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Caras conocidas y los mismos discursos grises

Martes, 21 de septiembre de 2021 02:19
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El discurso de Alberto Fernández al poner en funciones a los nuevos ministros tuvo el color gris que impregna toda su gestión. 
El color gris es un símbolo en si mismo: ni blanco ni negro, deprimente, y con el que todas las figuras se tornan ambiguas. 
Es que no puede ser sino ambiguo un gobierno surgido de un pacto hecho en las sombras; un engaño, porque los dos miembros de la fórmula, Alberto y Cristina, ni se aman ni se respetan. Solamente se necesitan.
Hay que tener mucha imaginación para creer que la elección de Juan Manzur como jefe de Gabinete es un signo de vocación federalista. Ni Manzur va a representar a las provincias -que no le delegaron representación alguna- ni los 21 meses precedentes acreditan alguna voluntad de torcer décadas, o centurias de poder absolutamente (casi “absolutistamente”) centralizado. El centralismo ha sobrevivido a todos los gobiernos. Porque todos se encandilan con las “luces del centro”, con los inmuebles de Puerto Madero y Recoleta, y con los votos decisivos del conurbano.
 La caótica semana que vivió el país tras la derrota del oficialismo en las PASO se debió, básicamente, a los resultados en los barrios más populares y más excluidos; de los segmentos de la sociedad en nombre de los cuales se nutren los discursos y las promesas de Alberto Fernández, la ilusión revolucionaria de la burguesía de La Cámpora y los militantes virtuales (rentados o ad honorem). 
 La pérdida de votos en el conurbano fue el golpe más doloroso e inesperado. Pero el oficialismo perdió en 17 distritos del país, a manos del adversario más temido. La derrota en las PASO tuvo alcance nacional.

Nada va a cambiar

Nada en el discurso del presidente y muy poco en los nombres de los recién llegados invita a imaginar un cambio significativo de rumbo.
En primer lugar porque nadie sabe bien cuál es el rumbo.
El manejo de la pandemia, las arbitrariedades en la compra de vacunas (malos negocios que pagó la gente con su vida y su salud) y la politización de la campaña sanitaria rayana en lo ridículo fueron la consecuencia de que el gabinete de científicos era, en realidad, un encuentro de amigos. 
El tiempo dirá si hay algo nuevo bajo el sol. Si estos “funcionarios funcionan”. Y para quién funcionan.
 Sin duda, el nuevo jefe de Gabinete tiene una experiencia profesional, laboral y política de la que carece Santiago Cafiero. Pero, será Manzur realmente un jefe con liderazgo y metas nacionales claras? 
 ¿Podrá Julián Domínguez sostener a la fuerza económica más competitiva del país, el campo, frente a las veleidades estatistas y distribucionistas de Paula Español o Fernanda Vallejos?
 ¿Podrá Martín Guzmán tomar alguna decisión importante, por ejemplo, en materia de tarifas energéticas, un punto clave en las negociaciones con el FMI? ¿Podrá, por ejemplo, despedir al subsecretario Federico Basualdo, que les impuso la Cámpora para pisar las tarifas? ¿O seguirán recortando los ingresos del personal en blanco y de los jubilados, licuando los aumentos con inflación?

 Otras incógnitas

 La pandemia no solo costó 115.000 vidas, hasta ahora, sino que produjo una catástrofe educativa. Daniel Filmus, de trayectoria reconocida, asumió en el área de Ciencia y Tecnología. Gobierne quien gobierne, es un sector estratégico, directamente vinculado a la inserción de la Argentina en el mundo y esencial en la preparación del país para una nueva era en la historia de la humanidad. No hay en esto exageración alguna. Filmus, con su gestión como ministro de Educación, hace pensar que su tarea no será consolidar Tecnópolis, que solo es una muestra de fantasías, un parque de ilusiones con lo que querríamos ser. Cabe esperar que Filmus pueda sostener un plan serio y transformador, asociado con las empresas, los investigadores y cada uno de los gobiernos de las provincias. 
La única duda es si le van a prestar atención en el gobierno. 
Cafiero reemplazó a Felipe Solá. El penoso desempeño del agrónomo como canciller contrasta con su notable gestión en el desarrollo sojero del país durante el gobierno de Carlos Menem. Ahora culminó con un desplante en la reunión de la Celac, de la que desertó al enterarse de que lo habían desplazado. Probablemente un papelón con muy pocos antecedentes en el mundo de la diplomacia. La inexperiencia y la falta de formación de su reemplazante demuestran que para el actual gobierno, y para los dos de Cristina, las Relaciones Exteriores formales son irrelevantes. Prefieren los vínculos personales con líderes extranjeros como Hugo Chávez, Evo Morales, Vladimir Putin o el PC chino, O acuerdos turbios con Irán. 
 A Jaime Perczyk le corresponde una de las tareas más arduas: recuperar un sistema educativo fracturado desde antes de la pandemia, y que ahora ha perdido un ciclo lectivo completo, con niveles de deserción con muy sombría proyección histórica. Es difícil esperar, en las actuales circunstancias, que algún funcionario vaya a encontrar un espacio donde proponer objetivos de largo plazo, en una realidad política ideologizada y que carece de objetivos explícitos de desarrollo.

 La guardia vieja

Una semana después de la debacle electoral comienza un período de dos años de más incertidumbre aún. Cuesta imaginar que la “guardia vieja” vaya a dinamizar a una gestión que no logra hilvanar un discurso sin hablar de su “bestia negra”, Juntos por el Cambio. Ayer el presidente no pudo omitir la referencia a los vencedores del domingo anterior, a pesar de su declarada intención de prestar atención al mensaje de las urnas.
Claro, si algo no puede leerse en el mensaje de las urnas es el deseo de la gente por ver de nuevo a Aníbal Fernández como ministro. Su designación es de alto riesgo, sobre todo en el área de Seguridad. Su frase, más de una década atrás, de que “la inseguridad es una sensación” suena muy parecida a la interpretación casi festiva que hiciera su antecesora, Sabina Frederic, al destacar el aburrimiento de Suiza mientras analizaba los crímenes en el conurbano y en Rosario de Santa Fe.

El pez por la boca muere

Muchas personas en la Argentina descreen en la economía capitalista y en la democracia representativa. El incremento progresivo de la pobreza, de la especulación y de la fractura social admite una interpretación como la señalada. Estamos en una época de transformación de las certezas políticas, de las instituciones, y de los modos e instrumentos de las demandas. 
Difícilmente, sin embargo, alguien crea que eso lo va a solucionar una política simbolizada en los “bolsones de López”, o en los privilegios de élite, como las fiestas en Olivos, o los que reclama Fernanda Vallejos para los diputados. La misma que, a través de un audio, exhibió lo que una parte del oficialismo piensa del presidente.
La epístola admonitoria de Cristina incluye dos puntos esenciales: reconoce un pacto secreto entre ella y Alberto. Un pacto a espaldas de la ciudadanía cuya motivación central parece afirmarse en el temor a la Justicia. Y un reclamo desesperado por aumentar el déficit, y repartir plata para ganar en noviembre. Si tienen éxito, les quedarán dos años de una crisis financiera autoinfligida. Si pierden, aparecerá en escena un populismo sin plata y sin poder parlamentario.
Pase lo que pase, el escándalo de estos días y el cambio en el gabinete no disimulan lo que es evidente: un gobierno gris, sin cohesión y sin proyecto, en un país que necesita encontrar un camino de salida.
 

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