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"El arte de tener siempre razón"

Jueves, 16 de noviembre de 2023 01:51
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Hace semanas que, en Argentina, se habla de "debate". Parafraseando a Byung - Chul Han, el uso inflacionario de la palabra sólo denota su vaciamiento; su crisis. La realidad es que no tenemos el menor debate sobre nada. No se debaten las causas que nos han traído a la espantosa situación en la que vivimos; no se debaten las ideologías ni las lecturas sesgadas sobre estos diagnósticos; no se debaten cursos de acción viables ni razonables; no se debaten soluciones ni propuestas sobre ningún problema de los que nos aquejan. No se debate. Sólo se habla de "la necesidad de reformas estructurales" sin que nadie ahonde en qué consisten esas reformas; en cómo piensan llevarlas a cabo o en cómo van a lograr consenso con las fuerzas políticas, sindicales o sociales que se opongan a ellas; en cómo piensan no incendiar el país unos y cómo no seguir pauperizándolo y espoliándolo los otros. No se debate nada; sólo se revolean eslóganes vacíos de una trinchera a la otra, agrietándolo todo más. Arthur Schopenhauer, en su libro "El arte de tener siempre razón", expone treinta y ocho estratagemas para tener razón; para "ganar" una discusión usando medios lícitos o ilícitos. No importa esgrimir verdades, sólo "tener razón" y "ganar". Victoria pírrica si la hay.

La política devino espectáculo, circo. No hay debate de ideas porque no hay ideas; sólo intenciones poco claras y un voluntarismo que se sostiene en un "primero ganemos; después vemos". Los medios de comunicación se suman a este espectáculo "analizando el tono" de los candidatos; no su falta de ideas ni sus flaquezas y debilidades. No se cuestiona la racionalidad de los argumentos o de las propuestas que enuncian; tampoco las flagrantes mentiras que esgrimen. Sólo se quedan en si el "tono" fue el adecuado o no. En el efecto emocional que despertaron. Se discuten sus estrategias, no sus ideas; menos utopías. Funcionales a los candidatos, nos quedamos discutiendo las formas, no el fondo. ¿Hay fondo, o sólo formas?, me pregunto.

No se debatió, por ejemplo, sobre el estado de la educación. La "discusión" sólo versó sobre el presupuesto asignado. Podríamos tener el doble de presupuesto que, si en la Provincia de Buenos Aires el sindicato docente sigue en manos de Roberto Baradel, la educación no va a mejorar sin importar cuánta plata se asigne.

No se habló, en serio, de salud. Del destrozo del sistema público de salud ni de la crisis sanitaria que se avecina. No se discutió la reforma previsional; ni la reforma tributaria; ni la reforma laboral; más allá de, otra vez, algunos títulos hechos a la medida de los titulares de los diarios y noticieros. No se habló de cómo van a combatir la inflación; la desinversión industrial o la deuda externa e interna. Ninguno dijo cómo va a desarmar la bomba de las LeLiqs, deuda que, la semana pasada, marcó un récord al sobrepasar los 23 billones de pesos, cifra equivalente al 12% del PBI.

Milei no le hizo responder al ministro Massa por su gestión como titular a cargo de la cartera económica; o de por qué promete cambios y reformas "cuando gane"; no ahora, cuando tiene todos los medios para implementarlas hoy mismo si quisiera. Por su parte, la poca solvencia de sus respuestas y la caída permanente en chicanas mostraron su escasa preparación política y, más preocupante, para el cargo al que se postula. Hablar de "reformas de tercera generación" cuando es incapaz de mostrar cómo podría siquiera implementar sus reformas de "primera generación" es una falta de respeto a la inteligencia de la ciudadanía. Por el lado de Massa, su cinismo fue flagrante. Que pretenda mostrase estadista en el tono no lo hace estadista en la gestión, pruebas al canto: el país es el gran recordatorio de un fracaso estrepitoso. Haber discutido sobre la relevancia de Margaret Thatcher, una hipotética visita del Papa a la Argentina, o el sistema informático para la gestión de expedientes del Estado, muestra que ambos candidatos trabajan duro por ocultar que ambas propuestas son igual de vacías de todo contenido.

El "debate", para Unión por la Patria, se agotó en mostrar el peligro que representa La Libertad Avanza para los derechos adquiridos del pueblo trabajador. Para La Libertad Avanza, el "debate" se agotó en mostrar el peligro que representa la continuidad kirchnerista. Es triste pero ambos se presentan a sí mismos no por sus valores propios -¿acaso los tienen?-, sino por su oposición al otro. Ambos se construyen a sí mismos como la alternativa menos dañina a la que representa "ese nefasto otro". El menos dañino; ni siquiera el "menos malo".

Lamentablemente no hubo "debate". Sólo el uso desmedido de cada estratagema del libro de Schopenhauer buscando mostrar tener razón dejando de lado la verdad. Pero debemos enfrentarlo; esta pobre oferta electoral la construimos nosotros mismos tras un sin fin de decisiones y de renunciamientos de las cuales sólo nosotros somos responsables. Nadie más. Aunque duela admitirlo.

Ahora nos consumimos todos los tiempos. Ahora sólo queda elegir una de las tres opciones posibles. Concurramos a votar; es nuestro derecho y nuestra obligación. Hagámoslo sin dejarnos llevar por ninguna psicopatía ni imposición ajena. Tampoco siguiendo las ideas o los miedos de otros. Votemos con la convicción de la razón y con la esperanza del corazón. Hagámoslo rogando porque quien sea nuestro futuro presidente busque construir verdad; bien común y, sobre todo, paz interior. Aunque, hasta ahora, ninguno de los dos nos haya dado la menor pista de que busque cimentar algo de eso.

 

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