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12 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Pienso, luego... ¿soy?

Martes, 21 de junio de 2022 02:16
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Cuando la autoayuda dice: "nuestro pensamiento crea nuestra realidad", se refiere a que no sacaremos a la luz nuestras potencialidades si nuestro diálogo interno es negativo. La manera de pensar signa, pues, el comportamiento.

Pero, para crear la realidad del pensamiento es necesario partir de la realidad misma: no se puede llegar a ser un árbol por mucho que el pensamiento lo pretenda concebir cual realidad. Asimismo, negar que tengo un problema no es el camino para salir adelante sino identificarlo, aceptarlo y desde allí elaborarlo.

La autoayuda es, pues, una herramienta para beneficiar el fluir de talentos personales, para que la mente no se vuelva el peor enemigo. Es lo que sucede con la ideología de género cuando -pretendiendo adquirir matices de autoayuda-, se presenta como una vía de escape hacia la liberación y termina logrando todo lo contrario.

¿Por qué? Porque no parte de la realidad misma sino que la suprime e inventa otra al antojo del capricho, evidenciando el error de base que imposibilita el despliegue del potencial humano. Luego, culpa a la sociedad de no percibir del mismo modo.

En épocas anteriores, la falta de comprensión de la sociedad hacia personas con tendencias sexuales distintas, ha conducido al rencor y a la necesidad de buscar una inclusión, pero ello está siendo manipulado por esta ideología. A la misma, no le importa la persona que sufre sino hacer uso de su vulnerabilidad para enarbolar derechos que no buscan una real solución y exacerban el desentendimiento. ¿Por qué? Porque avasallan y queriendo supuestamente incluir, excluyen prejuiciosamente a quien trata bien a la persona en cuestión pero no acepta dicha ideología.

­Es tan arbitrario este ideario!

¿Qué derechos busca en realidad?, ¿de qué liberación se habla cuando subyacen cadenas de mentira? ¿Libres de su propia identidad biológica?

Claramente hay dos víctimas: los vulnerables a ser cooptados por círculos LGTB y demás movimientos y el resto de la sociedad, que encuentra revertida la educación: se impone la de la minoría en desmedro de una mayoría.

Esta aberración afecta a todas las personas, pero ­cuánto más a los niños! que aún no han podido acceder al autoconocimiento, que no cuentan con herramientas para discernir y confían en la autoridad que supuestamente está para custodiarlos. Ni hablar de los medios de comunicación que hasta en los programas destinados a la niñez, los bombardean presentando estas ideas cual bondadosas y "cool".

No conforme con esta atrocidad, incitan, asimismo, hacia inquietudes quirúrgicas para convertirse en lo que piensan, práctica financiada por el propio Estado cual prioritario, de libre acceso, sentando precedencia en detrimento de patologías muy graves.

Y así, un diagnóstico equivocado conduce a una solución simplista y de consecuencias fatales, como sucedió a Yaelí, una joven que se convirtió en Andrew y terminó suicidándose a pocos años de su transformación.

Al estilo de una secta, quienes propagan esta ideología, aíslan, alejan de la realidad y les ofrecen el menú de género como la salida del laberinto. Y la felicidad no llega porque los tornan producto de un sistema de pensamiento sin considerar las personas únicas e irrepetibles que son, su vasta riqueza.

Se precisa una educación profunda por parte de los padres y en los colegios para ayudar a los niños y jóvenes a pensar por sí mismos, a tener un espíritu crítico, a cuestionar y descubrir intereses escondidos, a desarrollar mecanismos de defensa, a no creer ciertas noticias porque las escucharon en la televisión... para, en definitiva, brindarles un escudo contra autoritarismos de todo tipo. Se plantea, pues, la urgencia de acercarles los recursos necesarios contra la despersonalización y la masificación que incitan a copiar y no enseñan a "ser" para "florecer". Esta orientación torna a la persona enemiga de sí misma y absolutiza la cuestión de género. ¿Cómo esto no va a derivar en resultados de una magnitud atroz para la dignidad?

Si "el joven" se siente y piensa que es "la joven", no se puede devenir en el facilismo, de "tu problema radica en tu género". ­No! Detrás de esa autopercepción hay heridas que lo limitan, confunden y envenenan. Pensamiento mágico, victimización, complejos, resentimiento... son monopolizados para atraparlos, tapando así la posibilidad de cicatrizar dichas heridas y encontrar otras respuestas que sí tomen en cuenta su naturaleza, su salud mental, su dignidad.

Inclusión es respetar a todos, unos a otros, pero no es aceptar que se hagan daño y que hagan daño a los demás. Es importante entender que el diferente, en todo sentido, puede ser mi mejor amigo, un ser querido y merece mi respeto. Asimismo, que el diferente no perciba a la mayoría como enemigos.

La invitación es, pues, buscar una solución en el respeto auténtico de la diversidad que impida la manipulación de ideologías, estrategias, imposiciones conducentes a promover grietas, enfrentamientos, exclusiones y decisiones irreversibles.

 

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