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El discurso completo de Javier Milei en la Asamblea General de la ONU

En su alocución el Presidente renovó sus críticas a la Agenda 2030 y propuso cuatro principios para “cambiar el paradigma” de la institución.
Miércoles, 24 de septiembre de 2025 14:11
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Javier Milei pronunció este miércoles un discurso en la Asamblea General de la ONU, un día después de reunirse con Donald Trump y pocas horas después de que se confirmara un histórico swap de 20.000 millones de dólares otorgado por Estados Unidos.

En su intervención, el Presidente volvió a cuestionar los lineamientos de las Naciones Unidas, con un tono tan duro como el del año pasado. Renovó sus críticas a la Agenda 2030, habló de una “erosión del prestigio” del organismo por la falta de rendición de cuentas de sus autoridades y propuso cuatro principios para “cambiar el paradigma” de la institución.

A la vez, el mandatario elogió a Trump y a su propio Gobierno, defendió el libre mercado y advirtió sobre los países que mantienen una “orgía de gasto público” a cambio de votos. En el tramo final, reclamó la soberanía de las Islas Malvinas y exigió la liberación de Nahuel Gallo, el gendarme argentino detenido en Venezuela.

 

 

El discurso completo de Milei ante las Naciones Unidas

A las autoridades de las Naciones Unidas, a los representantes de los países miembros y a todos los ciudadanos del mundo que siguen atentamente esta cumbre, buenos días.

El año pasado me paré ante ustedes en esta misma asamblea y presenté una nueva orientación en política exterior para la Argentina. Sostuvimos que era imperativo un retorno a las ideas de la libertad, a los principios inmortales que sostienen la dignidad de la vida, la libertad y la propiedad de todos los individuos bajo la ley, y la necesidad de que la cooperación internacional tenga como fin, precisamente, asegurarlas. Sin embargo, advertí que la ONU se había alejado de su norte en las últimas décadas. El exitoso modelo de Naciones Unidas que hablaba de la necesidad de paz sin victoria y que se fundaba en la cooperación de los Estados-Nación se vio reemplazado por un modelo de gobierno supranacional de burócratas internacionales.

Que buscan imponerles a los ciudadanos del mundo un modo de vivir determinado. Así es como pasamos de una organización que pretendía mediar la paz entre pares a una organización que pretende decidir no solo qué debe hacer cada Estado o Nación, sino también cada uno de los individuos en las distintas latitudes del planeta.

Nosotros creemos en el fin original de este organismo, creemos que existen problemas globales que requieren del diálogo y la cooperación internacional para ser resueltos. Pero para eso debemos rechazar estas extralimitaciones que a menudo acompañan a las agendas nobles, como sostuvimos el año pasado, no acompañaremos nunca el cercenamiento de libertades individuales, comerciales, ni la violación de los derechos naturales de los ciudadanos de los Estados miembros; y durante el último año y medio hemos votado en consecuencia. Esto lo digo a sabiendas de que muchos no comparten mis palabras porque —como siempre dije— es preferible decir una verdad incómoda, que una mentira confortable.

En esta línea, hoy quiero hablarles acerca de un problema específico que enfrentan todos los países modernos. Actualmente, en todo el mundo se está planteando una contradicción entre el presente y el futuro, un problema de índole política, económica y filosófica, en cuya respuesta se juega el destino de la humanidad toda.

Si lo llevamos a los términos de comodidad e incomodidad que he planteado, el mundo entero parece estar estancado en el confort del presente, haciendo caso omiso a las consecuencias que esto pueda traer en el futuro. Como la incomodidad le resta voto y poder a quien lo asume, los dirigentes prefieren hacer todo lo que está a su alcance para mantener el statu quo heredado, aunque sea a costa de las consecuencias futuras, incendian en el futuro para mantener caliente el presente.

Así, los Estados contemporáneos han entrado en una dinámica muy compleja de revertir en la que los incentivos, tanto de la población como de los políticos, apuntan a privilegiar el repartir la riqueza de hoy por sobre generar la riqueza de mañana. En todo momento, los tomadores de decisiones tienen frente así la decisión de: o bien preservar el legado que les fue encomendado o bien destruirlo.

Este legado puede ser riqueza acumulada, capacidad productiva, leyes o cualquier cosa que haga el bien común. Por lo general, si incineran su legado, si optan por la comodidad tendrán grandes beneficios presentes, pero sufriendo costos futuros aún mayores. Si yo dispongo de un ahorro hoy, lo pierdo para mañana; si lo mantienen, por el otro lado, preservan el crecimiento y la prosperidad tanto de sí mismo como de las generaciones futuras.

Es decir, es necesario encontrar un equilibrio para que el pan de hoy no signifique hambre para mañana, y así poder garantizar un incremento sostenido del bienestar, algo que los economistas llamamos crecimiento económico. Dicho crecimiento a veces se podrá sentir lento y a veces podrá verse frenado momentáneamente porque el progreso nunca es lineal. Pero es precisamente su consistencia a largo plazo lo que ha revolucionado sistemáticamente el mundo y ha sacado a miles de millones de la pobreza. La diferencia entre crecer 0% y crecer 2% a largo plazo es la diferencia entre el estancamiento y la prosperidad.

Los argentinos sabemos mucho del tema, siendo el único país de la región que no creció en los últimos quince años. En el plano legal, la condición del crecimiento es la sacralidad de la propiedad y del libre mercado, que no es otra cosa que la libre cooperación entre pares. Porque sin derecho de propiedad, no hay ahorro; sin ahorro ni capacidad de intercambiarlo libremente, no hay inversión; y sin inversión, no hay crecimiento posible.

Pero no está en el interés individual del político respetar estos principios porque es precisamente en el agrandamiento del Estado, a costa de las libertades de los ciudadanos, donde el político gana poder. Es así que para el político siempre será redituable sacrificar el futuro en el altar del presente porque consumir el capital acumulado genera bienestar momentáneo y ese bienestar momentáneo genera votos. Pero a cambio, está sacrificando un futuro de mayor crecimiento, haciendo que la riqueza acumulada sea cada vez menor en el tiempo.

La mayor manifestación de eso es aquellos países que muestran una orgía de aumento de gasto público ya que el Estado no crea riqueza, sino que la roba, sino que la destruye. En este esquema, el político gana poder por vía doble, se legitima democráticamente y obtiene más recursos para gastar. Es decir, el político tiene un doble incentivo para fomentar esta traición intergeneracional porque, aunque en el futuro todos pierden en el presente él más que nadie gana.

En este sentido, un hombre grande es aquel que siembra árboles cuya sombra sabe que nunca disfrutará; aquel que tala los árboles que otros sembraron para así construir su silla de poder, es un hombre miserable. En definitiva, es un hombre despreciable. Este es el gran mal y la gran trampa a la que casi todas las naciones están de a poco sucumbiendo, porque cuando este proceso se lleva adelante, el crecimiento se estanca, y cuando el crecimiento se estanca, la demanda de redistribución se recrudece. Entonces, el político populista grita con más fuerza, apelando a la envidia y al resentimiento. El final de este proceso es ver jóvenes desamparados, sofocados por el peso de un Estado que saben que solo está allí para explotarlos.

Lamentablemente, las medidas de expansión fiscal, de expansión monetaria y la expansión del poder estatal por sobre el de los individuos, conforman un patrón que se está repitiendo en todos los países, sobre todo en aquellos que componen el mundo libre.

Pero el problema no es solo de política económica, lo vemos también cuando se vio la igualdad ante la ley o se abren las puertas de forma indiscriminada a la inmigración por razones políticas. Contrariamente a lo que es la inmigración, en este caso, se trataría de invasión. Y los organismos de cooperación internacional, de los cuales esta organización forma parte, tampoco son ajenos a este problema.

Con el correr de los años esta organización ha ido adquiriendo funciones ajenas a su espíritu fundacional. Ha ido creando capas sobre capa de organismos, agencias y programas hasta alcanzar una hipertrofia de administraciones que son poco efectivas a la hora de resolver los problemas para los cuales fueron creadas. Así se engrosan las responsabilidades de la ONU, se engrosan los aportes recibidos por parte de las Naciones miembro y se redujeron los resultados palpables que esta organización tenía para ofrecerle al mundo.

A este cóctel de incentivos cruzados se le suma que, a diferencia de los primeros mandatarios nacionales, las organizaciones internacionales nadie rinde verdaderamente cuentas por fallar en la resolución de un problema. Está contradicción entre grandes objetivos y resultados magros ha generado una erosión del prestigio de esta casa y de otras. Sin ir más lejos, los malos resultados de la Agenda 2030 dan testimonio de esto que describo. Lo que persiste la práctica es un ciclo de estructuras que se reciclan, recursos que se multiplican y metas que se reprograman.

Por esta razón, la Argentina decidió en su momento apartarse de este proceso porque veíamos en esta agenda un mal gasto de recursos escasos, con fines que no compartíamos y con el efecto de distraer la atención de las dificultades reales de un mundo encaminado al estancamiento.

Es mi deber advertir contra este mal porque en Argentina lo vivimos hasta sus consecuencias natural. Llegamos al fin del cómodo camino al que conduce desentenderse del futuro, o sea que venimos de un futuro que para ustedes aún no ha terminado de llegar. Y quiero decirles que están a tiempo de evitarlo. Porque ninguna sociedad puede sobrevivir si incendia el futuro para calentar el presente.

En mi país, hemos aprendido por las malas una lección muy valiosa: durante décadas se hipotecaron flujos futuros en función de repartir stock en el presente. En 2023, llegamos finalmente al largo plazo de cien años consecutivos de hacer las cosas mal, de pasar la cuenta de mano en mano hasta que no quedó quien la pague. Y todo eso —sumado a lo que les conté previamente— terminó quebrando nuestro Estado. Producto de esa implosión durante el último año y medio tuvimos la gigante tarea de administrar la escasez extrema. Y hoy estamos por primera vez en décadas haciendo lo que hay que hacer para que el futuro sea mejor. Para lo cual la única fórmula es hacer lo contrario a lo que se hizo en el pasado. A esto se le contrapone el resto de la política, que nos demanda hacer lo mismo que hacían ellos y que también nos arrastró hacia la decadencia: hipotecar el futuro para satisfacer demandas presentes.

 

Ellos quieren que apliquemos lo que hicieron mil veces y nos trajo hasta aquí, pero quiero dejarles en claro que Argentina hoy tiene un Gobierno que decidió emprender el camino correcto, aunque sea el más difícil; porque la prosperidad y el progreso de nuestro pueblo no puede postergarse más. No somos, sin embargo, los únicos que estamos tomando las decisiones difíciles que este momento histórico demanda.

El presidente Trump, en Estados Unidos, también entiende que es el momento de revertir una dinámica que estaba llevando a Estados Unidos a una catástrofe, y sabemos que una catástrofe en Estados Unidos es una catástrofe global. Su férrea y exitosa política en términos de ponerle un freno a la inmigración ilegal lo deja más que claro. Entiende que debe hacer lo necesario, aunque a muchos no les guste antes de que sea demasiado tarde. En otros países, por ejemplo, ya es demasiado tarde para esta decisión. No solo eso, sino que también está llevando adelante una reestructuración, sin precedentes, de los términos del comercio internacional. Una tarea de magnitudes titánicas que hacen al corazón del sistema económico global, porque este sistema estaba depredando el corazón industrial de su país y sumiéndolo en una crisis de deuda sin parangón; más aún, está llevando adelante una limpieza de la captura institucional del Estado americano porque en el mismo se habían infiltrado facciones de izquierda que atentaban contra cualquier programa de reforma por más necesario que fuera.

Este tipo de desafíos que tanto el presidente Trump como yo estamos abordando tienen un denominador común que todos los países del mundo e incluso las organizaciones supranacionales deben enfrentar. Deben encontrar la manera de recuperar un interés por el futuro y no sucumbir a la tentación de solo atender el presente. Esto es algo que las grandes naciones de Occidente durante mucho tiempo practicaron y necesitamos recuperar.

Hace falta volver a las bases, debemos recuperar una noción de lo prioritario, acompañado por recuperar una noción de hacer lo difícil y correcto por sobre lo fácil y cómodo. Tal como dije anteriormente: esto también es cierto para los distintos organismos internacionales que han ido incorporando gradualmente este accionar en su ecosistema. Creo que hablo por todos al decir que nos gustaría que la ONU lidere este cambio de paradigma, regresando a las bases que la han convertido en la gran organización que supo ser en el pasado.

Por eso quisiera humildemente poner a disposición de esta Asamblea cuatro principios que creemos pueden ser útiles para seguir en pos de este objetivo.

Uno, principio del mandato esencial. La misión central de la ONU es preservar la paz y la seguridad internacional, todo lo demás debe conseguirse como complementario a ese fin. La gestión estratégica, los recursos de esta institución requiere, por lo tanto, apegarse a esas prioridades, no a otras.

Dos, principio de subsidiariedad internacional. La ONU debería intervenir sobre un tema únicamente cuando sea evidente que el problema excede de manera demostrable las capacidades de acción nacional, en todos los demás casos corresponde devolver la iniciativa a los Estados que son quienes poseen legitimidad democrática y responden ante sus pueblos.

Tres, principios de diligencia institucional. Así como la Argentina ha iniciado un proceso de optimización del Estado eliminando estructuras redundantes y devolviendo recursos a los contribuyentes, entendemos que la ONU necesita un camino similar. Eso implica la realización de auditorías confiables, el cierre de programas ineficaces, la consolidación de agencias únicas y un financiamiento condicionado a resultados verificables.

Cuatro: principio de simplificación y racionalización normativa. La paz no es solo ausencia de conflicto, requiere sociedades prósperas. La cooperación internacional no debe transformarse en un obstáculo para el crecimiento económico y la generación de oportunidades. Por eso, solo debemos apoyar iniciativas que no restrinjan la capacidad de los Estados de liberar sus fuerzas productivas, atraer inversión y fomentar el comercio, que son el camino más exitoso para reducir la pobreza. Creemos que estos cuatro principios serían grandes valores para reencauzar esta organización, para que así pueda perdurar y traer resultados palpables en el tiempo.

Para finalizar, quiero recordar cuatro cuestiones sensibles y de vital importancia para la República Argentina.

En primer lugar, quiero reiterar nuestro reclamo legítimo e irrenunciable sobre la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes que permanecen ocupados ilegalmente. A pesar de los ochenta años que pasaron desde la creación de esta organización, situaciones coloniales como estas siguen sin ser resueltas. Por lo que invitamos al Reino Unido a reanudar las negociaciones bilaterales de conformidad con la resolución 2065 de esta misma Asamblea General junto con todas las resoluciones posteriores que la acompañan.

En segundo lugar, quiero manifestar nuevamente mi repudio a las expresiones de violencia fundamentalista que aún existen y se propagan por el mundo. En Argentina ya sufrimos este horror con los ataques de la Embajada Israel y la AMIA en los años 1992 y 1994 respectivamente. Por eso instamos a la comunidad internacional a fortalecer la cooperación jurídica para garantizar que las circulares rojas de Interpol sean respetadas y que los responsables de dichas atrocidades puedan comparecer ante la Justicia, ayudándonos a terminar de cicatrizar esta dolorosa herida en la historia de nuestro país.

Tercero: estamos asistiendo a una escalada inadmisible la violencia política por parte de la izquierda a nivel global. Violencia que en Argentina conocemos muy bien. Es inadmisible recurrir a la fuerza allí donde las razones fallan. Por eso repudiamos enfáticamente estos procedimientos que atentan contra las normas básicas de convivencia democrática.

Cuarto: la situación del ciudadano argentino Nahuel Gallo secuestrado y detenido de manera arbitraria en Venezuela sin imputación, sin asistencia legal ni consular, en palabras simple: una desaparición forzosa. Exigimos al Gobierno de Venezuela su inmediata liberación y hacemos un llamado a la comunidad internacional para que acompañe este reclamo legítimo, en defensa de los principios más básicos del derecho internacional y de la dignidad humana.

Finalmente, reiteramos nuestra exigencia de liberación inmediata de los rehenes que aún permanecen cautivos en Gaza. Finalmente: que Dios bendiga al mundo libre, que la fuerza del cielo nos acompañe. Muchas gracias a todos.

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