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Islas Malvinas, dos siglos y medio de retrocesos

Viernes, 08 de octubre de 2021 02:38
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La documentación producida por César Lerena en su reciente libro revela que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, en una operación militar, usurpaba en el Atlántico Sur en jurisdicción del Mar Argentino, 11.410 km, incluyendo las 3 millas marítimas circundantes, a pesar de estar en relación de paz con la Confederación Argentina.

El del 3 de enero de 1833, a despecho de los antecedentes y derechos a favor de España y de la Confederación Argentina, dos buques de guerra desalojaron a la guarnición argentina de Puerto Soledad reemplazándolos por súbditos de la potencia ocupante. El Reino Unido calificó tal acto como "reafirmación" de su dominio establecido en 1765, después de la llegada del marino Louis Antoined de Bouganville procedente de Francia en 1763.

España y Francia habían llegado en 1765 a un acuerdo para el reconocimiento de las Islas como posesión española que incluía una indemnización por gastos realizados a Louis Antoine de Bougainville, el coronel francés que fundó la colonia pesquera y foquera de Port Saint Louis en la Isla Soledad. Pero Bougainville volvió, según dijo, por la recomendación británica sobre la conveniencia de formar un enclave en el sur del Brasil, para la dominación del comercio del Mar del Sur. Malvinas, por cierto, es un nombre que deriva de Saint- Maló, y refiere a los navegantes que llegaban de esa ciudad francesa, Malounies, castellanizado a Malvinas.

Hoy, luego de la secuencia del asentamiento francés de Bouganville en 1763, y el del comodoro John Byron en enero de 1765 para reafirmar el dominio británico, y pasando al lapso 1982- 2022, la superficie ocupada por Gran Bretaña se extiende a 1.639.000 km2 totales, incluyendo la reserva ecológica alrededor de las Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Este último proceso histórico ocurrido entre los siglos XX y XXI, proyecta radiográficamente en la política internacional el fracaso diplomático más estruendoso y vergonzoso de nuestra Cancillería, en la conducción de las gestiones de recuperación y negociaciones de las islas en cuestión legítimamente argentinas, tanto en lo bilateral como en lo multilateral, y muy a pesar del apoyo dominante y permanente para ello, provisto por el Foro de las Naciones Unidas.

Debemos no obstante reconocer al respecto que la Cancillería argentina, a pesar de haber estado dotada históricamente de algunos eximios diplomáticos en su trayectoria institucional, demuestra inexorablemente la existencia de un virtual vacío político estratégico en las negociaciones con Gran Bretaña, incluyendo las adicionales contemporáneas, sobre derechos pesqueros, de hidrocarburos, y demás ligados a los recursos naturales marítimos. Si bien la Cancillería argentina ha diferido siempre de otras sudamericanas como Itamaratí, o la Chilena, en el manejo y aplicación de sus estrategias diplomáticas basadas en políticas de Estado, debemos aceptar que ello derivó permanentemente de la irreflexión y desorden de los sucesivos gobiernos de diferentes orientaciones políticas en el manejo de las relaciones exteriores argentinas.

Así como la Argentina prosigue con un rumbo oscilante y perdidoso de su propio desarrollo y calidad institucional, incluyendo lo socioeconómico e inclusión internacional, su política exterior ubica a nuestra nación entre las más ineficaces de la América del Sur. Los datos de Malvinas así lo certifican, como muchos otros numerosos casos de gran importancia para la inteligente inserción de la República en el mundo.

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