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La función principal de cualquier gobierno es hacer uso de las herramientas del Estado para transformar la realidad a partir de un plan claro refrendado en una elección.
Los gobiernos que quieren demostrar destreza para transformar realidades dolorosas en instancias de superación quedan en la historia. También quedan en la historia, los gobiernos que entienden que las dinámicas que acarrean una inercia pasada nunca triunfan repitiendo la misma estrategia del anuncio como modus operandi. El anuncio no significa nada. La acción, la que concreta un sueño y un deber cívico, es lo que cuenta. Si algo puedo recoger de mi experiencia por diversos lugares del mundo, es la atracción a la idea que la política, cuando se piensa y se ejecuta con estrategia, puede ser innovadora y puede transformar la realidad. Las condiciones para que esto ocurra suelen ser el matrimonio del deseo y la técnica. El deseo de querer refuncionalizar la inercia del estancamiento en algo productivo y la técnica en hacerlo a medida de una estrategia de metas, objetivos y plazos. Nada de esto quiere decir que hay una facilidad innata en realizar un deseo, pero sin la disciplina de mirar a largo plazo con victorias en el corto, es mejor no empezar ningún ciclo disruptivo porque terminara a medio hacer sin ser nada.
En Salta, con una tasa del 7,4% de desocupación (por arriba de la media nacional y regional), y un desesperante 27,4% de pobreza, el gobierno y los sectores productivos; las universidades y la sociedad civil; el Poder Judicial y los gremios; los medios y cada trabajador, tiene responsabilidad en crear una sociedad mas prospera. Pero, volviendo a la experiencia personal en mi formación técnica, necesitamos un factor coordinador que tenga la autoridad de hacerlo y lo haga en pos del bien común. Esa visión del Estado no corresponde a linajes ideológicos o dogmáticos de la grieta boba en la que subsistimos. Es una visión moderna, necesaria y normal. Es más, a veces hasta se hace presente en Argentina y en Salta. La dificultad es lograr un dinamismo que logre encontrar un plan de largo plazo con disciplina para llegar a sus metas. Tomemos de ejemplo la ciencia y la tecnología.
En Argentina, casi el 86% de las capacidades de innovación, ciencia y tecnología residen la zona metropolitana de Buenos Aires. El resto de los polos tecnológicos, que son en si pequeños, están en Santa Fe y Córdoba.
Brechas
En el norte del país, Tucumán asoma con una participación, y Salta, de a poco, como segundo foco. Es difícil pensar un país con capacidades de crecimiento sin saber que la ciencia y la tecnología es justamente el camino para crear, lo que se llama, el triple impacto: empleo, salarios atractivos, captación de mercado. Un caso paradigmático es por ejemplo las capacidades de la industria del software. La estrategia del Estado coordinador como innovación pondría, en este ejemplo, énfasis en la potencia de conquistar la educación tecnológica, la inclusión laboral, el desarrollo tecnológico del know-how, y la especialidad nacional de competir y ganar mercados internacionales, así contribuyendo a la formación de riqueza estable, que debería, ser reinvertida en un proceso de fortaleza a largo plazo. Eso es un plan de un Estado coordinador que sabe invertir en ganancias y garantías a futuro.
La industria del software, comparada con el 2017, creo 137,431 empleos, con salario medio de 150mil pesos. Comparado con el 2017, es un crecimiento del 39% a un ritmo de 30.000 empleos registrados por año. Según el Observatorio Permanente de la Industria del Software y Servicios Informáticos de la Argentina, en 2021 se exportaron servicios por U$S 2.213 millones. En 2017 eran US$1699 millones.
Para un país que sufre la restricción externa de moneda internacional para sostener un programa de crecimiento, crear una estrategia que pueda incentivar crecimiento en la ciencia y tecnología, y en la industria del software en particular, es parte de la visión de un Estado coordinador. No por nada el mercado mundial de desarrollo de software está valuado en 737 mil millones de dólares para el 2023. La contribución Argentina es pequeña pero en crecimiento.
Según Observatorio Permanente de la Industria del Software y Servicios Informáticos de la Argentina parte del problema es la capacidad de captación de personal calificado. Datos del Observatorio muestran que solo un 16% del total de trabajadores en la Argentina posee habilidades tecnológicas.
La incapacidad del Estado coordinador de destrabar este cuello de botella es, en parte, un problema de estrategia.
Las estrategias funcionan cuando están en armonía con el ecosistema necesario de soluciones.
En otras palabras, cuando en la Argentina se reciben 4 contadores por cada informático, hay un problema de diseño de política publica, no de vocaciones. Si, es verdad que en la década 2010-2020 se recibieron 7,21% menos de politólogos, pero esa cifra no me ofende cuando fue 23,68% para carreras de sistemas e informática.
El 1.3 millón de egresados de la universidad pública en el país en la última década sufre la incapacidad del Estado coordinador de crear las condiciones para incentivar nuevos profesionales en las áreas que piden futuro y no tienen con quien construirlo. Sobre todo cuando 6 de cada 10 estudiantes universitarios son mujeres, pero solo el 25% estudian carreras ligadas a la tecnologia.
Si miramos datos del mercado laborar dentro de la industria del software, La Rioja, Misiones, San Juan y Tierra del Fuego acumulan crecimientos en los últimos dos años, pero con bases reducidas de cientos de puestos de trabajo cuando Buenos Aires, CABA, Córdoba y Santa Fe tienen 8.537, 5.074, 2,178 y 1.081 trabajadores más que en enero de 2020. Salta solo agrego 201 trabajadores con respecto a Enero 2020, detrás de Tucumán con 441.
Los números pueden mentir, pero son la mejor aproximación para entender donde fallan las estrategias y las técnicas que se usan en un Estado coordinador que ve un problema y lanza una política pública. Es más, en Salta, en los últimos dos años se ven iniciativas gubernamentales como la primera feria de trabajo de la industria de software en Marzo 2022 en la UNSa, o las jornadas de la economía del conocimiento y la misión a España para conocer el mercado internacional. Todo suma, pero solo cuando es una acción concadenada a un plan, a una estrategia y a la necesidad de una política publica medida, estudiada, querida. Si las iniciativas son para dar rodaje a nombres personales o hacer anuncios vacíos, al final solo sirven para generar incertidumbre porque el trabajo se ve en la acción solamente, y los actores serios, miden en la acción, no en anuncios.
Por eso, pensar el 2023 como plataforma para crear las bases de ese Estado coordinador que pueda liberar fuerzas productivas sin ser un estorbo, más bien, siendo un agente del despliegue del potencial de la ciencia y tecnología en Argentina, y también en Salta. La mejor forma de hacerlo, sabiendo que entramos en un año electoral, es en alianza con todos los sectores estratégicos en un plan post-electoral, con una mirada técnica y con seriedad a largo plazo. Es posible, y es necesario.
Y para eso, aunque seamos menos politólogos que la década pasada, la estrategia de políticas públicas superadoras son es parte de la innovación que buscamos.