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La virtualización de la educación en los tiempos de la pandemia se plantó como un desafío para la pedagogía. Para quienes ejercen día a día el trabajo de la enseñanza, para los y las estudiantes de todos los niveles y especialmente para los padres que están en ese proceso de redescubrir y revalorizar la tarea del docente.
Por supuesto que todo ese proceso se está pariendo con gritos de desesperación, con angustia y en muchos casos con resignación, pero también con risas. Es adaptar todas las teorías de la enseñanza a las nuevas formas de enseñar en cuarentena.
La educación en tiempos de pandemia es un profesor que filma su clase magistral desde la cotidinaeidad del living de su casa, una docente universitaria que pierde la posibilidad de su oralidad (su potencial) para comenzar a mediar sus contenidos por WhatsApp, las madres y padres que tienen a sus hijos en la primaria y deben redescubrir conocimientos básicos como la regla de tres simple, profesores y profesoras del secundario de las áreas artísticas que piensan hasta altas horas de la noche cómo hacer una consigna para que sus estudiantes hagan sus prácticas. Docentes que son padres, que deben pensar, y repensar, la educación que imparten y la que reciben sus hijos.
La gran mayoría de comunidad educativa está sometida a un zarandeo en donde las piezas no se terminan de acomodar. Los cráneos de las academias no parecen estar reaccionando muy rápido. Es el momento en que especialistas locales con amplio sentido del apasionamiento por el acto educativo, piensan cómo comenzar a abrir el camino para repensar esta educación virtual de emergencia en los tiempos del coronavirus.
Los intentos de querer instaurar la virtualización como método definitivo no toman en cuenta las diferencias de accesibilidad y es un riesgo aventurar evaluaciones sobre las posibilidades de encuentros pedagógicos.
Encuentro frustrado
"Imagino varias escenas al pensar sobre la educación hoy. Aparecen rostros confusos, exhaustos, aplastados; pero también aliviados de saber que no son los únicos en este devenir. La pandemia puso en jaque todo un sistema económico, político y social. Y la educación debió salir de las instituciones de ladrillos, adobe o chapas, e instalarse en los diferentes hogares. En muchos de ellos no hubo forma de entrar. Deben estar dadas ciertas condiciones, requisitos, para que esto pase. De repente uno de los derechos universales de los niños, niñas y adolescentes se vio vulnerado de la forma más tajante. En las casas donde sí pudo entrar, no fue sin pagar un alto costo. Se abrió un juego de demanda y necesidad de responder a esa demanda, que lejos de abanderar la colaboración, la paciencia, la equidad y el acto pedagógico resultó ser un encuentro frustrado, equívoco, carente de placer. Hubo queja constante de familias por sentir a esa demanda como excesiva; también hubo quienes reaccionaban si un día no había tareas para su hijo. Al parecer, algo de las tareas alivian la angustia de muchos padres. Quizás el pensar que pese a haberse detenido el mundo afuera sus hijos siguen aprendiendo, siguen respondiendo a un intento de rutina y responsabilidad necesarios para crecer. Las tareas alivian la angustia. Ahora, si hay queja, es porque deja ver la insatisfacción; y ese punto resulta saludable", analiza la psicóloga Noel Pacheco Vélez.
La especialista también está implicada en el proceso mágico de enseñar. "Los docentes encontramos placer en el encuentro con otros; en las miradas, en las escuchas, en las pizarras y hojas revueltas. A la planificación de clase la imaginamos para otros, para nuestros alumnos. Ese encuentro es lo que verdaderamente le da sentido a nuestra práctica. Los docentes necesitamos de los alumnos para saber hacer. Hoy, la urgencia empuja a nuevas formas, y como todo empuje es precipitado; sin tiempos de espera. Escucho decir que la casa hoy es la escuela y lo cierto es que la escuela no es casa, y la casa no es la escuela. Hay una división real, necesaria que sigue funcionando y los docentes ponemos el cuerpo a través de pantallas. El acto pedagógico necesita de cuerpo, de miradas, y palabras que circulen, de sentidos que sólo son posibles en el acto pedagógico. Por eso es importante que sean los alumnos quienes puedan encontrarse de esta manera virtual con sus docentes", escribe Pacheco Vélez. Y dejó, para los docentes, un camino.
"Quizás sea momento de revisar prácticas, de alejarnos un poco de las demandas constantes y reconocernos en lo que estamos haciendo. Puede que el escenario virtual no logre apasionarnos, pero el placer de dar una clase es lo que debemos intentar. Sé que hay muchos mundos hoy en una sola casa y que el encuentro con los alumnos, en muchas ocasiones, mucho no se entiende. Hay una fortuna que la educación no perdió, que la conserva y es el salir hacia afuera. Hagamos de ese acto algo que tenga sentido. Que tantas horas y malabares de trabajo docente, al igual que el hilo que se enhebra en una aguja, encuentre la posibilidad de hacer puntadas, coser, unir, dar forma. Quizás la respuesta al ¿cómo hacer? la encontremos no perdiendo nuestra sensibilidad, nuestros tiempos, reconociéndonos en lo que estamos haciendo, en buscar el encuentro con nuestros alumnos. Y es que ese encuentro pedagógico con nuestros alumnos ha de ser esa brújula que nos oriente", concluyó la psicóloga.
Didáctica del encuentro
“Una niña de 6° tenía como tarea narrar lo que veía a su alrededor, los sonidos, todo. La narración mostraba a una niña detenida en el tiempo. Que el mundo parece que sigue, pero nosotros no. Yo tenía la sensación de que era al revés. El mundo parado y nosotros siguiendo. Y la niña dice que el mundo sigue sin nosotros. La vida sigue sin el mundo. Hay algo imprescindible de la didáctica, pero lo que ahora importa es qué hacemos juntos a propósito de esta película, de este texto”. Son palabras de Carlos Skliar, entrevistado por el ISFD 804 de Esquel, vía web, y disponible en la cuenta de Facebook “Biblioteca 804”.