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La escuela OEA ayuda a otras escuelas

Alumnos y profesores viajan a parajes alejados.Allí construyen y arreglan otras escuelas.
Lunes, 01 de octubre de 2018 03:03
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Había que trasladarse más de 100 kilómetros hacia el este de la ruta nacional en pleno Chaco salteño para llegar a la escuela albergue de la comunidad El Pescadito, donde estudian unos 120 chicos entre criollos y aborígenes.

Pero no era solo llegar, era trasladar mercadería, herramientas, maquinarias, electrodos, equipos de seguridad para que las 30 personas que iban desde la escuela de educación Técnica OEA, de Tartagal, pudieran concretar el propósito de semejante travesía: construir en cuatro días un aula desde los cimientos hasta el techo y mejorar la estructura de la escuela del paraje, ubicada en el límite de los departamentos San Martín y Rivadavia.

Durante las jornadas de trabajo, que comenzaban al amanecer y finalizaban bien avanzada la noche, los alumnos y los profesores lograron su cometido y sobre todo, los chicos compartieron durante esos cuatro días con sus pares.

La experiencia es enriquecedora porque los habitantes de ese paraje carecen prácticamente de todo y tienen en la escuela albergue, en la que residen de lunes a viernes, la única opción para salir de la carencia económica en la que viven ellos y sus familias: acceder a una buena educación.

Pero como dice el impulsor de toda esta iniciativa, el profesor Normando "Corto" Villagra, "no hay palabras para describir lo que se siente, cuando esos chicos y esos colegas docentes te estrechan la mano diciendo gracias, pero en sus miradas uno ve que no es solo una expresión sino que viene de lo profundo del corazón".

"Pero saber que esos chicos, por mucho tiempo, tendrán un mejor lugar donde estudiar, donde aprender, en lugar de hacerlo debajo de un algarrobo, como era hasta ahora, es lo que nos hace sentir que el esfuerzo valió la pena", expresó el docente tartagalense todavía emocionado por la experiencia vivida por él y sus alumnos.

Uno de los primeros trabajos que el profesor Villagra, junto a un grupo de chicos realizó "fue hace muchos años en una comunidad cercana a Tartagal, ubicada sobre la ruta 34, donde un día se nos ocurrió ir a reparar unas 100 sillas que estaban apiladas".

"Siempre pensé que las escuelas técnicas, donde los alumnos aprenden otras habilidades que no las tiene un chico de un bachillerato, debían servir para mucho más que el aprendizaje mismo y que aplicarlas en prácticas solidarias era lo ideal. A esa primera escuela le siguieron otras donde se fueron sumando algunos colegas docentes y más chicos y así, en el 2016 nos fuimos al valle de Acambuco donde hay varias escuelas que necesitaban reparaciones en los techos, en las puertas y ventanas, donde había vecinos que necesitaban que les ayudemos a reparar el carrito en el que transportan la leña y tantas otras necesidades", relató Villagra.

La experiencia fue tan positiva -y tan difundida en el ámbito de las escuelas rurales- "que este año, que fuimos a la escuela de El Pescadito teníamos 8 pedidos. Tuvimos que evaluar las necesidades para elegir adónde vamos a llegar con nuestro conocimiento y nuestras ganas de hacer algo por otros chicos y docentes que estudian o trabajan en condiciones muy difíciles".

Y relató que "los chicos que van a la escuela OEA son de humildes condiciones económicas, pero ver esa otra realidad les hace entender muchas cosas y abrir la cabeza".

Pero un proyecto como el de construir nuevas aulas o reparar la estructura existente, demanda recursos que los mismos profesores y alumnos de la OEA recaudan haciendo rifas, vendiendo empanadas, pizzas o haciendo bingos.

"Trasladar a 30 personas más los elementos de trabajo implica mover varios vehículos; lo último que queremos es ir a comerle la poca comida que los chicos tienen en las escuelas rurales así que tenemos que ir con todo, incluida hasta el agua y las donaciones", dijo.

"Si no llevamos más cosas, como material didáctico, es porque ya no tenemos lugar en los vehículos", agregó.

El año pasado el viaje se hizo la escuela albergue de El Traslado, también a unos 100 kilómetros al este de la ruta 34. Allí se reparó una galería, aulas, y el lugar donde se preparaba la comida para los chicos que eran unas cuantas chapas sujetas a un par de orcones.

"Los chicos hacen la parte de albañilería y los profesores nos ocupamos de los detalles más finos, como soldaduras y otros más específicos. Pero es tan buena la experiencia que a los docentes nos sirve para saber qué tan preparados están nuestros alumnos. Muchos de ellos, al salir de la escuela no van a tener la posibilidad de seguir estudiando, entonces que tengan un oficio bien aprendido es un logro", precisó.

 

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