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El padre obispo Marcelo

Viernes, 01 de junio de 2018 00:00
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Una noche, durante la toma de posesión del obispo de Jujuy, me encontré, después de la ceremonia, con unos amigos del ambiente eclesiástico y entre ellos con Marcelo Colombo, recientemente preconizado como arzobispo de Mendoza. Él estaba aún como obispo de Orán, diócesis de la que fue trasladado hacia la provincia de La Rioja, como su obispo titular.

El "padre obispo Marcelo", como gusta ser llamado, estaba muy preocupado por su diócesis de Orán, que afrontaba serios problemas sociales unidos a una Iglesia frágil, nueva y con escaso clero. Me preguntó si conocía sacerdotes que habían dejado el ministerio por diversas circunstancias personales y no habían resuelto su vida o su relación con la Iglesia, para poder ayudarlos a encontrar un camino de servicio. Me sorprendió esa actitud de padre y de pastor en busca de la oveja extraviada. Un hombre de Iglesia que no condenaba ni prejuzgaba y ponía de manifiesto una actitud netamente evangélica.

Marcelo Colombo es abogado egresado de la UBA y doctor en derecho canónico de la Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma, además de poseer una sólida formación filosófica y teológica. El papa Francisco, quien conoce bien la Argentina y en especial el norte, pensó en monseñor Colombo para la diócesis de La Rioja en el año 2013 frente al inicio del juicio por el asesinato de monseñor Angelelli durante el proceso militar. Monseñor Colombo, no sólo acompañó al pueblo de La Rioja como pastor en busca de la verdad histórica sobre la muerte de otro pastor, sino que puso más luz en la vida de este mártir que, tal vez, pronto sea beatificado.

A pesar de que en el discurso de despedida al CELAM, en Río de Janeiro durante el Encuentro Internacional de Jóvenes, el papa Francisco manifestaba su posición respecto a la estabilidad de los obispos en sus cargos, promovió al padre Marcelo Colombo de Orán a La Rioja. Necesitaba un hombre del Derecho con espíritu de padre, ternura y firmeza. Decía Francisco, "el obispo debe conducir, que no es lo mismo que mandonear. Los obispos han de ser pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan "psicología de príncipes". Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de una Iglesia sin estar a la expectativa de otra. Hombres capaces de estar velando sobre el rebaño que les ha sido confiado ... sobre todo para cuidar la esperanza: que haya sol y luz en los corazones. Y el sitio del obispo para estar con su pueblo es triple: o delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos".

En estos días monseñor Colombo es promovido nuevamente a otro destino, después de cuatro años en La Rioja debe marchar pastorear la Arquidiócesis de Mendoza. Parece una contradicción de Francisco, pero hoy el padre Marcelo es requerido en Mendoza, donde una Iglesia herida debe afrontar la vergenza del Instituto Antonio Próvolo. No es el único problema de esa diócesis, pero se necesita la pericia, el tesón y la mansedumbre de un hombre de Iglesia, siempre dispuesto a enfrentar los mayores desafíos que Dios le pone en el camino. Por eso, el padre obispo Marcelo es un pastor con olor a Iglesia, sujeto a la obediencia de trabajar por la justicia y la paz en medio del pueblo creyente.

 

 

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