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La destreza militar y la vida cotidiana

Miércoles, 23 de diciembre de 2020 00:00
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El servicio en las FFAA es una de las formas de adquirir madurez a una edad temprana al someter a los jóvenes a una gran cantidad de experiencias vitales de tal forma que, llegados a la universidad, académica o de la vida, sus mentes sean campo fértil para innovar.

El oficial joven maneja medios costosos, personas y tiempo. El suboficial aplica esos medios a tareas con resultados mensurables. El soldado aprende el significado de perseverar. Mientras que el oficial "maneja" la defensa, el suboficial y el soldado la "aplican". Así, el conocimiento de diversas personas se expande. En oportunidades, se toman decisiones de vida o muerte. Se orienta todo el ser personal a la acción.

El Ejército enseña a sus integrantes, desde muy chicos, que, cuando se está al mando, se es responsable de todo lo que pasa o no pasa, por lo que se debe pensar en tres o cuatro alternativas que, unido al trato con todo tipo de personas, sirve de sobremanera para el quehacer civil. El militar ejerce cargos con grados de complejidad creciente, lo que transforma al liderazgo en un factor determinante para la eficiencia del conjunto. Criterios de competencia incluyen la actividad mental y física, el equilibrio psicológico y la capacitación profesional, lo cual influye en las promociones a los grados subsiguientes.

En ocasiones, todo ese talento y experiencia militar subyacente y enriquecedora para el mundo civil no son debidamente evaluados por empresas u organizaciones civiles, por lo que muchos militares retirados capaces y valiosos, académica, profesional y humanamente son desaprovechados.

Perspectivas prejuiciosas, producto de una historia de desilusiones y desencuentros, dificultan la construcción de mensajes superadores que permitan ver en los militares a personas idóneas para ocupar diversos puestos en el mundo civil. Para modificar este panorama, es necesario dejar atrás preconceptos, como la rigidez del militar, su falta de iniciativa o, en el extremo opuesto, su temeridad. En un mundo de profundas alteraciones sistémicas y de paradigmas, donde lo cierto siempre es el cambio, la innovación del talento aplicado del militar debe aprovecharse. Para que esta innovación se desarrolle, los viejos fantasmas del prejuicio deben ser erradicados y ello se logra a través de la confianza.

¿Pero cómo se construye?

Mediante espacios comunes: la relación interpersonal, la academia, el club o el barrio y una formidable vocación de progreso, para que todos, sin distinción, puedan aportar al colectivo nacional. El conocimiento mutuo y la mente abierta redundarán en la visibilidad de las capacidades de esos hombres y mujeres retirados de la vida militar que buscan hacer su aporte a la sociedad desde un nuevo lugar.

Destrezas universales

Los directivos de organizaciones públicas o privadas podrían considerar que los militares poseen las siguientes habilidades útiles para el mundo civil, entre otras: el trabajo en equipo, la organización, la comunicación, la definición de objetivos y la motivación para que otros los concreten, el desarrollo de un alto sentido de la ética, pese a las debilidades propias, y mantenerse calmo bajo presión.

Gerentes que tuvieron un entrenamiento militar han tenido la oportunidad de, a temprana edad, liderar organizaciones, con las responsabilidades que ello implica. El estímulo y la enseñanza en un joven militar para la conducción de tropas y medios valuados en millones de pesos hacen que, progresivamente, el individuo busque posiciones de liderazgo y se sienta confortable en ellas. Con solo tres o cuatro años de su promoción a oficial, el o la subteniente de Ejército puede manejar treinta hombres; desde el cuarto al sexto año, un teniente puede manejar de sesenta a cien hombres. Y un guardiamarina de la Armada o alférez de Fuerza Aérea, en el mismo tiempo, maneja costosos equipos en millones de dólares. Con el tiempo, los oficiales superiores podrán conducir miles de soldados y un sinnúmero de material.

Para el militar, el que lidera convenientemente debe cumplir misiones, comer y dormir con su gente como parte de un equipo, compartiendo sus cargas y peligros. Cada miembro trabaja junto a los otros para alcanzar metas, que exceden su individualidad. Toda operación militar se compone de una serie de acciones más o menos independientes, coordinadas en tiempo y espacio y vinculadas por un mismo objetivo. Se espera más de la cooperación de todos para el logro de un fin que de una conducción personalista, que ni el terreno ni las dificultades de comunicaciones permiten practicar fácilmente. Las órdenes amplias son la norma y precisa jefes militares maduros y capaces para ejercer libertad de acción. Esta es la misión de cualquier directivo de un ente gubernamental, empresa u ONG, quien define tareas, maneja recursos, establece los estándares de rendimiento y da cuentas de sus acciones.

Otro aspecto importante en el proceso directivo de entes públicos y privados es cómo ejercer autoridad y reconocer y desarrollar a otros líderes.

Muchos gerentes admiten que, en el mundo militar, se puede aprender a articular medios, personas y tiempo. Esto puede parecer sencillo en teoría, pero no lo es sin un verdadero liderazgo basado en la experiencia. Y entrenar a directivos civiles subordinados en tareas de liderazgo puede ser costoso si los mismos fallan en su proceso de formación.

Una arista destacable del militar para el desarrollo empresarial es la adhesión a la organización.

Los ejecutivos civiles puntualizan que ellos deben su éxito o fracaso a la comunicación. Para el militar, la comunicación efectiva es vital entre y dentro de un equipo para definir objetivos precisos.

Estar focalizado en objetivos es parte de la idiosincrasia militar, capacidad que, en algunas áreas del mundo civil, en ocasiones, es subestimada, a pesar de que es trascendental para la vida de cualquier organización. En los negocios y en la vida pública, en fin, es vital tener un sentido de misión que trascienda la contingencia del momento.

Tomar decisiones bajo riesgo es otra pericia militar. Actuar calmo bajo presión es una virtud importante. Si todo colapsa, lo último que se quiere transmitir es inseguridad y desorientación: el líder debe ser un “piloto de tormentas”, situación inherente al desempeño de un directivo. En el mundo de los negocios o de las crisis de mercado, la toma de decisiones no solo acertadas, sino oportunas es prioritaria. El militar puede enseñar a estar preparado para lo inesperado. Es un prejuicio que la mentalidad militar es rígida y carente de creatividad porque no existen situaciones y soluciones idénticas en las crisis o en la guerra. Es necesario tener pensamientos originales.

Es saber y la experiencia 

La capacitación en doctorados, al igual que la carrera militar, se concentra en casos de estudio o en herramientas analíticas, pero ninguno de ellos puede ser aplicado sin un juicio fundamentado o en contexto. Si bien en las maestrías y en la vida militar se enseña un “pensamiento estratégico” - y táctico - teóricos, la gran diferencia es que los militares lo experimentan en la práctica. Son expertos en la conducción de personas basada en su “naturaleza humana”. De la misma forma que una maestría o doctorado no provee experiencia de liderazgo en el mundo real al mismo nivel que en la carrera militar, en esta no se proveen conocimientos para lidiar con ventas, marketing, finanzas y emprendimiento, que sí puede ofrecer la academia.

Al proponer la incorporación de talento orientada a la diversidad y perfiles de otros sectores, los que “salen de las estructuras” preestablecidas no solo incorporan lo “novedoso” que desafíe la forma de pensar y trabajar, sino que se permiten invertir más allá de lo técnico hacia otras dimensiones como el del recurso humano militar, el cual ya formado, se muestra aplicable a las distintas organizaciones civiles tras un proceso de adaptación.

La vida militar entrega habilidades que son relevantes, útiles y valoradas en la conducción de las corporaciones. Lo militar es, por exceso, un crisol de liderazgo que deja huellas profundas. Cuando el individuo, con todas sus potencias, se inserta en una organización pública o privada, en la industria o los negocios, crea valor agregado. Esto es lo que los líderes civiles necesitan encontrar en el currículo de un militar retirado para evaluar de qué manera servirse de este recurso en pos de un mayor éxito para su organización.

Para ello, es necesario “salir de la caja” de manera innovadora: romper la visión monolítica sobre los militares permitirá aprovechar este capital humano para el engrandecimiento de la sociedad. Los líderes, entonces, deberían considerar tenerlos en sus organizaciones.

 

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