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El estudiante que ingresa a cualquier nivel tiene tres opciones: aprobar, repetir o desertar. Por ello es que se considera al abandono/deserción, la repetición y los que se quedan de curso como los graves problemas que afectan la eficiencia del sistema educativo en Salta.
La desincorporación de estudiantes en el nivel secundario es alarmante en nuestra provincia. Es la etapa educativa que ofrece el escenario más crítico, donde se presentan los desafíos más urgentes por la crisis profunda en la que está inmerso, que se refleja en los resultados, muy pobres de los aprendizajes revelados por las pruebas Aprender y Pisa.
Las cifras de "abandono y deserción" son preocupantes en Salta, ya que expresan el fracaso escolar. Si bien es cierto que la matriculación en primer año aumentó en el período 2007-2018 aproximadamente en un 42% en promedio, lo cual es muy positivo, más del 53% no culmina sus estudios. Como referencia más global, en América Latina el promedio de exclusión es alrededor de un 40%; en otras palabras, el problema no es privativo de nuestra provincia o país, sino que también responde a una realidad generalizada.
El fin de un proceso
La deserción es quizás la última etapa de un proceso que se inició probablemente mucho antes, cuando el estudiante tuvo episodios de ausencias reiteradas, repitencia, aburrimiento, baja de autoestima, problemas de conducta, y comenzó a perder de vista a la formación como logro esperanzador.
No se debiera aceptar que sea un "acto voluntario" el abandonar la escuela; seguramente es una decisión condicionada por varios factores.
Conocer en profundidad los motivos para poder delinear políticas acertadas es una prioridad en este nivel. Las causas pueden venir determinadas por factores o hechos relacionados con la historia del alumno, motivos socioeconómicos, pero también por problemas del sistema educativo. Indagar sobre las mismas en profundidad es un desafío que nos debemos plantear por los elevados costos sociales y humanos que esto significa; solo por mencionar algunos: fuerza de trabajo menos competente, baja productividad con el impacto que esto genera a niveles macroeconómicos, costo social derivado de la financiación de programas sociales de contención, generación de pobreza y desigualdad por generaciones entre otros.
Los alumnos de establecimientos de gestión estatal son mayores en número para cualquiera de los casos planteados; por ejemplo, del total de repitentes, que ascienden a casi 16.000 jóvenes en el 2018, el 93% pertenece a establecimientos de gestión estatal. De los 7.500 que se registran como deserción, el 97% es de escuelas estatales y de los más de 26.000 que se quedan de curso (no promovidos), el 88% son de establecimientos estatales. La repitencia y el abandono en el nivel secundario son fenómenos que atraviesan principalmente aquellos adolescentes provenientes de los sectores más desfavorecidos de la población.
Cuando la graduación es baja
En 2018 se graduaron en el nivel secundario en Salta 11.700 alumnos de los cuales el 73% lo hicieron de establecimientos de gestión estatal y el 17% restante de gestión privada. La educación secundaria es obligatoria en Argentina desde la ley de educación nacional 26.206 de 2006. Cerca de 126.000 jóvenes salteños asisten al secundario pero de los estudiantes que ingresan a primer año solo el 48% llega al último año en el tiempo esperado y solo 1 de cada tres que ingresan a primer año llegan a recibir el título. Para tener una comprensión más global de la realidad educativa en Salta en el nivel secundario, basta decir que solo un escasísimo 37% de los alumnos que ingresaron en primer grado logró completar todo el ciclo educativo según establece la ley de educación. Esto habla del futuro difícil y desafiante que tenemos por delante si queremos un desarrollo equitativo e inclusivo en nuestra provincia.
Las aulas se vacían
Con el correr de los últimos años, la matrícula en el nivel secundario se desgrana mucho más de lo deseable. Cada año, en Salta, son alrededor de 18.000 alumnos que abandonan y están fuera de la escuela y 15.000 los que repiten. ¿Cuál será el futuro de estos jóvenes?
Los datos son aún más preocupantes cuando se cambia la medida: allí se observa que cada día 48 chicos dejan su curso o que por hora son 2 los adolescentes que no avanzan como está pautado y abandonan. Por minutos se presenta la estadística más resonante: cada 30 minutos un joven salteño repite su curso o deja la escuela.
Pobreza y exclusión
La deserción como exclusión y la desigualdad educativa provocan que miles de jóvenes salteños no logren terminar el secundario. La pobreza es una causa clave en este triste panorama. No hay auténtica distribución de la riqueza si no hay distribución equitativa de educación. Sin inclusión educativa no podremos abatir una pobreza que hoy es laboralmente excluyente y nos hace plantear cómo lograremos las expectativas de Desarrollo de nuestra provincia con escasa cualificación de los recursos humanos. La exclusión social es un concepto multidimensional, que tiene distintas aristas, siendo una de ellas la educativa, con raíces dentro y fuera de los establecimientos educativos.
Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, la pobreza para el 2019 se encuentra en niveles cercanos al 35% y la indigencia en un 7% a nivel nacional.
En Salta, el director del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde), Jorge Paz, consideró recientemente que “en pobreza por ingresos Salta no está lejos del promedio nacional, es decir alrededor de un tercio de la población tendría ingresos que no alcanzan a cubrir la canasta básica”, pero anticipó que “en lo que está peor Salta es en pobreza estructural, no monetaria” y reveló que, según las estimaciones del Ielde, realizada con datos oficiales (de la Encuesta Permanente de Hogares), el 40% de la población urbana en Argentina tiene al menos una privación de este tipo” y que “en Salta la cifra asciende al 51%, 11 puntos porcentuales más que la media nacional. Con esta cifra, más de 700 mil personas en la provincia tendrían al menos una privación no monetaria vinculada a la educación, protección social, empleo, vivienda, acceso al agua o al saneamiento básico”, alertó.
Ante este panorama, cuando hay pobreza y exclusión juvenil en el sistema educativo, la propuesta de política superadora se debería centrar en la educación. Tener el secundario es imprescindible para acceder a buenos empleos. La escuela secundaria es esencial para que los jóvenes adquieran las competencias que les ofrezcan posibilidades de insertarse en el nuevo mundo laboral caracterizado por acelerados avances tecnológicos o ser emprendedores en actividades que generen valor a la economía local. Si queremos que los jóvenes humildes tengan las mismas oportunidades que los jóvenes de familias de niveles socioeconómicos más altos, para acceder a buenos empleos futuros, la escuela secundaria debe ser no solo inclusiva sino también de una calidad educativa que no dependa del nivel socioeconómico de las familias. Pero hoy nuestra escuela secundaria no es inclusiva ni de calidad. El bajo nivel educativo es hoy un pasaporte directo al desempleo y la pobreza, que entre aquellos que no concluyeron la secundaria es cuatro veces mayor a la pobreza de quienes concluyeron sus estudios secundarios.
¿Cuáles son las causas que impiden la inclusión? ¿El problema es el alumno o es el sistema? De algo puedo estar segura: el alumno no es el problema en términos generales; hay un sistema que no está respondiendo a las expectativas de la época actual y que necesita actualizarse.
Las autoridades nacionales desean tomar cartas en el asunto; la apuesta del Gobierno es la “Secundaria Federal 2030” como política de implementación federal la cual pretende transformar la escuela secundaria que pone foco en la organización; sus principales objetivos son erradicar el fracaso escolar, la permanencia de los estudiantes en la escuela y vincular al nivel secundario con el mundo universitario y laboral.
No menos importante es el acompañamiento pedagógico y metodológico que se implemente al respecto como forma de consolidar las trayectorias de los alumnos por su paso por el secundario y darle “sentido” al aprendizaje. Esperemos que estas iniciativas produzcan resultados positivos.