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25 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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El maestro Domingo, un estadista

Domingo, 06 de septiembre de 2020 02:43

Domingo Faustino Sarmiento nació en la ciudad de San Juan el 15 de febrero de 1811. Su madre fue doña Paula Albarracín, mujer abnegada, su padre don José Clemente Sarmiento, un ardiente patriota que sirvió en el ejército de los Andes, a las órdenes de San Martín.

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Domingo Faustino Sarmiento nació en la ciudad de San Juan el 15 de febrero de 1811. Su madre fue doña Paula Albarracín, mujer abnegada, su padre don José Clemente Sarmiento, un ardiente patriota que sirvió en el ejército de los Andes, a las órdenes de San Martín.

En Sarmiento se fusiona una personalidad vigorosa que lucha contra la tiranía, su indiscutible intelectualidad y su honestidad ejemplar. No fue de aquellos que alcanzaron notoriedad con el elogio fácil o recostados en amistades de comité. Estudió y trabajó incansablemente. Dedicó sus esfuerzos a realizar sus sueños de realizar la transformación del país en gestación institucional. Sus viajes, sus lecturas y meditaciones le permitieron forjar un plan sólido que fructificó en una densa obra educacional. Y es que el éxito de una gestión de gobierno no se cifra solo en discursos vacíos de contenidos y dádivas, sino en un meticuloso diagnóstico de la situación y en la aplicación de medidas que corrijan las deficiencias existentes.

Pero la mayor virtud de Sarmiento fue comprender que el progreso de la Patria habría de venir de la extensión de la educación, pilar esencial para todo desarrollo y labor a la que dedicó su vida en una continua apuesta a la escuela como motor del progreso moral y material. Un auténtico revolucionario para la sociedad de su tiempo. Para Sarmiento, educación era aprender a leer y escribir, tener un oficio, alcanzar un diploma, pero también comprendía el respeto a las instituciones gubernamentales, el acatamiento a la ley, el sentido de la solidaridad social, el contenido de la justicia y de la moralidad en el equilibrio de las partes en la colectividad.

Educador sin fronteras

Las circunstancias de su tiempo le obligan a tomar partido. El triunfo federal de Facundo Quiroga en 1831 lo pone camino a Chile. En Putaendo ejerce como maestro de escuela, gana 13 pesos mensuales. En Valparaíso fue dependiente de tienda, con la mitad de la onza mensual que gana, costea sus estudios de inglés. Más tarde ofició de mayordomo en las minas de Copiapó, lugar en el que se resiente su salud, por lo que regresa a San Juan. En esta, funda una sociedad dramática y luego, en 1838, junto con algunos jóvenes ilustrados, la Sociedad Literaria, filial de la Asociación de Mayo. En este tiempo lee infinidad de libros. No escapa a su interés la educación femenina: funda un colegio de mujeres, el de Santa Rosa y su primer periódico: El Zonda (1839).

En 1840, vuelve al exilio en Chile. Allí se lanza a la política y apoya a Manuel Montt su amigo y protector. Colabora en diversos periódicos y dirige la primera escuela normal de Sud América (1842). Al fundarse en 1843 la Universidad de Chile es nombrado miembro del cuerpo académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades, donde auspicia la simplificación ortográfica. Con Vicente Fidel López crea un colegio particular: el Liceo. Durante tres años dirige El Progreso, primer diario, cronológicamente hablando, que aparece en la capital chilena. Publica varios textos escolares, cartillas, silabarios. Dos millones de niños chilenos aprenden a leer por su "Método de lectura gradual" (1845). Desde el punto de vista literario, esa estancia de Sarmiento en Chile es la más fecunda de su existencia. Aparte de numerosos artículos periodísticos edita "Mi defensa" y su trabajo "Vida de Aldao" (1845), el cual lo alienta en virtud del éxito obtenido, a escribir su obra capital, "Facundo" (1845).

Entre 1845 y 1848 viaja a Europa y Estados Unidos enviado por el gobierno de Chile, a estudiar la organización de la enseñanza primaria. De regreso publica dos obras maestras, "Viajes por Europa, África y América" y "Educación popular", ambas de 1849; esta última, su obra preferida. Al año siguiente publica "Argirópolis", libro en el cual aboga por la concordia de los argentinos y la adopción literal de la Constitución de los Estados Unidos. A fines de ese mismo año hace ve la luz "Recuerdos de Provincia", la más tierna de sus obras.

Después del Pronunciamiento se incorpora al ejército de Urquiza. En Palermo emplea la misma pluma de Rosas para escribir el parte de la victoria de Caseros. Alguna diferencia con el entrerriano lo regresa a su rincón chileno en junio de 1852, en donde publica su movida y vivaz "Campaña en el Ejército Grande", y sostiene su célebre polémica con Juan Bautista Alberdi. En 1853, en coincidencia con la sanción de la carta magna, publica "Los comentarios de la Constitución".

En 1855, impaciente por actuar en su patria, regresa a Buenos Aires, provincia en la que funda dos colonias agrícolas en Chivilcoy: una suiza y otra italiana. Escribe en El Nacional, es electo concejal (1856), designado director de Escuelas (1856-1862) y tres veces senador (1857,1860 y 1861). Sarmiento desempeña un papel relevante en la Convención reformadora de la Constitución. Fue ministro de Gobierno en la gobernación de Mitre, colaborando activamente en la construcción de la unidad nacional. Después de la batalla de Pavón fue designado gobernador de su provincia. En tan solo dos años de ejercicio de ese cargo (1862-1864) realiza una vasta labor, hasta que Mitre lo designa ministro plenipotenciario en Estados Unidos.

Escribe: “Vida de Lincoln”, “Vida del Chacho”, “Escuelas, base de la prosperidad de la República en los Estados Unidos”. Sin contar con partido propio es propuesto para la Presidencia de la Nación (1868-1874)

El estadista 

Contando con un plan de gobierno con ideas claras, maduradas desde años antes, asumió la Presidencia. Conocía las dificultades que lo esperaban y deseaba estar por encima de los partidos. Le preocupaba la barbarie, la moral, las instituciones. Acometía estas con perseverancia, honradez, estudio, trabajo diario y con un inmenso poder moral. Resume su pensamiento: “Es necesario hacer del pobre gaucho un hombre útil a la sociedad. Para eso necesitamos hacer de toda la República una escuela”. Fue notoria su predilección por todos los problemas educativos, él había padecido esa deficiencia en el país y presenció el espectáculo de la ignorancia y la inopia de nuestro territorio, interpretando que los males eran consecuencia de la ignorancia. 
Centró el problema educativo en su base: la escuela primaria, lo primero era luchar contra el analfabetismo instalado en campos y ciudades. Era necesario que el argentino empezara por aprender a leer. Pero para eso era menester capacitar a los educadores, a las maestras. Después vendría lo demás: la cultura superior, la universitaria, la académica, la cívica, la institucional, la ética, la legal. Para Sarmiento, “la educación primaria es la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos” y, “son las escuelas las bases de la civilización”.
En su ejercicio presidencial aumentó el presupuesto destinado a educación. De 744.975,36 en 1869 pasó a 1.836.871,36 en 1874. Otorgó subvenciones a las provincias para instrucción pública. Con este auxilio, la matrícula se triplicó durante su gestión presidencial. 
Un instrumento clave para la concreción de políticas fue el Censo Nacional de 1869, impresionante radiografía general de la instrucción pública argentina de esa época, que reveló una gran deficiencia en materia de instrucción pública. Otro norte de su programa fue la creación de la Escuela Normal. La primera, creada por decreto funcionó en la ciudad de Paraná en 1870 y en 1875, veía la luz otra en la ciudad de Tucumán. Fueron dirigidas por los hermanos George y John William Stearns, respectivamente.
Otra iniciativa estuvo dirigida a la extensión de los Colegios Nacionales y a su reforma: establece otro plan de estudios y aspira que el bachillerato debía preparar para la vida. Inauguró los cursos nocturnos. Inició las escuelas ambulantes para la campaña, fundó la Escuela de Minas y el Colegio de Sordomudos. Finalmente, fundó el Colegio Militar y la Escuela Naval. 
Otra obra ponderable fue la ley N° 419 de las Bibliotecas Populares, sancionada el 2 de setiembre de 1870. El fin de la ley era difundir el libro “ese pan del alma”, según el pensamiento de Sarmiento. En virtud de esta ley se fundaron más de cien de esas Bibliotecas. En Córdoba fundó el Observatorio Astronómico, la Academia de Ciencias y la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Estableció un régimen de cambio de libros con el extranjero, reglamentó las becas. Invitó a hombres de ciencias a trabajar en el país como Gould y Burmeister. 

La educación femenina 
Hay un aspecto moral en esta reforma pedagógica y es que Sarmiento comprendió la importancia de la mujer en la sociedad, pues se trataba de la educación de niños, era la mujer la indicada, pues ella es ante todo madre y esa condición resultaba esencial en ese grado de educación. El aporte femenino en dicha tarea aseguraba su mayor eficacia y daba a las féminas grandes posibilidades en la sociedad. Tal posición comportaba una reforma social inclusiva de fondo, una revolución pedagógica y social: la incorporación de la mujer al mercado laboral y al mundo intelectual. Fue complejo vencer la resistencia del interior semicolonial y pacato, y aun para la gran aldea porteña. Con el auxilio de la Sra. Mary Mann se contrataron jóvenes educadoras norteamericanas, quienes fueron distribuidas por todo el país, para llevar su vocación, coraje y capacidad. 
Finalizada su gestión presidencial fue elegido senador nacional por San Juan. Posteriormente dirigió la instrucción primaria en la Provincia de Buenos Aires entre 1875 y 1879 y en el orden nacional en 1881. Publicó “Conflictos y armonías de las razas en América” (1883) y realizó una misión cultural a Chile en 1884. Funda el diario “El Censor” y más tarde publica “Vida de Dominguito”, el hijo bienamado. Resentida su salud, parte al Paraguay. Fallece en Asunción un 11 de septiembre de 1888.

 

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