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Federalismo, la asignatura que tenemos pendiente

En la Constitución de 1994, se dispuso que el Congreso Nacional debía sancionar una ley de coparticipación, pero no sucedió.
Sabado, 09 de diciembre de 2023 22:27

Que el país celebre cuarenta años sucesivos de institucionalidad, no es un dato menor. Implica que los argentinos después de cincuenta y tres años de inestabilidad se convencieron íntimamente de que la democracia es el único sistema posible de convivencia civilizada. En estas cuatro décadas ocurrieron muchas cosas. Desde el enjuiciamiento a las juntas militares a la realización de un plebiscito que garantizó la paz con Chile; la Reforma de la Constitución en una Convención en la que la mayoría está de acuerdo en considerar como la más plural, en términos políticos, de la historia argentina; cuatro hiperinflaciones más la confiscación de depósitos que puso al país al borde del abismo y también es necesario decirlo, como consecuencia de la crisis de 2001 a la desintegración de los partidos políticos. Pese a todo, no cabe duda, que el pueblo argentino, en no pocas ocasiones durante esas cuatro décadas, estuvo por encima de sus dirigentes y no aceptó de ningún modo, recetas autoritarias que tumben el Estado de Derecho, lo cual es infinitamente positivo, conforme fue nuestro pasado reciente. La Argentina eligió vivir en democracia.

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Que el país celebre cuarenta años sucesivos de institucionalidad, no es un dato menor. Implica que los argentinos después de cincuenta y tres años de inestabilidad se convencieron íntimamente de que la democracia es el único sistema posible de convivencia civilizada. En estas cuatro décadas ocurrieron muchas cosas. Desde el enjuiciamiento a las juntas militares a la realización de un plebiscito que garantizó la paz con Chile; la Reforma de la Constitución en una Convención en la que la mayoría está de acuerdo en considerar como la más plural, en términos políticos, de la historia argentina; cuatro hiperinflaciones más la confiscación de depósitos que puso al país al borde del abismo y también es necesario decirlo, como consecuencia de la crisis de 2001 a la desintegración de los partidos políticos. Pese a todo, no cabe duda, que el pueblo argentino, en no pocas ocasiones durante esas cuatro décadas, estuvo por encima de sus dirigentes y no aceptó de ningún modo, recetas autoritarias que tumben el Estado de Derecho, lo cual es infinitamente positivo, conforme fue nuestro pasado reciente. La Argentina eligió vivir en democracia.

Ahora bien, a propósito de la enmienda constitucional de 1994, se dispuso en el texto de la nueva Constitución, que el Congreso Nacional debía sancionar una ley de coparticipación federal, lo que no sucedió hasta la fecha. Ese dato es altamente significativo, debido a que tratándose de un país que eligió para su gobernanza un régimen representativo, republicano y federal, la ausencia de esa norma clave para un equitativa distribución de los ingresos lastima al federalismo en su conjunto. El federalismo argentino, que hace doscientos años fue la ideología primaria que nos inoculó el sentido de la libertad y la autonomía provincial, en el presente su razón de ser pasa por el desarrollo armónico de las distintas regiones argentinas. Aun que no lograse la tan ansiada equidad, al menos que redujese algunas asimetrías que nos vienen condenando al atraso, inexorablemente. En la medida que las regiones argentinas tengan un desarrollo sostenido favorecido mediante políticas públicas que se continúen en el tiempo, la producción nacional volverá ser el vehículo del progreso que necesita el país para ponerse de pie. Todas las políticas públicas deben estar orientadas al favorecimiento y despegue de la producción nacional, ese es el camino para recuperar la perdida de la grandeza argentina y el prestigio ante el concierto de las naciones. Producir y vender generará riqueza, trabajo y desarrollo humano integral. No es sólo con correcciones monetarias como se saneará la colapsada economía nacional.

Las regiones argentinas están expresamente previstas en el artículo 124 de la Constitución Nacional, dado que nuestra ley fundamental autoriza a las provincias a crearlas, precisamente, para el desarrollo económico y social y a establecer órganos con facultades para el cumplimiento de sus fines, las que a su vez podrán celebrar convenios internacionales en tanto no sean incompatibles con la política exterior de la Nación y no afecten las facultades delegadas al Gobierno federal o el crédito público; con conocimiento del Congreso Nacional. Aclara ese artículo que corresponde a las provincias el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio, otro aspecto esencial para el despegue regional. No se necesita mucha imaginación para colegir que si, por ejemplo, las provincias constitutivas del noroeste argentina reuniesen a todos sus legisladores nacionales en pos de objetivos comunes para el llamado Norte Grande, y bregasen por la sanción de la ley de Coparticipación Federal, las repercusiones económicas y para el desarrollo de la región que tendría serían inimaginables. Sin duda que el impacto político también tendría una gran magnitud, porque es necesario que quienes integren tanto el Poder Ejecutivo Nacional como la Corte Suprema de Justicia de la Nación, tengan una visión federal genuina de modo tal que ese postergado federalismo, prácticamente aletargado del presente, se convierta en el motor del crecimiento indispensable que el país necesita. En 2015, nuestro máximo exponente internacional en materia de historia económica, como es Roberto Cortés Conde, escribió El Laberinto Argentino. Es un pequeño opúsculo donde señala cómo desde los albores de la organización nacional, el federalismo se fue desvirtuando y las provincias volviéndose periféricas y hasta marginales. A Juan Bautista Alberdi, que mucho se lo ha citado, felizmente, en la última campaña presidencial hay que recordarlo no sólo por ser el autor de Las Bases y Puntos de Partidas para la Organización Política, sino fundamentalmente por otra de sus obras fundamentales como lo es el Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina, libro señero sobre la buena administración que tiene una inusitada vigencia acerca de cómo debe organizarse el país desde una perspectiva federal. Los pensamientos y las buenas intenciones existen, queda pendiente que las acciones confluyentes se encaminen hacia un futuro integrador de todos los argentinos.

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