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21 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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El retorno del antisemitismo

Jueves, 19 de octubre de 2023 02:28
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Estamos asistiendo en estos momentos a una guerra provocada por terroristas islámicos contra los habitantes del Estado de Israel. Como era de esperar, se han desatado en todo el mundo, casi sin excepción, manifestaciones explícitas de antisemitismo en apoyo a una pretendida causa de reivindicación palestina como pueblo.

El odio hacia los judíos parece perenne, se metamorfosea permanentemente y emerge de las propias cenizas. El antisemitismo es una forma emergente de odio a veces visible y desembozada, otras está oculta o invisibilizada y no sorprende. Lo que sorprende es la perduración de la judeofobia y la fuerza y vitalidad que asume de tanto en tanto en nuestra época.

El siglo XX había sido un siglo de guerras mundiales, calientes o frías, protagonizadas por las grandes potencias y por sus aliados, con unos escenarios cada vez más apocalípticos de destrucción en masa, que culminaron con la perspectiva, que afortunadamente pudo evitarse, de un holocausto nuclear provocado por las superpotencias, aunque esto no parece mejorar en el siglo XXI.

Nuestra era se caracteriza por una gran inseguridad, por una crisis permanente, por la ausencia de cualquier tipo de statu quo, por la incertidumbre y la desigualdad.

Un virus fatal para la democracia es la división del cuerpo de ciudadanos en función de criterios étnico-nacionales o religiosos. El "fundamentalismo" islámico, el retoño más floreciente de la teocracia, avanzó no por la voluntad de Alá, sino porque la gente corriente se movilizó contra unos gobiernos impopulares. Estos movimientos miran atrás, hacia una época más simple, estable y comprensible de un pasado imaginario y no comprenden que no hay camino de vuelta a tal era.

Estas ideologías están basadas en las tradiciones religiosas que constituían las formas populares de pensar el mundo que habían adquirido prominencia en la escena pública en occidente en el pasado, y que desaparecieron a medida que la gente común se convertía en actor.

Esto es lo que ocurrió cuando la elite minoritaria y secular llevó a sus países a la modernización.

El auge del fundamentalismo islámico no es solo un movimiento contra la ideología de una modernización occidentalizadora, sino contra el propio "Occidente". No es casual que los activistas de estos movimientos intenten alcanzar sus objetivos perturbando las visitas de los turistas o asesinando a residentes occidentales.

Como reacción, especialmente en los países ricos, la xenofobia rampante popular se dirige contra los extranjeros de origen oriental.

Los mitos rigen la conducta de los devotos caballeros medievales puros y heroicos con sus convicciones de superioridad racial y de la necesidad de la pureza de la raza, así como la creencia en las virtudes militares del sacrificio personal basadas en la jerarquía rígida, del cumplimiento estricto de las órdenes recibidas, de la abnegación y del estoicismo.

Idealizan la guerra y la violencia, son intolerantes y propensos a utilizar la coerción de las armas, apasionadamente antiliberales, antidemócratas, antiproletarios, antisocialistas y antirracionalistas, y sueñan con la sangre y la tierra y con el retorno a los valores que la modernidad está destruyendo.

Es muy difícil conjugar creencias absurdas sobre el mundo actual y menos aún basadas en una ideología de violencia irracional.

El mundo confía aún en el progreso de la civilización. Se parece a aceptar la concepción de la política como violencia callejera permanente.

Estos fundamentalismos se asimilan a movimientos de la derecha radical, con sus tradiciones antiguas de intolerancia que calaban especialmente en las capas medias y bajas de la sociedad europea y oriental; su retórica y su teoría fueron formuladas por intelectuales y teócratas.

Estos movimientos predican la insuficiencia de la razón y del racionalismo y la superioridad del instinto y de la voluntad bajo el dominio de fósiles políticos; el uso de la tecnología para la muerte es cada vez más abrumadora.

Occidente está padeciendo una verdadera guerra terrorista. Oriente padece el desastre humano, material, cultural y político de guerras de intervención directa con carácter preventivo a largo plazo con diferentes pretextos y justificaciones reconocidos por unos y negados por otros. En el estado de bienestar de la culta Unión Europea ya no se puede vivir normalmente; en los Estados Unidos de Norteamérica, en América Latina tampoco.

Occidente y Oriente, cada uno de ellos entiende mal al otro. El que basa o cree basar su conducta interna o externa, de sentimiento o acción- en un dogma o principio teórico que estima incontrovertible, corre riesgo de hacerse un fanático, y, además, el día en que se le quebrante a afloje ese dogma, su moral se relaja. Estas y otras viejas mareas de las contradicciones son parte de la condición humana. Lo mejor es no rendirse ante la ortodoxia y el fundamentalismo y no usar armas para aniquilarnos que, además de trágico, sería ridículo.

El pueblo judío: "Un poquito de idish, un poquito de hebreo, un poquito de religión, un poquito de librepensamiento; el resto, arena. El pueblo judío es viejo como el mundo y sabio como el mundo" (Arn Lutzki; 1894-1957). "Ser judío no significa pretender que el mundo sea más judío, sino que sea más humano" (Elie Wiesel). "¿Quién no jugó alguna vez , a la prehistoria de su carne y de su sangre? Yo lo hago muchas veces, y muchas no me disgustó pensarme judío…" (Jorge Luis Borges).

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