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1 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Argentinos, entre la cumbre y el abismo

Viernes, 09 de agosto de 2019 00:00
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Cuando los argentinos dejemos de sospechar los unos de los otros y logremos achicar la brecha desde las márgenes de una grieta que es política, cultural, social y económica soplarán otros vientos. La sociedad de esta querida Argentina ha experimentado en estos últimos años cambios rápidos, casi vertiginosos y su pueblo adquirió y manifestó nuevas actitudes y comportamientos para enfrentar viejos y nuevos problemas. En esta etapa, en la actualidad y desde hace mucho, Argentina es un país invertebrado, contradictorio, conflictivo, desigual, injusto, especulativo, autodestructivo, corrupto e impune, de racionalidad esquiva, con difícil presente y un futuro democrático incierto, tiene la costumbre de no respetar la ley, posee la creencia fundamentalista en la persona de un jefe o un líder, ha soportado reiterados vacíos de poder, su sociedad adolece de desencanto y desasosiego, ha tolerado liberalismos y populismos ingenuos, cree todavía en las revoluciones violentas como armas políticas para acabar con las injusticias sociales y tiene una inclinación manifiesta por el estatismo.

Son reiterados los pedidos de sacrificio al pueblo que hacen los gobiernos para superar la adversidad, el país lleva medio siglo de crisis recurrentes, hiperinflaciones, tequilas, ruptura de contratos, emergencias varias; ostenta un récord de dificultades de todo tipo difíciles de igualar, tiene rumbos políticos zigzagueantes, marchas y contramarchas y suele vivir por arriba de sus posibilidades.

¿Infierno o paraíso?

La Argentina no sólo desde el punto de vista geográfico sino también desde lo étnico, antropológico, histórico, cultural, social y económico es una comunidad heterogénea, una multitud abigarrada, diversa, plural a la que le cuesta mucho aprender a convivir y compartir un proyecto común y unitivo. Los argentinos nos sentimos habitando la sucursal o el furgón de cola del mundo y hasta algunos argentinos quieren demostrarnos que hay obstáculos psicológicos, sociales, culturales y económicos que nos impiden dar el salto como país, que no nos gusta cambiar y que nos aferramos a viejas formas de pensar y de actuar frente a los problemas. Las autoridades políticas se aferraron a principios que en algún momento fueron adecuados pero que dejaron de serlo, no lo advirtieron, no quisieron darse cuenta, no pudieron soportar las presiones de dentro o de afuera y no se atrevieron a cambiar o cuando lo hicieron no llegaron nunca hasta el fondo. Algunos suponen que hacer unas pocas y débiles reformas políticas son suficientes para volverse democrático o crecer económicamente sin tocar o hacer adaptaciones y adecuaciones en las instituciones, en las leyes, en la infraestructura, en los modos de acción de los sistemas que empleamos y en el ejercicio del poder que debe sustentarlos con ejemplaridad, confianza, convicción y autocrítica.

Irrealismo mágico

En una especie de irrealismo mágico, creemos que podemos cambiar una parte sin cambiar el todo, alterando, reformando, maquillando lo que no nos gusta o conviene dejando intacto todo lo demás. Agregamos pompa, formalidad y grandilocuencia a proyectos y modelos que pretenden y aseguran progreso, crecimiento y desarrollo continuo y cuyos resultados fueron desastrosos e improductivos la mayoría de las veces construyendo instituciones como enormes elefantes blancos llenos de burocracia que consumen recursos, tiempo, se corrompen y construyen ideas falsas acerca de nuestra romántica idea de la patria grande, pomposa, rica pero sin medida de la realidad. La Argentina y los argentinos pese a estar situados "en el fin del mundo" tenemos inmensos recursos humanos y materiales para hacer grandes cosas y, en general, podemos arreglarnos solos para muchas cosas. La Argentina constituye una sociedad fascinante y agitada donde nada está establecido definitivamente; tiene gran potencialidad pese a que ha declinado varias veces en su importancia económica.

Con esfuerzo y paciencia volverán los capitales de inversión, siempre vuelven, y seguiremos siendo fuente importantísima de alimentos y materias primas y polo cultural, científico y tecnológico de esta parte del mundo.

Argentina tiene un territorio de casi 3 millones de kilómetros cuadrados y gran parte de él es económicamente aprovechable; produce alimentos para 400 millones de personas y su población supera apenas los 45 millones de habitantes; posee excelentes recursos naturales; más de la mitad del país tiene clima benigno con sol, agua y suelo fértil; el petróleo y el gas son todavía insuficientes pero serán más y mejor explotados y utilizados; el potencial hidroeléctrico es bueno; los recursos forestales abundan; las comunicaciones entre los centros de población e industriales son buenas y accesibles económicamente; ocupamos la mejor situación geográfica de América del Sur al borde de un gran océano; no tenemos minorías significativas a las que se les niegue derechos y participación ciudadana.

En la Argentina, la esclavitud prácticamente no existió; las religiones echaron raíces y conviven respetuosamente; la sociedad, fundamentalmente es igualitaria, abierta y libre pese a que hay brechas y distancias sociales muy grandes; la vida política es agitada y la elección de los gobiernos suele ser confusa, contradictoria y divertida; la legislación es muy abundante pero seguimos teniendo la tendencia a no cumplir con las leyes; somos propensos a moralizar; combinamos bien el orgullo con el sentido práctico. Cuando traigamos nuestros capitales al país y los utilicemos productivamente; cuando acumulemos capital y no deudas; cuando hagamos buenas inversiones domésticas; cuando brindemos oportunidades a nuestros técnicos y administradores argentinos; cuando flexibilicemos la utilización de los recursos y hagamos uso extensivo-intensivo de la mano de obra y de la inteligencia de los argentinos; cuando más eduquemos y capacitemos a nuestra gente; la confianza y las inversiones de los de afuera se recuperará sola y el país se hará grande, más justo y será, como siempre, encantador ser argentinos.

 

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