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El blog del Banco Mundial sobre la pobreza, que coordina la española Carolina Sánchez Páramo, no tiene desperdicio. Desde que comenzó la pandemia, en sucesivos briefs va recalculando la degradación social que asolará el planeta. América, desde Alaska a Tierra del Fuego, ha estallado de pobreza mientras se volatiliza la política y el poder. Al comienzo de los confinamientos, que han dañado como nunca economías y vidas, todo parecía poner proa a monopolios políticos irrebatibles. En medio de la hecatombe, hoy reinan las dudas mientras vuelven los fantasmas de revueltas sociales.
Es la pobreza, estúpido
Algo huele mal: esta semana, mientras millones de famélicos latinoamericanos cuentan los garbanzos de su próximo guiso, ven a enfiestadas muchedumbres en Wuhan, donde el barbijo fue abolido oficialmente el pasado lunes 11. Aquí el debate durante un tiempo largo será COVID or not COVID. Lo dicho: además de la miseria galopante, acecha el espectro de la muerte indigna y solitaria, en manos de sistemas sanitarios de enclaustramiento medioeval. Que nuestros viejos y queridos no mueran solos, piden algunos legisladores sensibles. Imposible y no habrá profilaxis que valga: el gran público mejor que no vea lo que sucede en el interior de hospitales y geriátricos estresados. "Con el virus vamos aprendiendo día a día", es el discurso oficial, mientras suman y ocultan a trabajadores de la salud (dos por día en Argentina) que mueren entre precariedades sin perdón.
Es la miopía, estúpido
Argentina tiene sus propias claves, porque al comenzar el año, más allá del exitismo peronista del flamante gobierno, los números eran rojos, por el quiebre del fisco y la estanflación, básicamente. Un cuadro que pese al canje de una quinta parte de la deuda externa no tiene vacuna a la vista. Por torpeza o perversión, en todo caso a caballo de su inercia, el país de Perón, Borges, Fangio, el Che, Maradona y Messi le ha metido candela y gasolina al incendio con su quimioterapia severa al coronavirus. Hacia fin de año la pobreza habrá escalado hasta la mitad de su población, con un desmadre de desempleados (un millón más entre los registrados ) y 100.000 empresas caídas.
Pero eso no es lo peor, para nada, sino la brutal intemperie de los informales, esos sin prensa ni lobbies que habitan en su mayoría en el conurbano bonaerense y las periferias duras de Rosario, Córdoba, Mendoza, Mar del Plata, entre otras. Allí es donde hoy se fortalece más el narco y el delito y donde el Estado viene perdiendo, día a día, su batalla entre el relato protector y su ausencia creciente.
Autobuses y trenes menguados, en pos de aplacar la epidemia, tienen su precio. Por ejemplo, en los primeros tres meses de la Argentina las bajas en el servicio doméstico en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) superaban las 25.000.
Los dos planetas
En medio de la eterna vacación que mandó a sus casas a millones de empleados públicos. El Ministerio de Desarrollo Social y sus satélites provinciales no tienen hoy el ejército de agentes en la calle que harían falta para el otro gran Plan DetectAR, el del hambre y el desamparo, que se traduce, por ejemplo, en una gran espiral de tomas de tierras (100 denuncias desde marzo). En esa guerra de pobres contra pobres hay dos verdades: los indignados que sufren la usurpación de sus propiedades y enfrente los desesperados que tienden con sus niños amoratados por el frío, sus pocas pertenencias clamando por alguien que los mire.
Como en otros países que siguieron la receta de una renta universal que comparten la CEPAL y los grandes magnates, los US$ 130 dólares del ingreso familiar de emergencia (IFE) son un paliativo que a muchísimos no impide despeñarse en la dramática lucha por la supervivencia. Cómo vivirán y de qué morirán esos viejos, jóvenes y niños es un dato de extramuros que es preferible no mirar.
En el otro extremo de la pirámide se anima a hacer ruido la clase media agobiada y todavía con excedentes de información y de bienestar, en puja con el pensamiento "nacional y popular" por ver quién impone sus sueños diversos en un país en tobogán. La grieta famosa son dos planetas lejanos, irreductibles e imposible amalgamar, porque hace tiempo que a unos y otros les estalló la cabeza.
Unos salieron a la calle el 17-A, en autos y con barbijos, irritados por el rumbo que van tomando las cosas. Las redes tienen esa monumental virtud de aglutinar malestares hasta juntar miles o millones. Por eso en el mundo que diseñan desde los chinos a Zuckerberg, el control del networking es la clave.
Los otros, paradojas insólitas de estos días, miran y mascullan su bronca, por el celu y por la tele. El peronismo debe soportar con las manos atadas por su discurso sanitario a ultranza no poder "ganar la calle", su consigna sagrada. Un dato inédito del último medio siglo que ningún sociólogo hubiera soñado imaginar.
La Rata de Plata
"El zoom no salvará al mundo", alerta el venezolano Ricardo Hausmann, a propósito de la explosión de webinars que hoy satura nuestras agendas. Tampoco pondrá a salvo a la Argentina, más allá del faro de Mercado Libre y envidiados unicornios. Antes de que el fantasma del virus llegara a estas playas, Argentina podía ufanarse de tener, en medio de la debacle, aún intacto su aparato productivo.
¿Entonces todo está perdido? Claro que no, promete el staff de Alberto+Cristina o viceversa, en vísperas de sus prometidas "60 medidas para la reactivación". La Argentina es inmensa en recursos y reservas, y como advertí hace ya tiempo en este espacio, el gran y seguramente polémico "salvavidas para todes" que prepara el peronismo vendrá de China. En eso está trabajando, a full, para que haya rutilantes novedades antes de que termine el "Año de la Rata de Plata".