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La humanidad como forma de convivencia optó por adecuar su conducta pública y privada a principios y valores mayoritariamente aceptados y legalmente instituidos.
Asistimos al cambio de paradigma con destino incierto.
Es tangible la degradación del "respeto por la vida" en nuestra sociedad. Los asaltantes y simples motochorros, que fusilan o apuñalan impiadosamente a sus víctimas, los femicidios y demás, son prueba de ello.
También es un ejemplo la defensa del aborto como solución a las madres sin medios, para obtener una buena atención médica, se cambia la vida de estas por la de un bebé; salvemos a la madre desechemos al bebé. La función de un hospital público cuando una mujer sola embarazada y sin medios, acude a él, debería ser contenerla y darle todo el apoyo médico, medicinal, humano y alimenticio para que tenga su criatura y garantizarle si fuera necesario la misma protección al niño durante los primeros años de vida.
Prioritariamente deben funcionar efectivamente los sistemas de instrucción en las poblaciones mas vulnerables, poniendo el acento en la necesidad de no concebir irresponsablemente, instruyendo sobre los medios anticonceptivos disponibles gratuitamente en los hospitales.
La pregunta inexorable es cuál es el límite de la defensa de la vida humana. ¿No rechazamos acaso la pena de muerte ?, entonces bajo que parámetros podremos aceptar el sacrificio de niños por nacer, porqué vamos a tener consideraciones con los asesinos, violadores, motochorros, femicidas y demás. Así podemos recorrer los umbrales de la vida y definir a quien hay que matar, pero cuidado porque ese día se habrá perdido el primero y universal "derecho a la vida", que excede los términos eminentemente religiosos y es sustento primigenio del hombre sobre la tierra. No abramos las puertas del infierno porque irremediablemente saldrán los diablos y serán incontrolables.