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Entramos en la última semana y, haya o no segunda vuelta, el domingo 22 se habrá terminado el margen para las ambivalencias. Los debates presidenciales tuvieron el tono de gris nublado que muestra en general la dirigencia política. Javier Milei alternando la ironía con su tenaz empeño de mostrarse como un economista. Sergio Massa, que tuvo que responder como candidato lo que le corresponde como ministro de Economía de uno de los gobiernos más desprestigiados de nuestra historia. Y Patricia Bullrich, esforzándose por transmitir confianza.
Ese tono gris del debate no habla tanto de los candidatos sino del fracaso de los partidos políticos. O del naufragio de la política. Si Alberto Fernández llegó a ser presidente solo se debió a la "fullería" de Cristina Kirchner, quien sabía que no podía encabezar la fórmula, pero podía camuflarse detrás de Alberto para que gobernara La Cámpora. Y Mauricio Macri, cuyo gobierno terminó mal y abrió las puertas al engendro, ahora se ocupó de que su partido no pudiera presentar una propuesta consolidada. Juntos por el Cambio se dio por ganador antes de tiempo y recién ayer logró ofrecer una tardía muestra de unidad, con la incorporación de Horacio Rodríguez Larreta al eventual gabinete de Bullrich.
Nada está definido, salvo el liderazgo de Milei. Un outsider de la política, una especie de "Deus ex machina", ese dios que bajaba de repente a escena en el teatro griego. Los mitos de "la motosierra", "la casta", la narrativa antipolítica y el cuestionamiento a todos los gobiernos desde Yrigoyen a la fecha, el 22 por la noche pasarán a otro plano. Los problemas de la Argentina son terminales. Si hay balotaje, los que sobrevivan deberán comenzar a hablar en serio sobre el qué, el cómo, el cuándo y el cuánto de lo supuestamente piensan hacer. La situación límite no tiene retorno: hay que comenzar a surcar otros caminos. "Otros" no significa "los mismos con otro disfraz".
Nadie va a frenar la desconfianza en el peso persiguiendo a los "arbolitos", ni culpando a "la herencia recibida". El país debe un PBI entero y no crece desde hace una década, tiene un déficit hoy incalculable, los ingresos han caído alrededor del 13% en el último año y la pobreza no solo aumento, sino que se ensaña especialmente con el 60% de niños y adolescentes. Eso tampoco se va a conseguir dolarizando sin dólares ni clausurando el Banco Central. Los que pasen a la segunda vuelta deberán explicar cómo van a garantizar en el futuro el respeto a la Ley en un país donde impera la anomia; cómo van a lograr leyes eficientes y evitar el boicot que es parte de la cultura política en retirada, el kirchnerismo. La respuesta que deben dar todos, la respuesta de la política, es cómo vamos a construir un país democrático, republicano y con un nivel de vida que haga realidad los derechos de todos.