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Un peronio para peronia

Martes, 19 de abril de 2022 00:00
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Argentina hace rato que se ha convertido en una obra teatral que bien podría haber salido de la imaginación de Samuel Beckett, Eugene Ionesco o Jean Genet; todos referentes del teatro del absurdo. También podría ser una obra producto de la pluma de Antonin Artaud; creador del Teatro de la Crueldad. Cada día más, Argentina es una obra de teatro absurda, surreal y, al mismo tiempo, cruel.

Y, como en toda obra de teatro, la trama se va develando en actos. Solo que, en Argentina estos actos se suceden uno tras otro con un vértigo escalofriante. En una rápida sucesión que hace que cada acto sea tapado por el siguiente en una carrera interminable que no nos deja hacer ninguna reflexión al respecto -ni seria ni serena-; muchos menos a tiempo. Tampoco nos permite la búsqueda de una solución; ni sensata ni posible. Solo una escalada al absurdo que deviene en caída interminable.

Actos que nos saturan; nos anestesian. Nos insensibilizan. Nos hacen entrar en una desidia y en una violencia cotidiana que debería ser inaceptable. Pero que, sin embargo, la abrazamos con una mansedumbre y una docilidad que asusta. En nuestra vida reinan la anomia y esa "ajuricidad boba y autodestructiva" denunciada hace ya más de tres décadas por Carlos Nino. En el aturdimiento, acto tras acto, día tras día, barbaridad tras barbaridad; vamos normalizando la locura y el salvajismo que significa vivir siendo actores secundarios dentro de este teatro absurdo y cruel.

La Argentina impune

Por ejemplo, en uno de los actos vemos a La Cámpora, -un movimiento ideológicamente indescriptible y cuyo nombre nos remite a un momento agónico de nuestra historia-, marchando por las avenidas de la Ciudad de Buenos Aires. Lo hacen en un acto de apropiación de la lucha por los derechos humanos; lucha que desconocen por completo y de la cual no fueron partícipes ni protagonistas en forma alguna. Peor. Una lucha que banalizan al ningunear las posturas genuinas de tantos -tantos- otros que sí fueron valientes y se opusieron a la dictadura antes de 1983, y no después cuando ya no implicaba peligro alguno hacerlo. O de gente que enjuició a las Juntas en un evento único en la historia del mundo. Vale la pena recordar que fue el peronismo el que anularía esa parte de la historia con la burla jurídica y social que significaron la ley de la obediencia debida y los indultos de Menem. Nada raro; es muy argento el borrar con el codo lo que con tanto trabajo se escribe con la mano. Así y todo, nunca hay que olvidar que la lucha por los derechos humanos no comienza con el kirchnerismo; tanto como no se agota en La Cámpora.

En una especie de acto dentro del acto, hoy asistimos a otra burla igual de absurda; la de las indemnizaciones a gente exiliada por el accionar criminal y delictivo de la Triple AAA; esa organización invento de la extrema derecha peronista, pero por cuyo accionar hoy pagamos todos.

Intervalo y vemos a un gobierno que relanza su gestión por cuarta vez. Ya en la obra de nuevo, vemos, otra vez, a Máximo Kirchner -el político con la imagen negativa más alta del país-, acusando a los porteños de fascistas "por tener la tendencia a votar a aquellos que reivindican el accionar de la dictadura". Para Máximo Kirchner la dictadura y la democracia son lo mismo; Videla y Macri son la misma cosa. De nuevo, ese es el riesgo del desconocimiento de la historia y su sustitución con una memoria inventada. Mismo riesgo que se corre cuando se busca que la ideología y el relato se impongan sobre la verdad y los hechos. Dictadura y democracia no son lo mismo; dictadura y liberalismo económico tampoco. Pero claro, tendría que haber leído algo para poder conocer la diferencia. Cuando no se sabe de historia se alcanza uno de los mayores grados de ignorancia posible. También se corre uno de los riesgos más grandes imaginables: el de ser una hoja que niega ser parte del árbol.

Otro acto y vemos las imágenes de los acampes en Plaza de Mayo. Una ciudad bloqueada y miles de argentinos enfrentados. Unos defendiendo el derecho a una vida digna y el derecho al reclamo -defensa justa-; otros defendiendo el derecho a trabajar y a vivir en paz y armonía. Otro reclamo justo. Va a ser, de nuevo, el mismo Máximo Kirchner quien dirá: "Hay que dejar de quejarse si cortan una calle y terminar con las pendejadas de la televisión". Así, con una sola sentencia mediática, él decidió ubicar -cual juez autopercibido- el derecho a la protesta de unos por sobre el derecho a la libre movilidad y al poder trabajar y vivir en paz del resto. Los derechos no se dirimen en discursos patoteros, así como tampoco se resuelven según quién ejerza mayor grado de violencia en la calle. Pero la sociedad aceptó todo; los acampes -muestra ineludible de la debacle social argentina-; la locura de transitar por la ciudad día tras día; el fallo del autopercibido juez y, peor, el saber que todas las semanas estos actos y estos dichos se seguirán repitiendo sin fin. "El día de la marmota" en nuestra versión vernácula.

La Argentina patotera

En otro acto el juez Ramos Padilla ordena archivar la causa de la ocupación de tierras más grande el país por considerar “que no constituye delito”. Se basa en que la megatoma ocurrió “a plena luz del día” y, cito, “la delimitación informal de lotes con sogas, palos y alambres también ocurrió a la vista de todos. (...) Los implicados ingresaron al predio sin que se advirtiera la adopción de ningún tipo de medida tendiente a denegar o dificultar ese ingreso”. Cuando a una sociedad se la burla con argumentos jurídicos banales y falaces, solo es esperable una mayor radicalización y violencia de todos lados.
Otro acto más donde vemos a una ciudad -San Nicolás - sitiada bajo el llamado “método Moyano”: bloqueo, extorsión y amenazas. Apelo acá al uso literal de la palabra: sitiada. No solo el paro había impedido la recolección de residuos; sino que también cortaron los accesos a la ciudad impidiendo la entrada de alimentos y de los insumos necesarios para que la ciudad pudiera funcionar con normalidad. El referente de Camioneros de San Nicolás increpó a una periodista, defendió el bloqueo y amenazó a la ciudad al grito de: “Se van a morir de hambre”. Dato no menor; el otro detenido por estos eventos se encuentra procesado por abuso infantil.

En un país donde se necesita con desesperación generar trabajo genuino; pymes que florezcan, que produzcan y que crezcan; el gremio de Camioneros bloquea y extorsiona esas fuentes de trabajo y las asfixia, amenazándolas con llevarlas a la quiebra si no se avienen a sus términos; esto es, que cada persona que trabaje en cada empresa sea afiliada a ese gremio en particular. 
Un Estado aquiescente bonaerense permite que la barbaridad escale sin límite y sin ninguna racionalidad. El mismo Estado bonaerense que tampoco apela el fallo del juez Ramos Padilla por la megatoma de Los Hornos. Todo comienza a ser consistente con todo. Todo es funcional a todo.
Ciudad sitiada. País acorralado. Sociedad atiborrada. Patoteros al poder; un país donde la razón de la fuerza le va ganando la pulseada a la fuerza de la razón y de la ley.

Viva Peronia!

La frase “que te pongan la banda y te den el bastón no significa que tengas el poder”, desnuda a un poder construido desde la base de la humillación permanente del otro y de su constante sometimiento. Alfredo Yabrán dijo que el poder era impunidad. A la luz de esa definición hay gente cada vez más poderosa en este país insensibilizado e inclemente. No la gente correcta ni la gente necesaria. No la gente que piensa en términos de “bien común” para la sociedad argentina; así como tampoco en términos de hacer de este un país viable que asegure un cierto futuro a las generaciones venideras. Por el contrario. Es gente que solo busca que sigamos cayendo y cayendo en este pozo sin fin, y del cual ellos extraen ganancias ilimitadas.

Podríamos, cual obra dentro de una obra, imaginar el “sainete del Consejo de la Magistratura”, donde en cada intervalo el Gobierno seguiría relanzando su gestión. Pero sería interminable.

Así, en un acto que se me ocurre el último, vemos cómo, con pompa y fanfarria, un grupo inversor local lanza una criptomoneda llamada “peronio”; moneda cuya estabilidad se promete garantida por el uso del dólar americano; esa moneda tan imperialista. El peronio, cuya imagen apela a la figura de Perón en su gesto característico de uniforme, manos alzadas y su sonrisa indestructible, es publicitada como “la moneda del pueblo”. 
Qué raro este peronio, una moneda que invita a ahorrar en pesos respaldados en dólares en un país donde cada vez más gente cree que la “propiedad privada” es un derecho secundario. ¿O acaso el ahorro no es también un derecho secundario que podría ser expropiado con igual facilidad? Eventos recientes dan a pensar que es así. Me pregunto qué pensaría el general de esta iniciativa, del uso de su imagen para publicitarla y cómo encaja esta iniciativa con esa estrofa de su marcha donde incita a combatir el capital.

Actos irracionales en un escenario donde por ser un empresario se es un sinvergüenza porque “se lucra con la gente”; donde no se comprende que cuando el Estado paga lo que sea, lo hace con la plata de todos los contribuyentes -nosotros- y con los recursos que son cada vez más necesarios para cubrir la parte del Estado del contrato social: educación, salud, justicia y seguridad. Justo las cuatro áreas donde el Estado se encuentra, cada día, más presente en el relato y más ausente en la realidad.
“La verdadera belleza nunca nos hiere directamente. El sol poniente es hermoso por todo lo que nos hace perder”. Antonin Artaud. ¿Será por esto mismo que Argentina es tan hermosa? ¿Porque somos ese sol poniente que solo nos muestra todo lo que nos estamos perdiendo?
Un peronio para peronia. 
Siempre que sigamos combatiendo al capital.
 

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