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El ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, es un ministro que funciona a su manera.
Nadie podría esperar de él otra cosa, por ejemplo, que enfrentara con profesionalidad y firmeza la progresiva inseguridad que sufre el país, que poco a poco parece ir convirtiéndose en territorio del crimen organizado. Y nadie podría esperarlo, porque ya ocupó ese cargo inmortalizando la frase de que "la inseguridad es solamente una sensación".
Esto lo sabían Alberto Fernández y Cristina Kirchner cuando, en el caos poselectoral de septiembre, lo incorporaron al gabinete. Ambos saben también que Aníbal es el padre de la derrota de Daniel Scioli en 2015. Todos los argentinos lo saben.
Es decir, es un ministro que funciona como todos saben que iba a funcionar: hablando como un "standapero" y amenazando como un barrabrava.
Lo que resulta inexplicable es que un hombre de más de sesenta años y que siempre ha vivido de la política se haya desestabilizado porque el dibujante Nik opinó en un tuit: "Regalar heladeras, garrafas, viajes de egresados, planes, platita, lo que sea, lo que venga. Qué triste no escuchar nunca la palabra trabajo, esfuerzo, futuro, porvenir".
Con toda esa picardía que muchos le atribuyen, Aníbal no atinó a desmentir una sola palabra de lo que dijo el dibujante: probablemente no podía salir a justificar la promesa de pan y circo con los viajes estudiantiles, anunciada por Axel Kicillof, o avalar la propuesta impúdica de "platita en el bolsillo", expresada por el extravagante Daniel Gollan. Ni los "salariazos" prometidos.
Aníbal Fernández no desmintió el escenario de clientelismo que describía Nik, sino que pretendió equipararlo a las políticas de subsidio de la educación de gestión privada, aplicadas desde hace más de medio siglo y sobre las que Juan Domingo Perón afirmó, en 1973, en un discurso desde la CGT que "son un muy buen negocio para el Estado". Y no se refería a las escuelas metropolitanas, sino a las de todo el país.
"Muchas escuelas y colegios de la CABA reciben subsidios del Estado y está bien. Por ejemplo la escuela/colegio ORT. ¿La conocés? Sí que la conocés... ¿O querés que te haga un dibujito? Excelente escuela lo garantizo. Repito... ¿La conocés?", escribió el ministro de Seguridad, a cuyo cargo están los servicios de Inteligencia.
Eso es una amenaza porque a esa escuela van las hijas de Nik. La amenaza siempre es inadmisible. En una sociedad civilizada la amenaza a una persona debido a sus opiniones linda con la violación de los derechos humanos. Ahora, una amenaza (por velada que sea) cuando incluye información reservada sobre temas de índole privada, inhabilita a cualquier ministro para el ejercicio de su cargo.
La complicidad de Alberto y del jefe de Gabinete, Juan Manzur, los hace partícipes de la irresponsabilidad de Aníbal.
Este episodio, que contiene una advertencia para todos los medios de comunicación, pone en evidencia el tembladeral de un Gobierno entero.
La "repartija" de fondos públicos que objeta el historietista de La Nación es un recurso clásico con resultados inapelables, que son los que muestra el último informe del Indec.
Esa repartija, además, coincide con la ausencia de un plan económico, que Martín Guzmán necesariamente deberá mostrar al FMI para obtener un acuerdo razonable. Y también con la designación como secretario de Comercio del economista ultraestatista Roberto Feletti; en los hechos, una suerte de comisario político del Instituto Patria para controlar al ministro de Economía.
En este contexto, de debilidad y desconcierto, Aníbal Fernández no desentona. Por eso todos hicieron la vista gorda.
Pero en un tembladeral como el actual ningún gobierno puede funcionar, ni para la democracia ni para la gente.