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Alianza de China e Israel por tecnología

Jueves, 07 de junio de 2018 00:00
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Los avances en la cooperación entre China e Israel en el sector de la alta tecnología abren un nuevo e impensado escenario en la puja por el liderazgo global que el coloso amarillo pretende disputar con Estados Unidos.

Israel, un pequeño país con 8.500.000 habitantes y un territorio de 20.770 kilómetros cuadrados (un tamaño equivalente a Tucumán) supo erigirse en el principal socio estratégico de Estados Unidos en la exploración de las nuevas tecnologías.

Ahora se le presenta la oportunidad de establecer una relación similar con China. Esta nueva sociedad no puede sino generar cierta aprehensión en Washington. Los norteamericanos están abiertos a la cooperación con China en todos los terrenos imaginables pero con una excepción: la preservación de su primacía tecnológica, que es el "núcleo duro" del poder mundial.

La experiencia israelí

Por su condición geográfica de pequeño enclave rodeado de enemigos, desde su nacimiento hace 70 años Israel privilegió la tecnología y la innovación.

El flamante Estado israelí estableció el desarrollo tecnológico como prioridad estratégica. Esa decisión se expresó claramente en el campo de la educación.

Un informe de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE) consigna a Israel como uno de los países con la población más educada del mundo: "con el 47% de las personas de entre 25 y 34 años con un título terciario en 2016, Israel está por encima de los promedios de la OCDE".

Al mismo tiempo, el Estado es un activo promotor de la innovación tecnológica. La inversión estatal en investigación y desarrollo alcanza al 4,6% de su producto bruto interno.

Luego de Corea del Sur es el porcentaje más alto del planeta. Desde 1991 ese aliento se multiplicó con la creación del programa Yozma, un sistema de proyectos de capital público - privado para resolver los problemas de financiación de los nuevos emprendimientos en su primera fase de desarrollo.

El Estado proveía de entrada un 40% del capital y otorgaba al socio privado la posibilidad de adquirir esa parte a los cinco años. La implantación de este mecanismo coincidió en el tiempo con el colapso de la Unión Soviética, que impulsó la llegada masiva de un millón de inmigrantes rusos, en su mayoría de altísimo nivel profesional. Uno de cada tres de esos inmigrantes era ingeniero, científico o técnico.

Esas ventajas cualitativas le permitieron a Israel transformar en muy poco tiempo, mediante el uso intensivo del riesgo, un desierto en un vergel apto para desarrollar una agricultura moderna y competitiva que le posibilitó subsistir en ese entorno hostil. También acentuaron el énfasis en las industrias para la defensa, que suelen constituir el campo originario de los adelantos tecnológicos que luego se esparcen a lo largo del sistema productivo. El Ejército israelí es una de las principales incubadoras de empresas tecnológicas del planeta.

Y llegaron los chinos...

Por todas estas características, las grandes compañías estadounidenses de alta tecnología encontraron en Israel un terreno fértil para sus inversiones y la tercerización de algunas de sus actividades. Google tiene en Israel su principal filial en el exterior. Lo mismo ocurre con otras firmas similares. Los fondos de capital de riesgo de Wall Street invierten abundantemente en las "starts up" (pequeñas empresas tecnológicas) israelíes, cuyo rendimiento promedio es el más alto del mundo. El ecosistema de emprendimientos tecnológicos israelíes funciona en clara sintonía con Silicon Valley.

El año pasado se registraron 14.000 "stats up" y se cerraron solo 800. Israel es el tercer país del mundo, después de Estados Unidos y China, en cantidad de empresas cotizantes en el famoso índice de firmas tecnológicas de la Bolsa de Valores neoyorquina (Nasdaq).

China, cuya nueva prioridad estratégica es erigirse en un "centro global de innovación y conocimiento", vio en Israel una extraordinaria oportunidad y se lanzó a imitar a Estados Unidos. Para avanzar en esa dirección, le ofreció a los israelíes lo mismo que antes a los norteamericanos: la apertura de su inmenso mercado interno de consumo. Los resultados fueron impresionantes. En pocos años, Israel ocupa el segundo lugar, después de Rusia, en la cooperación técnico-militar con China. Actualmente exporta al coloso asiático sistemas electrónicos de control de fuego para la Marina, aparatos de óptica y comunicaciones, misiles de crucero y misiles aire - aire, vehículos aéreos no tripulados, simuladores de aviación y otras armas de su variado arsenal tecnológico. Israel pasó a convertirse en un actor fundamental del programa de desarrollo de las Fuerzas Armada chinas y de su industria de defensa.

Un plan muy seductor

Pero la zanahoria china incluye también un formidable paquete de inversiones de infraestructura. Los chinos controlan hoy los puertos de Haifa y de Asdod, dos de los tres más importantes de Israel, donde se ubican las bases de la Armada israelí. Proyectan también la construcción de una línea ferroviaria para unir el centro de Israel con el puerto de Eilat, en el Mar Rojo. China se plantea transformar a Israel en un importante centro logístico entre Europa y Asia.

Paralelamente, la inversión china se canaliza en la adquisición de empresas israelíes. Esas inversiones, que en 2005 eran de 1.000 millones de dólares, treparon a 16.500 millones de dólares en 2016. Pero la novedad más reciente es que ese enorme flujo de capital, con fuerte impacto en una economía relativamente pequeña como la israelí, empezó a orientarse hacia las firmas de tecnológicas.

El Fondo China - Israel, creado el año pasado por el gobierno de Beijing, fue el primero de tres fondos chinos destinados a las inversiones en tecnologías de seguridad nacional, robótica y cibernética, que se proponen la adquisición de empresas en cualquier etapa de desarrollo, desde nuevos emprendimientos hasta compañías consolidadas.

Este proceso gradual, que venía avanzando sin prisa pero sin pausa durante el último quinquenio, se aceleró bruscamente con el ingreso a la Casa Blanca de Donald Trump.

Las restricciones impuestas por la nueva administración a la actividad de las empresas tecnológicas chinas en Estados Unidos, motivadas por la creciente preocupación norteamericana por la pérdida de su liderazgo en ese campo estratégico, incrementaron el interés de Beijing en Israel.

Para Tel Aviv, este entendimiento ofrece una ventaja estratégica nada desdeñable: el compromiso de China con la existencia y la seguridad del Estado de Israel.

 

 

 

 

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