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La catástrofe silenciada

Los datos sobre subas y bajas de la pobreza no hacen más que remarcar el fracaso de la política y la economía en las últimas cuatro décadas.
Jueves, 12 de abril de 2018 20:53
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El primero de abril, en su mensaje de apertura del año legislativo, el gobernador Juan Manuel Urtubey informó que la pobreza había bajado en nuestra provincia respecto al año anterior, por encima de la media nacional, según datos aportados por el Indec.

Es imprescindible, en este punto, tener en cuenta que, el aumento de la pobreza estructural es el problema más grave de la Argentina. Mientras que en América Latina, el número de pobres retrocedió desde el 42% al 28% entre 1983 y 2016, en nuestro país trepó desde el 16% en el comienzo de la democracia al 30% en 2015, 32% en 2016 y 26% en 2017 (durante el Proceso de Reorganización Nacional ya se había cuadruplicado). Ese balance, que es el más importante de todos, está ausente de la agenda de gran parte del espectro político. Y no admite distracciones ideologizantes ni eslóganes simplistas.

Las pobrezas

El deseo de pobreza cero no deja de ser una valiosa expresión de anhelo. La crudeza de la realidad nos indica que las necesidades sociales son muchas y cada vez mayores. Más que elocuentes son las cifras aportadas en sus informes anuales por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA), coincidiendo con el Indec que el año pasado los niveles de pobreza e indigencia mostraron un leve retroceso respecto de 2016.

Tradicionalmente los niveles de pobreza se han medido a través del consumo y el ingreso, en Argentina actualmente la medición se hace de acuerdo a la cantidad de productos que se pueden comprar de una canasta básica que mide la pobreza y la indigencia, es decir solo se computa el ingreso en pesos del grupo familiar.

Otra metodología para medir la pobreza que ha venido creciendo entre los analistas es la idea de la “multidimensionalidad”, consiste que a los ingresos también se le agregan otras variables como vivienda, salud, educación, trabajo o transporte.

Si medimos solo la pobreza por los ingresos, podemos llegar a un porcentaje determinado, pero si observamos que por ejemplo ese grupo familiar no tiene baño, carece de obra social, los padres no reciben ingresos mensuales seguros o los hijos no van a la escuela, observamos otro tipo de pobreza.

Es la que determinamos con la idea de multidimensionalidad y que proyecta cifras diferentes y más graves las informadas habitualmente. En un país donde casi el 50% de la población recibe subsidios del Estado y es altísimo el porcentaje de personas que son empleados de organismos públicos, es relevante el dato suministrado en 2008 por el Observatorio: el 15% de los hogares argentinos registran tres generaciones de desocupados. Eso bien puede llamarse “exclusión”.

Balance en rojo

Según el último informe anual del Observatorio en 2017, con un cambio metodológico que guiara las mediciones para la serie 2017-2015, determinó que el 31,4% de la población es pobre (unas 13.5 millones de personas) en 2016 era el 32,9% y el 5,9% es indigente ( 2,5 millones de argentinos), pero a los efectos de comparar los datos con los años anteriores y por el método anterior determinó que ve una caída de 4.3 puntos en la tasa de pobreza del 32,9% al 28,6%.

El titular del Observatorio, Agustín Salvia explicó que “hoy hay menos pobres proporcionalmente que en 2015, pero hay un poco más de indigentes” en cifras podríamos decir que “180.000 personas más pasaron a ser indigentes, pero tenemos 600.000 menos en la pobreza” y para concluir con su análisis explicó que “hay menos pobres que en 2015, pero los pobres de hoy son más pobres porque están más lejos de salir de la pobreza”. Es decir, se amplió la brecha de pobreza que marca la distancia media entre los ingresos de los hogares que están en esa condición respecto del valor de la canasta básica de alimentos (subsistencia) que marca la línea de pobreza, es decir menos pobreza pero más profunda. El 28,6% determinado por el ODSA-UCA con la metodología de cálculo que contempla solo el ingreso se parece a la cifra oficial informada por el Indec para el segundo semestre de 2017. El Indec determinó que las mejoras más notorias ocurrieron en las provincias del norte donde existen los índices de pobreza más altos.

En Salta

Nuestra provincia junto a al resto del NOA y las del NEA está entre las menos desarrolladas de Argentina y, por supuesto, estamos en un territorio de los más pobres del país. El escenario es más que preocupante; la población que está bajo la línea de pobreza, la cantidad de niños en esta situación, sus consecuencias, la pobreza hereditaria y la falta de trabajos y empleos sustentables son las causas más importantes de esta situación.

Si observamos que un 28% de la población está en situación de pobreza según datos de Indec y de esa franja etaria cerca del 46% de nuestros niños se ubican en lo que llamamos pobreza infantil, entiendo que se imponen afianzar las políticas de protección social especialmente las dedicadas a los niños.

Recordemos que los datos mencionados corresponden a mediciones hechas por el Indec y de la Encuesta Permanente de Hogares donde no se computaron a personas que están radicadas en zonas rurales y en lugares periurbanos, deduciendo que estos datos serían mayores.
Los programas sociales que protegen a nuestros menores contribuyen a que esta cantidad no sea superior, se deben realizar inversiones para evitar que estos niños que hoy son pobres no sean los pobres de mañana.

Sabemos que si en los primeros mil días de vida de cualquier niño no se alimenta con las suficientes y necesarias vitaminas y proteínas se genera un daño en estos que les dura toda la vida y que ocasiona además pobreza hereditaria, por ejemplo el programa “Copa de Leche” o la Asignación Universal son ejemplos de estas inversiones que se deben profundizar.

A modo de reflexión, observamos con preocupación que la dependencia a estos planes ha aumentado muchísimo, como así también el aumento en nuestra provincia de la cantidad de merenderos y comedores comunitarios, significa que cada vez más gente recurre al estado o a otras voluntades, como la iglesia o las organizaciones sociales porque no le alcanzan sus ingresos para cubrir sus necesidades.

Más población, menos empleo

Otra de las causas de la pobreza no solo en nuestra provincia sino en todo el país es que en estos últimos años ha crecido más la población respecto a la cantidad de nuevos puestos de trabajo generados, esto ocasionó que aumente la economía informal o en negro, donde Salta es una de los líderes con mayor cantidad de trabajadores informales, que por necesidad cobran menores retribuciones.

Unicef, en un documento realizado con información obtenida de la Encuesta Permanente de Hogares y elaborada por el Indec, determinó que para el cuarto trimestre de 2016 la pobreza infantil y adolescente ascendía al 85% en aquellos hogares donde el jefe o jefa de familia está sin empleo.
Esta situación es aún más crítica si los padres son jóvenes, no completaron su educación media, están desocupados, tienen un empleo informal, o si el adulto a cargo es una mujer.

Según estudios realizados por el Instituto de Estudios Laborales y Desarrollo Económico (Ielde) cuyo director es el economista Jorge Paz, determinó en un reciente informe que de los más de 13 millones de chicos y chicas de argentina menores de 18 años, más de cinco millones están en situación de pobreza y, de ellos, un millón trescientos mil se encuentran en los umbrales de la “extrema pobreza” es decir que no comen todos los días.

Es necesario empezar a trabajar con los niños para terminar con la pobreza hereditaria, que no sea caldo de cultivo del narcotráfico, para que no ocupen puestos marginales como sus padres y que no sean los herederos de la pobreza de sus progenitores. La realidad nos marca el diagnóstico, el resto depende de todos nosotros para terminar con este flagelo.
 

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