van a trabajar. Hay que realizar actividades que les sirvan para la vida. Por ejemplo, no tiene sentido hacer un collage con polenta o yerba porque estamos descontextualizando la situación, ya que esos elementos sirven para comer y ellos deben entenderlo de esa manera".
Cabe destacar que también se realizan actividades funcionales de integración a contextos pertinentes. Se hacen visitas a granjas y se interactúa con animales. También van a supermercados o viveros. "Tener en cuenta los contextos es fundamental, como darle de comer en la cama cuando ellos deben saber que se come en la mesa y todos juntos", indicó.