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La situación actual de nuestra economía es consecuencia de malas políticas, pero esta no es la primera vez que tenemos esta realidad: la historia económica de nuestro país nos demuestra que todavía no hemos aprendido de la experiencia de otros gobiernos y volvemos a equivocarnos.
Recordemos el colapso económico conocido como "el 2001". Un verdadero terremoto de raíz política y macroeconómica.
Durante la presidencia de Carlos Menen, el ministro de Economía Domingo Cavallo implementó para controlar la inflación el Plan de Convertibilidad, determinando un tipo de cambio fijo donde un peso era equivalente a un dólar. Con un peso notablemente sobrevaluado, los productos importados resultaban más baratos que los de nuestra producción y los productos argentinos resultaban muy caros en el extranjero. Para sostener esa paridad cambiaria, la necesidad de dólares era cada vez mayor. Privatizadas la mayoría de las empresas del Estado, Argentina tuvo que recurrir al endeudamiento externo. En la década de los 90, la Argentina surgió como una plaza financiera ideal para inflar ganancias con títulos públicos a altísimas tasas de interés debido a la permanente necesidad del país para sostener la convertibilidad de 1 a 1 del sistema monetario vigente durante ese gobierno. Argentina perdía cada vez más dinero y se esfumaban las reservas, mientras aumentaba significativamente nuestra deuda externa por los vencimientos de pagos e intereses.
En el año 2000 nuestras obligaciones internacionales llegaron a 128.018 millones de dólares representando el 45% del producto bruto interno.
A pesar de que el "efecto Tequila", junto a las crisis de Rusia y Brasil, habían generado un múltiple efecto negativo, un verdadero cimbronazo en serie que hizo trastabillar a la convertibilidad, en 1999 llega a la presidencia la Alianza, con Fernando De la Rúa y Carlos "Chacho" Álvarez. Con la promesa de no apartarse del 1 a 1, superan a Eduardo Duhalde (acompañado por Palito Ortega) que sí buscaba salir de ese modelo.
Alquimia con la deuda
De la Rúa asumió con un déficit fiscal de US$ 10.000 millones anuales; su primer ministro de Economía, José Luis Machinea, acordó en diciembre del 2000 con el FMI y varios bancos internacionales un plan de ayuda llamado "Blindaje", por US$ 40.000 millones buscando dar la garantía suficiente sobre la capacidad de pago de los compromisos de Argentina.
Para entonces ya se había producido la gran crisis política: el vicepresidente Álvarez había renunciado con el pretexto del pago de una coima descomunal al bloque de senadores justicialistas, pero incómodo, además, por la adversidad económica y la necesidad de ajuste. Este programa para evitar el default garantizaba el apoyo financiero que tenía que pagar Argentina durante 2001 y 2002; además para que se materializara ese desembolso, los bancos comerciales radicados en el país, debían comprometerse a renovar unos US$ 10.000 millones de Letras del Tesoro que vencían durante 2001 y adicionalmente el mercado debía proveer de cerca de US$ 7.000 millones para pagar la amortización del capital.
El único objetivo de este dinero era aumentar la confianza de los inversores y acreedores, y bajar el costo del financiamiento para el sector privado y el Gobierno. Este "blindaje" solo permitió revertir el retiro de depósitos durante tres meses
A lo largo de marzo comenzaron a circular versiones de que Argentina no lograría cumplir con las metas del gasto público y déficit fiscal comprometidas con el FMI, lo cual hacía presumir que estaban en peligro los futuros desembolsos y se activaban los rumores de default.
El ajuste que no fue
Ante este fracaso renunció José Luis Machinea y fue reemplazado por Ricardo López Murphy. Cuando este economista radical ortodoxo anuncia su programa de ajuste fiscal para el año por $2.000 millones, incluyendo recortes significativos en las áreas de educación y salud entre otras, se produce una crisis masiva del gabinete, con el trasfondo de fuertes críticas generalizadas entre la ciudadanía.
Recrudecieron los pronósticos negativos y a tan solo 15 días de haber asumido el cargo, López Murphy se vio obligado a renunciar.
En ese contexto De la Rúa ofrece el Ministerio a Domingo Cavallo pensando que, como creador de la convertibilidad, podría encarrilar la decadencia, Supuso que era el único capaz de conducir el país hacia la reactivación económica. Cavallo consiguió en mayo de 2001 firmar un nuevo acuerdo con el FMI a pesar de no haberse cumplido con las metas de gasto público y déficit fiscal para el primer trimestre.
En junio de ese mismo año lanza el denominado "megacanje" que consistió en postergar los vencimientos de diversas deudas soberanas por tres años para las que vencían hasta antes del 31 de diciembre de 2010, en compensación por esta postergación aumentó considerablemente nuestra deuda externa y también los intereses.
La Ley 25.453 de "déficit cero" y la 25.466 de "intangibilidad de los depósitos" y el recorte del 13% a las jubilaciones, entre las más importantes, además de la creación de cuasi monedas en varias provincias para poder financiarse, fueron las que sellaron la suerte del gobierno de la Alianza, fuerza política que incluía a la UCR y al Frepaso.
La fuga de capitales continuaba en ascenso y en octubre/2001 y el FMI le niega un nuevo programa de apoyo al país, el PBI continuaba en caída con descensos interanuales del 7,3% en octubre, 8,6% en noviembre y 15,5% en diciembre. Y se acentuaba el déficit comercial. La recesión ya estaba instalada en los últimos meses del 2001; en diciembre, por ejemplo, la fabricación de autos se desplomó un 70%; un 32,5% en materiales; 21% la siderurgia, 51% en textiles y de 11,3% en alimentos, las ventas en supermercados habían caído un 15%, la construcción un 35%, todas comparaciones interanuales. El desempleo en octubre de 2001 llegó al 18% y la pobreza al 38,3%.
El corralito
El primero de diciembre, a través del decreto 1570/2001, se generaron varias restricciones a la extracción de dinero en efectivo llamado “corralito”, permitiendo el libre uso del dinero acreditado en cuentas solo a través de transferencias bancarias y electrónicas.
Por las movilizaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001, con cacerolazos, saqueos y unos 35 muertos en los incidentes, De la Rúa renunció. Después, Ramón Puerta, Eduardo Camaño y Adolfo Rodríguez Saa, todos peronistas, ocuparon el lugar vacante. Con este último, el Congreso aprobó por aclamación la declaración de default.
Finalmente asumió Eduardo Duhalde, anunciado un gobierno de unidad nacional con la triple función de reconstruir la autoridad política e institucional, garantizar la paz social y sentar las bases para el cambio del modelo económico y social. El Día de Reyes de 2002 con la sanción de la Ley de Emergencia Económica se le dio fin a la Convertibilidad.
Después del corralito continuó el “corralón” que consistió en congelar los depósitos en plazos fijos y cajas de ahorro en pesos y en dólares, ya durante la gestión de Duhalde con Jorge Remes Lenicov como ministro de Economía. Previamente se devaluó la moneda (y todos los salarios y jubilaciones, de hecho) y se elevó la cotización del dólar “oficial” a 1,4 pesos. En pocos meses, la relación era de cuatro pesos por dólar.
Cómo se fue saliendo de esta crisis o si en verdad solo se lograron medidas cosméticas es historia más reciente.