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La difícil obligación de realizar una autocrítica

Martes, 09 de septiembre de 2025 01:46
Javier Milei.
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Una victoria o una derrota electoral pueden merecer múltiples interpretaciones de parte de los espectadores, en este caso, los ciudadanos, militantes o no.

Para los protagonistas, es indispensable observar el resultado del domingo con mucho realismo. Luego de la diferencia de 13 puntos que la Fuerza Patria le sacó a las Fuerzas del Cielo, Milei debe tomar rápidas decisiones, sin guiarse por los prejuicios inexpertos de su frágil entorno; como estadista debe resolver como asegurarse la gobernabilidad en los próximos dos años, por el bien del país y por su interés personal. El presidente no es una persona dispuesta a la autocrítica, pero necesita aprender de los traspiés.

En primer lugar, debe asumir que, por más que recupere votos en las seis semanas que faltan para las elecciones nacionales, va a seguir teniendo un Congreso en minoría.

Milei no debe observar solo su magro 34%, sino medir cuántos votos le costó la ruptura con el PRO, la UCR y con todos los aliados que le ayudaron a ganar en 2023 y, sobre todo, a sobrellevar la tormenta de los primeros cien días. Y también debe pensar cuántos de sus votantes de 2023 perdieron la confianza.

Sin credibilidad no hay gobernabilidad. Hace más de un año, ya debería haberle llamado la atención la masiva marcha en defensa de la educación y la universidad pública, una concurrencia que ningún dirigente político está en condiciones de convocar. Una marcha apolítica, en defensa de un valor colectivo. Sin embargo, no se notó un cambio de mentalidad; por el contrario, el gobierno se ensañó luego, hasta la procacidad, contra una joya de la Salud Pública, como es el Hospital Garrahan y con las pensiones a la discapacidad. El coro digital de obsecuentes, encabezados por el Gordo Dan, solo amplificaron las groserías presidenciales. Por allí debería empezar la limpieza del mileísmo.

"Milei no debe observar solo su magro 34%, sino medir cuántos votos le costó la ruptura con el PRO, la UCR y con todos los aliados".

Sin duda, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, los escándalos de corrupción y la ineficiencia de los funcionarios públicos hicieron que Milei perdiera progresivamente la magia. La magia que le otorgaba un crédito en esos tres aspectos, justamente, los rasgos dominantes de los años de kirchnerismo.

El presidente no supo mostrar la diferencia. Porque el fundamentalismo libertario, la negación absoluta del Estado, no solo no forma parte de la cultura política argentina, sino que representa una idealización absurda de las intrínsecas bondades del mercado, tan dispñaratadas, que ningún gobierno del mundo cree en ellas.

Sin embargo, en un país estatista que quintuplicó los índices de pobreza y desempleo en tres décadas, que convirtió al Estado en una fuente de financiamiento para la militancia rentada, que hizo del socialismo del Siglo XXI un dogma nacional y que se encaminó firmemente por los senderos trazados por Venezuela, era razonable que, en un balotaje y en plena estanflación, al borde del desastre, la gente optara por alguien que prometía reducir el gasto, frenar la inflación y convertir al país en una potencia.

"Kicillof hizo todo para ponerse como candidato del peronismo, pero su trayectoria también lo obliga a una autocrítica".

Pero restringir el gasto supone análisis eficientes a cargo de funcionarios idóneos, que sepan discernir entre un ñoquis y un empleado, que verifiquen la utilidad de un gasto antes de cortarlo y que no paralicen obras públicas imprescindibles, para la gente y los inversores y, sobre todo, manejarse con inteligencia en la relación con los gobernadores.

Kicillof hizo todo para ponerse como candidato del peronismo. Pero su extensa trayectoria pública le obliga a realizar la misma autocrítica que se espera de Milei.

El domingo, el mayor número correspondió a los que no fueron a votar, más de cinco millones.

Los dos quieren el poder; el país, quiere recuperar las expectativas.

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