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Profesionalizar la política

Viernes, 09 de octubre de 2020 02:08
Profesionalizar la  política Profesionalizar la  política
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El desarrollo democrático como sistema, instituciones, valores y cultura es cuestión de dos variables a observar: el tiempo que transcurre y la calidad de los actores que lo moldean y ejercen. 
No es imperativo entrar en el análisis sobre la mejor forma de gobierno de una sociedad. Aunque un análisis rico y obligado para quienes ejercen el poder, desde Aristóteles hasta aquí, el pensamiento crítico político-histórico, con sus raíces en la filosofía y la sociología, tienen a converger en un mismo punto: se trata de un sistema social que depende de quienes lo ejercen. Quizás resulte tedioso explicar lo mismo dos veces, pero los sucesos de los últimos días, seriamente nos interpelan como sociedad, como votantes y como herederos del sistema político. Si la primera variable es el tiempo, el indicio claro es que a partir del desarrollo institucional un país gana confianza y sabiduría; la segunda variable es el foco de los párrafos siguientes. 

El caso Ameri

Sobran los artículos periodísticos y de análisis político sobre lo ocurrido en la Honorable Cámara de Diputados de la Nación con el exrepresentante salteño Juan Emilio Ameri. 
Sobra, también, la vergüenza sobre Salta, que por unos días fue parte de la tapa -si no la tapa- de diarios e informes de todo mundo intentando describir la situación de obsecuencia total y la falta de decoro de un representante ante el Congreso Nacional. 
Como anécdota infortuita me ha tocado en los últimos días proveer de explicaciones a medios, analistas y académicos impresionados por el episodio sin poder conciliar lo ocurrido con la belleza natural y de la gente de Salta. 
Como punto de partida, Salta merece tener representación política a la altura de su historia, de sus raíces y de su potestad dentro del sistema federal. Ahora bien, y retomando el análisis de las dos variables: en el tiempo, la representación de Salta en su sistema político provincial y nacional es ambiguo, flaco y arroja un debate sobre la calidad de nuestros políticos elegidos, la segunda variable. 

Nuestra historia

Para pensar sobre longitud temporal, es clave no centrarse en eventos o sucesos, pero en lo que el historiador Fernand Braudel llamaba “longue durée”: el estudio estructural de la historia en etapas que abarcan espacios temporales como cismas, como cambios de época, como revoluciones. 
La historia de Salta en este enfoque engloba a las etapas de la colonización, independencia, posindependencia, guerras mundiales, interventores militares y decenas de mandatos inconclusos e ilegítimos. 
Solo mirando la cantidad de veces que el sistema legislativo fue acomodado por imperativos circunstanciales o para satisfacer una necesidad política egoísta de turno, se devela un indicio mayor que el desarrollo de las instituciones en Salta tienen un largo camino por recorrer. 
Parte de esas instituciones son quienes las integran, quienes tienen el poder de lograr avances y que podrían optar, para regirse en su responsabilidad política, por las máximas güemesianas y la filosofía política del héroe patrio que parece no caducar en el tiempo. 
A contraposición disonante de lo que nos toca vivir Güemes decía: “Yo no pretendo ni glorias ni homenajes, yo solo trabajo por la libertad de mi Patria”; y también: “Mis afanes y desvelos en servicio de la patria no tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos. Así, pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que deben esperar los patriotas desinteresados”. 
El estándar de Güemes, con los sucesos del hoy, debería llamarnos a una reflexión profunda. 
La reflexión profunda no caería solamente en aquellos que nos representan en el sistema democratico, más bien nos abarca a todos como ciudadanos. 

La delegación política

El poder político lo delega la ciudadanía en un representante, que en una simple lectura de la Constitución, no es más que un intermedio entre la voluntad popular de las urnas y el pernicioso entramado burocrático para convertir en ley o en costumbre la voluntad popular. 
Y es aquí donde parten tres lugares de reflexión para empujar el desarrollo de nuestras instituciones y gobernantes. 

 * El primero es la necesidad de involucrarse y buscar el sentido de participación en el sistema político como responsabilidad delegada. Usted que lee esta columna, usted es el actor político central de nuestro sistema, a veces arcaico. Usted, en su voto, en su ejercicio de sus opiniones políticas y en su día a día, edifica una cultura que debería involucrarse para frenar la desidia actual. 
 * En segundo lugar de reflexión es el cambio de visión sobre la política. La mala praxis, los escándalos y los egos que gobiernan los espacios políticos partidarios son hoy una amenaza a la evolución ascendente de la calidad de nuestra democracia. Los partidos políticos no son corporaciones exclusivas que dictan lo que es o no es posible en la tarea de resolver los problemas del demos. Los partidos políticos deberían ser los espacios cívicos más amplios, capacitados, diversos y abiertos al común de la sociedad: es allí donde el ciudadano puede desarrollar su idea de cambio de vida para su comunidad. 
 * Y por ello, el tercer espacio de reflexión: la necesidad imperante de profesionalizar la política.

Aquí, muchos dirán que lo que le falta a la política es “que se vayan todos”. Entiendo el sentimiento, y adhiero ante la bronca de la oportunidad perdida, pero los subsuelos de la política solo se resuelven con más y mejor política, pero: profesional. 

El saber político

 Lo que llamamos “profesionalizar la política” es la capacidad de ejercer, moldear y evolucionar el procesos democrático a partir del conocimiento, la ciencia, lo técnico, con planes, metas de progreso, información pública abierta y sin pensar en ejercer el poder como propio, sino más bien como lo que es: una facultad delegada. 
Profesionalizar la política significa tener los cuadros políticos más adecuados para resolver problemas concretos, se trata de plantear debates adultos, serios y con altura donde las cuestiones políticas e ideológicas se debaten, se discuten, se entienden como dos soluciones a un problema, y no dos problemas para una solución. 
Un ejemplo claro para ser más específicos: profesionalizar la política es querer modificar la Constitución más allá del loable objetivo político de turno, mirando al futuro, posicionando a Salta con las herramientas de la carta magna para un futuro sustentable y con progreso. 
Sí, por supuesto reformar plazos políticos, pero por qué no agregar conceptos de igualdad y no discrminacion, orden público y democracia participativa, derechos de las mujeres y los niños, soluciones para la crisis climática, incorporación de la tradición milenaria de los pueblos originarios, entre otros temas. 
Profesionalizar la política es querer perdurar en el “longue durée”: tener la valentía de ser parte del avance de las instituciones, demostrando un cambio de época para el progreso de Salta. Hoy pandemia de por medio y con estadísticas de pobreza que angustian, todavía nos falta sincerarnos sobre las reflexiones de lo que exige el momento. 
Este momento de extrema fragilidad política como humana es el mejor momento para hacer la pausa justa, reagrupar los deseos de servicio, y empezar el camino hacia la renovación de la visión política, los partidos políticos, la participación ciudadana, la cultura del encuentro y consenso, y, por supuesto, profesionalizar la política. 
Ya lo decía Martín Miguel de Güemes en 1815, es hora de avanzar su legado. 

 * Mg. Políticas Públicas
Codirector Jiménez - Buttazzoni Consultoría

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