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A menos de 90 días de las elecciones en Estados Unidos, como sucedió en 2016, la mayoría de los analistas de política internacional y los mercados, descartan un triunfo del candidato demócrata Joe Biden, quien fuera vicepresidente de Barack Obama entre 2008-2016.
Joe Biden, un veterano del Senado de Estados Unidos, parte con la misma ventaja que Hillary Clinton en 2016: las elites liberales descuentan que la pésima gestión de la pandemia por parte del presidente Donald Trump, del partido republicano, y sus continuos exabruptos en temas sociales, raciales, económicos y políticos, le costara la reelección el 3 de noviembre de este año.
Donald Trump -que sobrevivió a un juicio político para removerlo en 2019- encara un periodo de campaña electoral sin su fuerte: eventos masivos, recorridas maratónicas en el territorio y un discurso proliberal económico a base de promesas de reactivación de la industria y recorte de impuestos.
Ambas razones -la táctica electoral como la programática- son inviables en el contexto de pandemia.
En el primer evento masivo para lanzar su campaña a la reelección el 20 de Junio en Tulsa, Trump -acostumbrado a eventos masivos- sufrió al ver el estadio medio vacío después de una inteligente organización de activistas vía TikTok para comprar y no utilizar miles de entradas al evento. En ese mismo evento, Herman Cain, uno de los pocos líderes afroamericanos que apoyan a Trump, se contagió de COVD-19, costándole su vida en julio. Del lado económico, por los efectos de la pandemia y el estancamiento de las negociaciones parlamentarias entre demócratas y republicanos, el porcentaje de desempleo subió de un 3.3% en Febrero a 10.2% en julio.
En contraste, Joe Biden es conocido por su labor como vicepresidente en liderar la recuperación económica post crisis financiera del 2008 y para abarcar en la retórica del cambio, acaba de nombrar como su vice a Kamala Harris, Senadora por California y la primera mujer y afro-descendiente en ser candidata a vice en la historia de Estados Unidos.
Ahora bien, en este contexto de encrucijada para Donald Trump y viento en popa para Joe Biden, el interrogante del voto en noviembre abre un escenario de planificación de posibles impactos a la política exterior de la Argentina, a sus intereses en la región y en el mundo.
El error a evitar es caer en la misma trampa de dar por vencido a un candidato antes de contar los votos -Trump- y a poner énfasis en construir relaciones con el candidato opositor -Biden- sí antes haber accedido a la Casa Blanca. Apresurarse en la ecuación geopolítica puede traer consecuencias de alto costo para la Argentina en momentos donde la relación con Estados Unidos es clave para estabilizar la macroeconomía del país, como analizaremos más abajo.
Lo importante es transitar un camino basado en pura diplomacia y no cometer errores que después representen un costo para la Argentina.
Por ello, hay tres temas que la Argentina (y Salta) deben observar con sumo cuidado y tacto diplomático de acá a noviembre en la relación con Estados Unidos: la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional, la designación del próximo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo y el avance de inversiones e intercambios político-financieros con China.
La deuda con el FMI
La negociación con el Fondo Monetario Internacional por 45.000 millones de dólares es clave para la sostenibilidad de la deuda externa y el ordenamiento macroeconómico.
El ministro de Economía. Martín Guzmán, y el representante ante el Fondo, Sergio Chodos, vaticinan un periodo largo, duro y complejo de negociaciones aun cuando la relación entre la titular del Fondo -Kristalina Georgieva- y el presidente Alberto Fernández es óptima. El tercer vértice de la renovada buena relación entre el Fondo y la Argentina es el mismísimo Vaticano. Con un horizonte más acomodado en los vencimientos de deuda privada, el arreglo con el Fondo por vencimientos en 2021-2022 por más de 21.000 millones de dólares es crítico para bajar la presión sobre el dólar, reordenar el déficit y promover la inversión privada.
Ante este escenario, la favorable predisposición de la administración de Trump o Biden es un requisito necesario para que las negociaciones lleguen a buen puerto. El apoyo tácito o visible de Estados Unidos es un componente necesario para arreglar con el Fondo. Parte de esta ecuación de negociación es la capacidad del Fondo de exigirle a la Argentina un programa de condicionamientos que traerán los peores recuerdos y "recetas" del 1999-2001. Para negociar un programa sin condicionamientos con el Fondo, la postura de Estados Unidos será crítica, tanto bajo una posible segunda administración de Trump o el comienzo de gobierno de Biden, donde los rumores posicionan a Larry Fink -el mismísimo pope de Blackrock- como el próximo secretario del Tesoro (ministro de Economía).
La presidencia del BID
Para navegar la ambivalencia diplomática hasta noviembre para no inflamar tensiones con Trump, y al mismo tiempo tender -al menos ideológicamente- un puente con Biden, la estrategia de Argentina de candidatear a Gustavo Beliz, el actual secretario de Asuntos Estratégicos, como el próximo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, es riesgosa. Recordemos que por primera vez desde 1959, por decisión de Trump, un estadounidense es propuesto como candidato a presidir el organismo.
Se trata de Mauricio Claver-Carone, asesor de Trump sobre Latinoamérica. Tácitamente, el arreglo político internacional es que un europeo presida el Fondo Monetario, un estadounidense el Banco Mundial y un latinoamericano el BID. Al romper esta tradición y bloquear la candidatura de Béliz, la Argentina junto con México y la Unión Europea -como gobernadores del Banco planifican bloquear el quórum de la asamblea y así lograr su postergación para principios de 2021- sabiendo quien habita la Casa Blanca. Ante esta estrategia, el candidato estadounidense, Mauricio Claver-Carone, acusó a la Argentina de orquestar el “secuestro de su candidatura” con tono amenazante y ante medios públicos. La respuesta la dio el canciller de Chile describiendo las acusaciones de Claver-Carone como indicio de su inadecuado perfil al cargo. El BID es un organismo de desarrollo de proyectos de infraestructura y política social importantísimo para la Argentina y todo el continente. Con una predicción de caída entre el 10-12% del PIB en la región, que el BID sea presidido por un latinoamericano es darle valor a una mirada geopolítica de la región con ojos propios, pero el enojo de Trump -en caso de ser reelecto- puede ser peor que la exigencia de Claver-Carone. Ante esta situación geopolítica, la Argentina debe transitar el camino hasta noviembre con sumo cuidado, sobretodo por lo que será la dura negociación con el Fondo Monetario Internacional y posibles exigencias con otro socio comercial: China.
China en la Argentina
La relación entre China y Argentina es el tercer tema de la agenda geopolítica que la Argentina debe gestionar con cuidados diplomáticos. Desde el principio de su presidencia, Donald Trump, lidera una estrategia de enfrentamiento con China en el plano económico, político, social y ahora médico, en medio de la pandemia. Trump -con su retórica de campaña de recuperar fábricas que están en China hacia Estados Unidos para crear empleo- dificulta la inserción de inversiones chinas en Latinoamérica y en especial en Argentina. El Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos se pronunció en contra de la base científica de observación de China en Neuquén, el Secretario de Estado (el canciller) alertó a Felipe Solá sobre el uso de Huawei para la extensión de la red 5G, y en su paso por Buenos Aires para el G20, Donald Trump le exigiría a Mauricio Macri la postergación de las relaciones estratégicas con China a cambio de tarifas bajas de exportación para limones tucumanos, entre otras materias primas.
Ahora bien, el porcentaje de exportaciones a China sobre el total creció de un 1.4% en 1995 a 6.4% en 2012, con un incremento del 20% de exportaciones en 2019. En otras palabras, no estamos hablando de un socio comercial minoritario sí no más bien de un comprador estratégico de productos argentinos. Por ello, al posicionar a la Argentina en su estrategia diplomática ante un triunfo de Trump, la relación con China será importante para destrabar temas que son críticos para el país como la presidencia del BID y la negociación con el Fondo. En caso de ganar Biden, la relación con China se podría acelerar.
La Argentina debe transitar un camino delicado en su relación con Estados Unidos para justamente alinear sus prioridades en la región y el mundo al mismo tiempo que no fuerce un escenario antagónico con, hoy, el principal inversor extranjero en la Argentina.