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Entre tantas oleadas, las crisis bursátiles de principios de siglo trajeron a las "mining companies" de Canadá, Australia y Estados Unidos caras nuevas de financieros con espaldas y vínculos, en Occidente y en China para fondear proyectos, vender activos, convencer de que la minería es de largo plazo "pero si la sabés esperar", como dicen los argentinos, o "paga bien", como sería su traducción en español.
En clave latinoamericana, hubo un relevo en estos días en la protagónica Sociedad Nacional de Minería y Petróleo (SNMPE) del Perú, donde Raúl Jacob, jefe financiero de Southern Perú, dejó la conducción al ingeniero de minas Víctor Gobitz, exlíder de Yanacocha y hoy de Antamina quien deberá lidiar con el acoso de una trilogía de grupos violentos, mineros ilegales o artesanales y narcos, que tiene a maltraer al Corredor Minero del Sur. Por bloqueos y ataques, la minería peruana perderá este año US$ 1.000 millones. Como en Chile, que ha reconquistado el superávit fiscal gracias a los buenos precios del cobre y el litio, pero donde el bloqueo judicial a los proyectos preocupa tanto como la indefinición constitucional, sumado al fenómeno mapuche que viene creciendo. Al igual que en Argentina, pero de este lado de los Andes con claves propias como la protección de la Nación que regaló recién miles de hectáreas en Mendoza o la presión sobre Vaca Muerta y otros territorios.
ESG, ODS 2030 vs. COVID y Putin
No solo el desorden público desalienta a la inversión. El impulso a la minería artesanal es un río de lava que baja por América Latina, desde Colombia, promovida por Gustavo Petro. En Venezuela, donde las milicias de Maduro manejan el oro sucio del Orinoco. Pasando por Ecuador, donde acaban de ganar municipales candidatos del correísmo que promueven el desarrollo de una "minería popular" a partir de la quita de concesiones a las mineras extranjeras.
En las duras faenas mineras, lejos de las ciudades preocupadas por otras cosas, suele decirse que hay dos planos de la realidad. Uno es el de los anuncios, el marketing de políticos y empresas. El otro es el de las carestías y las conflictividades puras y duras. Con la inflación de costos, tensiones sindicales o comunidades.
En la próxima feria PDAC 2023 (Convención Premium de Exploración y Minería Mundial) de Toronto, algo de este conflicto dialéctico se desnudará y otro tanto se barrerá debajo de alfombras para no espantar a los inversores. Como siempre, consultores y gurúes suelen sugerir o imponer agendas con más o menos inteligencia, interés u oportunidad.
Un ejemplo: los últimos foros fueron ganados por la panacea de las recetas ESG, el acrónimo que alude a "ambiental, social y gobernanza", desconocida para el gran público pero muy familiar entre las mineras siempre en conflicto con los reparos sociales y ambientales.
El tsunami ESG ha venido sugiriendo en el último lustro que solo las mineras transparentes y sustentables obtendrán licencia social y premios en los mercados, en consonancia con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2030 que promovía el fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, agua limpia y saneamiento, energía accesible y no contaminante, trabajo decente y crecimiento económico, agua, industria e innovación e infraestructura, reducción de las desigualdades, ciudades y comunidades sostenibles, producción y consumos responsables, vida submarina, vida de ecosistemas terrestres, paz, justicia e instituciones sólidas, alianzas para lograr los objetivos.
La pandemia primero y la guerra de Ucrania después están obligando a recalcular. El reciente informe "La Niebla de incertidumbre", de los analistas Rebecca Campbell, Damien Nyer y John Tivey sostiene que "las mineras deberán prepararse para un difícil 2023, haya o no haya recesión" y que "las presiones inflacionarias sobre los costos y la geopolítica se están imponiendo a las preocupaciones sobre ESG y el cambio climático. En los próximos años, hará falta más pragmatismo y menos dogmas frente a las realidades cambiantes". No es que no se necesiten más minerales. al contrario, unos cuantos están en ciclo de agotamiento, sino cuánto costará extraerlos, comercializarlos y quién financiará el esfuerzo. El año pasado, raro por los vaivenes de los chinos hasta que decretaron el fin de la COVID ante la implosión social, faltó un stock del 2% del cobre y el precio aumentó un 25%.
Ni qué hablar del oro, que alientan Rusia, China, India, Irán y otros como reserva de valor para desplomar y destronar al dólar, de cara a las guerras que vienen y que pocos quieren mencionar aunque ya
comenzaron con Trump vs. Xi, el match central de la década pasada.
En esa puja, los minerales críticos integran una lista que se ha ensanchado con las pestes y los misiles catalogar como tales al litio, uranio, cobalto y níquel. No es cuestión de abundancias de recursos sino de quien los tiene. Lo mismo ocurre con las tierras raras, la tabla de minerales que hoy sostienen el mundo. Sin ellos, nueve de cada diez hábitos de vida ni procesos comerciales o industriales serían posible.
África, tierra rara
"África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear" acaba de decir Francisco, denunciando un negocio de minería cruel sustentado por el trabajo infantil y semiesclavo. Un escenario con gran protagonismo de China que ha invertido en infraestructuras portuarias y carreteras para estos recursos.
La condena papal ha sido sepultada por otras noticias, pero los gobiernos de Estados Unidos, la OTAN y la Commonwealth están perdiendo la guerra mundial en el continente negro. El reciente relevo de las fuerzas francesas en Burkina Faso por los mercenarios del Grupo Wagner, los paramilitares del Kremlin, es un bocado difícil de digerir. Washington ha demorado cuatro años con respecto a Bruselas en declarar "organización terrorista" al ejército irregular que hoy patrulla y reina en media docena de naciones africanas. El Wagner Group canjea sus servicios a los gobiernos africanos por yacimientos y explotaciones minerales.
El sudafricano y geólogo, no financiero, Mark Bristow, es el siempre protagónico CEO de Barrick Gold -el holding de oro y cada vez más cobre dio a conocer un modesto balance global, en el que por primera vez obvió en sus subrayados a Veladero, la mayor mina de Argentina, que está declinando y además sufre el cepo monetario- se preguntaba hace poco acerca de la efectividad de la desglobalización o regionalización que se está imponiendo. Bristow sabe como pocos que de las alianzas con mineras de las antípodas del mundo se puede sacar buenos dividendos.
A propósito del globo chino derribado en las costas de Estados Unidos y del ataque ciego a una planta de drones iraníes que exportaba a Rusia con destino final Ucrania, diversos informes norteamericanos y europeos de Defensa, conjeturan con una guerra con China para 2025, el primer botín, si cae Taiwán, será su emporio de superconductores que Occidente quisiera sustituir ya, hoy mismo. El mapa está agrietado e incierto, no solo para la minería: en el duro invierno europeo, en el que el costo de la energía se ha duplicado o triplicado, saltó a la prensa la escasez de antibióticos y antigripales en el continente, porque muchos principios activos venían de China y están fallidas las logísticas.
Mientras tanto, habrá miles de episodios y palabras, en el plano de los "Anuncios" a los que hacíamos referencia, e intentos de antagónicos en esta región de desengancharse o engancharse más con el otro lado del mundo. En ese mapa de arenas movedizas, en el que habrá abundantes dichos y réplicas sobre el rol de China en la Argentina, por ejemplo en infraestructura portuaria donde el gran dragón quiere cerrar en Tierra del Fuego, otro segmento de la Ruta y Franja de la Seda, como lo hizo con Chancay en Perú o Limón en Costa Rica.
Litio caliente y bajo cero
Así es que sigue haciendo ruido en esta parte del mundo el fenómeno del litio imparable, con expresiones recientes como la de destinar una parte de la producción argentina al desarrollo vertical de baterías y otros derivados, tal como decidió esta semana la Mesa del Litio de los gobernadores.
En todo el mundo, donde ya circulan millones de vehículos eléctricos pero a la vez creció la generación con carbón y nuclear, la electromovilidad y la transición energética están en un debate cada vez más caliente, por los límites de la realidad y por la ruina que asoma en las automotrices y en los bolsillos de los consumidores.
Hay quienes al interior de la minería ya están alertando de ciertas disfunciones, pero por ahora en el establishment minero de la Argentina, que intenta sacar partido de inestabilidades en Chile y Perú, prefiere que no se hable de eso a la hora de promover el litio y el cobre.
Esas son las dos estrellas que llevarán nuevamente la Nación y las provincias, a la feria de Toronto. A donde concurrirá otra vez una nutrida delegación oficial de la Nación y de las provincias costeada por el Consejo Federal de Inversiones (CFI). Para los argentinos no hay crisis que valga a la hora de viajar, como se vio en Qatar.
Hay más experiencia, dicen veteranos del marketing minero en Canadá. La feria es solo la espuma de la cerveza, lo heavy de los negocios pasa por las reuniones privadas.