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Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha sustentado su inclinación hacia las creencias populares, que han caminado por todas las culturas. El ingenio humano ha recreado sus mitologías en todos los climas. En esta región de los Andes, como patrimonio de la herencia incaica, sobresale la Pachamama, la Madre Tierra, la diosa de la fertilidad, que preside la siembra y la cosecha. Los principios cosmológicos son los cuatro elementos naturales que la sostienen: agua, tierra, sol y luna. Según las creencias tiene poder para sostener la vida en esta tierra. En las tradiciones incásicas es la madre de Inti, el dios sol y de Mama Killa, la diosa de la luna. Por su etimología, la traducción de su nombre es "Madre del Mundo". Protectora de los seres humanos y de la vida.
Históricamente los quechuas y los aymaras de la región andina ofrecían ceremonias, que denominaban "corpachadas", para ofrendar alimentos y bebidas en su honor, para que no faltaran las cosechas. Estas ceremonias también se realizan en ocasiones especiales, o al pasar por una apacheta, que es un altar o un montículo de piedras en los caminos de montaña.
Es la más popular de las creencias mitológicas del incario, sobrevive en los pueblos del noroeste argentino y se va expandiendo a otras regiones.
Simboliza el espacio, el tiempo, la naturaleza, su templo. En la "corpachada" se cava un pozo, que representa la boca de la "Madre Tierra" y allí se entregan las ofrendas del pueblo, en un clima de alegría y camaradería. Con esto se apunta a sostener el equilibrio entre los humanos y el mundo circundante.
El primero de agosto, día principal para honrar a Pachamama, que se hace extensivo durante todo el mes de agosto, en una reunión emocionante donde participa la familia, los amigos, los vecinos, presidida por los ancianos o aquellos de mayor autoridad moral dentro de esa comunidad.
Este día dedicado a Pachamama, ha cruzado el patio de la historia, cuando los pueblos ancestrales iniciaron con esta creencia. Pasaron los barcos, las conquistas, las manifestaciones religiosas y perduran con fuerza entre la población actual. A pesar de ser antiguo este ritual, recuerdo, en la década del 50, no se percibía el sahumerio, que hoy se ha instalado hasta comercialmente. El crecimiento fue tan importante, que un primero de agosto, caminaba por la avenida Corrientes de la ciudad de Buenos Aires, en las cercanías del Obelisco y percibía la fragancia de los sahumerios, que elocuentemente hablaba de Pachamama.
La razón de tanto entusiasmo en el pueblo, es porque en el homenaje a Pachamama, se está ofrendando a la naturaleza, a la vida, a la ecología y surge como un ruego a cuidar el medio ambiente de nuestra casa, el planeta tierra, cada día más complicado. Asustan los climas, crecen los desiertos y las temperaturas, complicando el diario vivir de los humanos frágiles e impotentes.
Los tributos a la Pachamama representan a la naturaleza, donde están los alimentos, los animales, los árboles, los ríos, el aire, los pájaros, que acompañan como un coro musical la vida humana. Tal vez sea por ver la degradación que sufre la tierra y el mal manejo que se hace de los recursos naturales. Lo cierto es que crece la población que honra a la "Madre Tierra", como un ruego para cambiar los vientos y enaltezca la existencia. Por el cielo, por el agua, por la luna, por la tierra, por el aire siguen los tributos a Pachamama.