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El futuro del trabajo en un mundo en cambio

Por Walter Neil Bühler, abogado laboralista
Viernes, 01 de mayo de 2020 11:34
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Para los argentinos el primero de mayo es un festejo popular, con mucho asado (y alguna bebida...). En otros países se trata de una jornada de lucha en la que se recuerda el triste sacrificio de los “mártires de Chicago” y se reflexiona sobre las conquistas sociales actuales y futuras. Este primero de mayo al estar privados del contacto social habitual en la “fiesta del trabajo”, estaremos obligados, también, a reflexionar sobre el futuro del trabajo en un mundo en cambio.


El ser humano siente una gran incomodidad ante la incertidumbre, y hoy se pregunta, angustiosamente: ¿cómo será el día después? Hay una sensación de que la economía, la educación, la seguridad, el trabajo y hasta el mismo orden político, cambiarán sustancialmente tras la pandemia del coronavirus, pero hay quienes sostienen que todo seguirá igual. Los eventuales cambios ¿serán de matices o cambios revolucionarios como los que predice el filósofo Slavoj Zizek?


La futurología no es una ciencia, en todo caso es un arte que prueba combinar infinitas variables, y, a veces acierta. Los futurólogos no elaboran sus tesis en base a modelos formales ni matemáticos y, fundamentalmente, aplican con fervor su creatividad e imaginación. Sin embargo, hay una forma de no errarle: plantear diversos escenarios y a cada uno atribuirle una serie de consecuencias. Eso haremos, planteando tres alternativas que llamaremos a.- Revolución; b.-Transformación y c.- Evolución.
a.- Revolución. - Este escenario supone una crisis apocalíptica, que no podemos desdeñar como hipótesis. Se supone una brutal caída en la economía con múltiples estallidos sociales. No es descartable la presencia de multitudes rebelándose contra la inequitativa distribución de la riqueza, rebelión ya latente antes de la pandemia. Ya las películas de ciencia ¿ficción? han anticipado esas imágenes de marginales y desharrapados (tipo zombi) al acecho de los blanqui-rubios, esmeradamente prolijos, de ojos celestes y 1,85 mts de altura que protagonizan el film y salvan el mundo.
Para Zizek, la epidemia del coronavirus sería una técnica con el poder análogo de hacer explotar el corazón del sistema capitalista global. La coyuntura sanitaria revelaría entonces “un capitalismo global que se aproxima al colapso” y cuyo desplome inminente redundará en una reorganización casi automática “de la economía global para que deje de estar a merced de los mecanismos del mercado”.
b.- Transformación. - La segunda hipótesis nos habla de cambios profundos en las relaciones humanas y en las relaciones laborales. La utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs), dejarán su lenta incorporación al sistema, para irrumpir abruptamente en distintas formas: teletrabajo en la mayoría de las actividades, robotización (buscando evitar el contacto humano), híper bancarización, profilaxis extrema en los ambientes de trabajo, digitalización de los procesos de producción y de prestación de servicios, etc. Seguramente se producirá una grave crisis de empleo, y, cuando esto se produce, el “capital” impone sus condiciones aprovechando la oferta indefensa de millones de desempleados. 
Antes de la pandemia, el prestigioso profesor Adrián Goldin señalaba que los individuos que logran ocuparse tienden a integrarse en relaciones de trabajo que les aíslan, les privan de seguridad y alteran las identidades sociales, flexibilizan casi sin límites las condiciones de trabajo, postergan o cuanto menos ponen en cuestión el respeto de los derechos fundamentales, hacen impracticable la fijación de mínimos salariales, inviabilizan las limitaciones de las jornadas de trabajo, frustran toda posibilidad de voz y acción colectiva y, en fin, trasladan a cada trabajador el costo y gestión de los diversos componentes de su cobertura social. 

Concretamente: habrá más trabajo precarizado y proliferarán modalidades evasivas de la legislación laboral (plataformas digitales, trabajo parasubordinado, contratos precarios, etc.). 
Puede que el Estado aproveche positivamente sus perfeccionadas técnicas de invasión de la privacidad, ejerciendo un control de inspección informática sobre las empresas evasoras.
c.- Evolución. - El último escenario es aquel en que las cosas continúan con su normal evolución, con sus tendencias actuales. 
Las grandes pandemias del último siglo no impactaron fuertemente en la economía ni en las relaciones laborales. Así fue con la llamada gripe española (1918) con sus 75 millones de muertos o la más reciente gripe aviar (2009) que afectó a más de mil millones de personas y matando a cerca de 20 mil. Claro que en ninguna de esas epidemias hubo una reacción tan drástica (¿paranoica?) llevando al cierre total de la economía durante tanto tiempo. Lo cierto es que en la historia reciente las grandes pestes (fiebre amarilla, sarampión, viruela, sida, ébola, poliomielitis, dengue, chagas, gripes varias, etc.), con sus miles de millones de muertos, no han tenido incidencia directa en las relaciones de trabajo. 
Ante estos escenarios podemos sentarnos impertérritos esperando a ver qué sucede. O podemos planificar, anticiparnos: sentar los mejores cerebros de este país, científicos y educadores, para empezar -desde ahora- a formar la fuerza laboral del futuro: los chicos. Capacitarlos en inteligencias múltiples, tecnología, ya que vivirán rodeados de ella y tendrán empleos que aún no se inventaron. Y también prepararse para otras pandemias, ya que, así como el coronavirus no fue la primera, tampoco será la última.
 

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