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</OPINION-FIRMA>Por Juan Uriburu Quintana (*)
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Cuando en su cátedra universitaria de la Universidad Católica y mediando en un debate duro entre partes en las que ambas aseguraban basarse en la Constitución, con su proverbial didáctica y una sonrisa ¿o mueca? que iba del escepticismo a la esperanza, la Dra. Isabel Virgili citaba al jurista Sebastián Soler y disparaba: “La Constitución es lo que la Corte Suprema dice que es”.
Esto es aún mucho más válido para los sistemas jurídicos ordenados o derivados del derecho anglosajón que se basan en la jurisprudencia más que en las leyes. Es decir: se falla conforme a sentencias y fallos dictados (y a posibles interpretaciones) y por eso es tan común ver en televisión la alegría con que abogados celebran “¡tenemos un caso!” porque, no habiendo casi nada escrito, el querellante (para ser tal) debe convencer al juez que algo o alguien ha vulnerado sus derechos (que en otros sistemas están tutelados).
Por eso no se entiende demasiado tanta inquina en los manifestantes, las marchas y contramarchas y el alboroto en general que se suscitaron luego de que la Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminara que su Constitución no establece en ninguna parte el derecho a abortar y que es el pueblo, a través de sus representantes electos, quien debe regular esa práctica, prescribiéndola o prohibiéndola.
Se entiende el júbilo de los pro-vida y el furor de los pro-aborto porque la decisión ratifica o da por tierra con los principios que cada grupo dice defender. Pero la confusión generalizada solo se entiende comprendiendo que política e ideología metieron la cola y lo han transformado en otra trifulca entre republicanos y demócratas (como si todos los de cada partido pensaran igual y no hubiera republicanos que abjuran de Trump y lo maldicen) antinomia que, revisando la historia y dejando de lado falsos progresismos, estarían contradiciéndose a sí mismos (no sólo entre sí) y regalando créditos a sus oponentes, a saber de distintas fuentes.
The New York Times reseña que la Revista de Derecho de la Universidad de Yale publicó hace unos días una reedición actualizada de una investigación de las profesoras Linda Greenhouse (Yale), ex corresponsal del New York Times ante la Corte Suprema, y Reva B. Siegel (New Haven).
El trabajo incluye una encuesta de George Gallup -pionero de las encuestas- publicada en The Washington Post el 25-VIII-1972 (cinco meses antes de Roe vs. Wade) según la cual el 64% de los estadounidenses y el 56% de los católicos apoyaban que “la decisión de abortar debe ser tomada solo por la mujer y su médico”, en tanto que solo el 59% de los demócratas lo hacía. Las investigadoras aseguran que las cifras surgieron de la decisión de estrategas republicanos de unir a católicos y anglicanos en un frente común ante el aborto.
El recorte del periódico (encontrado entre los papeles del Juez Harry Blackmun -demócrata, metodista y corazón del dictamen Roe vs. Wade que se impuso por 7 a 2 con la oposición de los jueces William Rehnquist and Byron White)- contrasta con los números de hace unos días de la organización Gallup: el 58% de los republicanos derogaría Roe frente al 15 % demócrata.
Esta decisión priva de paraguas federal al aborto pero lo deja en manos de las legislaturas estatales y obliga a éstas a considerar esta jurisprudencia.
¿Pueden las legislaturas revertirlo? Habría dos maneras de hacerlo: con la aprobación de dos tercios de ambas cámaras o si dos tercios de los estados así lo solicitan, siempre y cuando la enmienda resultante sea ratificada por tres cuartos del total de las legislaturas estatales.
Y mientras los principales diarios de EEUU publican mapas coloreados con las dos opciones, los pro-aborto (mucho más activos que los pro-vida) se pronuncian en casi todos los pueblos y ciudades de la Unión.
En Arizona, senadores republicanos declararon que la policía debió intervenir con gases lacrimógenos ante la decisión del Senado de entrar en receso debido a los manifestantes pro aborto que protestaban en la vereda y golpeaban los vidrios del edificio.
En Missisipi, los propietarios de la última clínica que practica abortos sopesaban la posibilidad de abrirla en otro lugar mientras Diane Derzis, propietaria de la Organización de Salud de Mujeres de Jackson, dijo que la clínica probablemente permanecerá abierta durante 10 días hábiles que es el plazo que concede la ley para que el fiscal general certifique la decisión de la Corte Suprema.
En New York y después de participar de la marcha contra la Corte Suprema en Foley Square, una residente latina se consideraba afortunada de que esta decisión la encontrara allí y no en Miami donde su familia reside, ya que estima que Florida prohibirá rápidamente los abortos ahora que Roe vs. Wade ha sido derogada.
En Virginia, un grupo de manifestantes continúa reuniéndose frente a la casa del Juez Clarence Thomas para expresar su repudio mientras en Maine cargaron contra su senadora republicana por haber aprobado los nombramientos de Trump en la Corte mientras la Red Nacional de Fondos para el Aborto (con 97 organizaciones) recibía más de $3 millones de unas 33.000 nuevas donaciones desde que se hizo pública la decisión de la Corte Suprema: esa misma red había recibido un millón y medio en la semana que se filtró el posible pronunciamiento de la Corte que luego se confirmó.
En las ciudades grandes, mientras tanto, camorreros y buscapleitos de las dos facciones se insultan y miran con odio en plazas, parques y manifestaciones mientras Trump se atribuye la decisión como victoria personal ya que él nombró a los últimos tres jueces que se incorporaron al tribunal - Neil Gorsuch (en 2017, anglicano), Brett Kavanaugh (en 2019, católico) y Amy Coney Barret (en 2020, católica)- y que acompañaron el fallo redactado por Samuel Alito, miembro de la Corte desde 2005 (nominado por el expresidente republicano George W. Bush), también católico y corazón y voz cantante de esta decisión. No es casual que el fallo dividido refleje esta nueva mayoría conservadora: 6 a favor, 3 en contra.
Y mientras se esperan nuevas grietas a futuro ya que los cargos de los miembros de la Corte Suprema son vitalicios, la vida celebra una oportunidad en medio de tantas muertes en Ucrania.
(*) Ph.D. en Estudios y Economía Asia Pacífico, National ChengChi University, Taiwán.
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